La última vez que escribí sobre mi cabellera juré que sería la última. Pero qué creen: QUE NO.

En este post, a diferencia de mi serie de rants y #plaquejas sobre el maldito mundo laciocentrista en el que vivimos, traigo buenas noticias. Noticias que yo esperé AÑOS escuchar, y que yo sé que le interesan a todas las personas con cabelleras fuera de la norma.

¿Listas?

Ya hay un salón especializado en pelo chino en la Ciudad de México.

Se tardaron años pero AL FIIIIIIIN.

Confieso que, cuando me enteré, una parte de se ardió. Yo soñaba con traer el mismo concepto al país. Ya saben, me imaginaba como en un comercial del Instituto Nacional del Emprendedor, luciendo el pelazo y sonriendo a la cámara, recitando algún eslogan tipo “Con una buena idea y trabajo duro, los sueños se hacen realidad. Gobieeeeerno de la Repuuuública. SISTEMA CAPITALISTAAAA”.

Era una foto de stock esperando ocurrir.

Pero como no estudié en el Tec ni hago nada de los listados esos de “hábitos de la gente triunfadora”, además de que el estado de mis finanzas es similar al de mi refri (con un pan hongueado, una cebolla pachiche y cuatro cervezas quemadas), estaba difícil. Qué bueno que alguien más sí lo hizo, porque con mi foreverez seguro me gastaba el dinero de los primeros cortes en papitas en lugar de reinvertir en secadoras.

Bueno, pues este sábado fui al salón y ya averigüé bien como estuvo la onda. Las dos socias tienen el pelo chino. Una le había entrado al negocio de las estéticas pero sufría por no poderse hacerse un corte EN SU PROPIO CHANGARRO, porque ninguno de los cortapelo sabía cómo. La otra descubrió las técnicas que han desarrollado en Estados Unidos y, como yo, ya sólo dejaba que personas certificadas allá tocaran sus rizos. Con la infrestrocchor de la primera y la experiencia de la segunda, tenían la semillita para arrancar.

Primero quisieron aliarse con la gente de allá, obtener la certificación e importar los productos. ¿Pero qué creen? Les dijeron NO SE PUEDEM. Que nel, que no les interesaba el mercado mexicano. ¡¿QUE QUEEEEEÉ?! Pinches gringos, han de imaginar que acá todas somos lacias, que nuestra moneda es el cacao y que vivimos en chocitas de nopal. Y luego por qué gana Trump, de veras.

Ante la negativa de estos pesados, dijeron: pues ni quien los necesite. Se trajeron a un par de expertos en rizos para que le enseñaran qué onda a sus estilistas, y ya a partir de eso desarrollaron su propia técnica. Y con los productos, hicieron mil experimentos, se aliaron con un ingeniero químico de la UNAM e hicieron recetas adaptadas a las características del agua de acá para lanzar su propia línea, 100% mexicana.

Después de que me contaran toda la historia, procedí a que me arreglaran el desastre que traía en la cabeza, de cuyos detalles se pueden enterar . Llegué con mis pelos impresentables, obra del “talentoso estilista” con el que fui hace un par de meses:

Ésta es la foto del “antes”, donde traigo una capa RECTA a la altura de los hombros, la cual es la idea de “un buen corte” que tienen en cierto lugar de la Del Valle de cuyo nombre no quiero acordarme. Ahora sí que:

Pero bueno, ya lo pasado pasado, y el nuevo corte qué maravilla. QUÉ DIFERENCIA. Qué tranquilidad que te lo traten en seco en vez de mojártelo y homogeneizar tu cabeza. El amor con el que tratan los chinos, el cuidado de cortar mechoncito por mechoncito, la forma de apreciar las texturas, de respetar que haya cinco ondulaciones diferentes en un solo puñado de pelo.

Toda mal tomada, pero ésta es la foto del después, donde ya traigo pelazo otra vez:

¡Volumen, te extrañé tanto! (Noten cómo no sé tomar selfis porque tengo más de 30 años).

Amé que tienen clarísimo que todas las chinas hemos pasado por experiencias traumáticas a la hora de ir al salón de belleza, y que tienen que hacer de psicólogos. Me encantó mi corte y también sus productos. Son UNA BENDICIÓN, porque yo usaba una marca hippie gringa, pero ahora con el dólar a mil dólares y Trump y su muro y el fin del mundo, hay que consumir local e independiente. #ChairoPower

El único defecto del salón es que está en Bosques de las Lomas (y hay otro en Santa Fe: igual de lejos e infernal la ubicación), aunque ya van a abrir otro en Polanco, que también es cero #ChairoPower, pero a donde por lo menos sí llegan el metro y la Ecobici. Acá les dejo el dato: .

***

Entre más lo pienso, más creo que toda la onda del pelo no es pura frivolidad. La imposición del cabello lacio como la norma es bien pinche racista. ¿Quiénes son rizados y ondulados? Negros, judíos, irlandeses. O sea, #NotAllEuropeosContinentales son lacios, pero sí suelen tener cabelleras más controlables, y si ése es nuestro estándar universal de belleza, pues nos jodimos desde la punta de los pies hasta el último milímetro de orzuela.

Chris Rock lo explora muy bien en su documental Good Hair, que apeeeeeenas anoche vi porque no sabía que existía (¡gracias , hermana de rizos, por la recomendación!). Resulta que una de sus hijas llegó un día y le dijo “Papá, ¿por qué no tengo ‘buen pelo?”, y para contestar su pregunta se puso a investigar qué pedo con las cabelleras de las afroamericanas.

Descubrió que es una industria MULTIMILLONARIA, controlada mayoritariamente por... ¡blancos y asiáticos! Primero está el “relaxer”, que se vende como un “antídoto milagroso” contra la textura natural del pelo, aunque es un químico superagresivo que le hace hoyos a la carne, que te deja parches pelones y que puede dañar tus pulmones si lo estás aspirando todo el tiempo. Pero se lo echan en la cabeza a niñas de tres años para que “se vean bonitas”, QUÉ PEDO DÓNDE ESTÁN LA FDA Y EL DIF GRINGO. Dicen que es como “creamy crack”, porque lo empiezas a usar y ya no lo puedes dejar nunca.

Y luego está toda la parte de las extensiones y de las pelucas cosidas al cuero cabelludo, que cuestan literalmente miles de dólares y que te vuelven dependiente del salón. Hay una parte donde las entrevistadas hablan de cómo no pueden meterse a la alberca, mojarse en la lluvia ni bañarse sin gorra porque adiós cabellera. Ni siquiera pueden coger a gusto porque se les deshace el pelo. Todo con tal de ser lacias.

Sí, cada quien es libre de hacer lo que quiera con su cabeza, y como #PlaquetaSoWhite no soy nadie para juzgar estas decisiones. Pero... ¿es realmente libre? ¿Qué tal libre puedes ser cuando desde la más tierna infancia eres dependiente del “creamy crack”? ¿Cuando la mayor parte de tus role models tienen cabelleras falsas, incluso Michelle Obama? Una de las entrevistadas dice que le parece impresionante que lo más revolucionario que puede hacer es no hacerse nada, y dejar que su cabello crezca tal cual es.

La escena que más me impresionó fue la de un grupo de chavas universitarias hablando de cómo no se imaginaban, de ninguna manera, usando su pelo natural en el “mundo laboral”, que porque era como “una contradicción” traer un afro y verse “profesional”. ¡¿QUEEEEÉ?!

TODO ESTO PARA NO ESPANTAR A LOS PINCHES BLANCOS. “If your hair is relaxed, white people are relaxed”, dice Paul Mooney.

Está muy chido el documental.

***

En serio no lo supero, por más que le doy vueltas. A ojo de buen cubero, una tercera parte de la gente que me rodea tiene el pelo chino, y otra tercera ondulado. Somos un chingo, pero aun así, en un área metropolitana de más de 25 millones de habitantes no había una sola persona que su hubiera interesado en aprender más allá de lo que se enseña en la “academia de belleza”. Éramos una mayoría desatendida. Era una idea de negocio excelente, pero los “expertos” seguían muy ocupados soñando con en lacio-baba-perfecto.

“Nadie notará que soy Photoshop”.

Y eso está muy cabrón en un sistema que constantemente te machaca que tu valor como persona tiene que ver con cómo te ves. Por eso celebro el emprendimiento de estas chavas: porque en una sociedad donde la autoestima de las personas está irremediablemente enredada en su cabello, ellas son las primeras en decir “se vale ser diferente”.

Y que lucren con eso, chingón. Cambiar el MALVADO SISTEMA CAPITALISTA es una lucha aparte, mucho más difícil. Pero si podemos pelearla con pelazo, mejor.

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