¡Hola amigues! Hoy volveré a tocar un tema caaaandenteeeee, un asunto que le quita el sueño a los machirrines que pretenden disfrazar su odio hacia las PINXES BIEJAS con un traje de “búsqueda de igualdad”: ¡los asientos en el transporte público!

Como ya mencioné , es un mito que las mujeres exijan o esperen que un hombre les ceda su lugar en el metro, metrobús, ecobús, mexibús, microbús o loqueseabús, únicamente por su género. Esta situación sólo existe en la mente de los machirules para “argumentar” que las mujeres vivimos una vida llena de “privilegios” (como si un asiento nos diera derecho a una copa de champaña gratis y a un panquecito de cardamomo recién horneado).

Bueno, pues el otro día venía en el metro, parada al lado de varias chavas, y noté algo:muchas veníamos poniendo en práctica nuestras habilidades circenses para maquillarnos y mantener el equilibrio, mientras que la mayor parte de los asientos estaban ocupados por hombres jóvenes que aprovechaban su comodidad para ver hacia la nada.

Me acordé de las notas que revelan la ridícula cantidad de tiempo y dinero que las mujeres urbanas de clase media invertimos en “vernos mejor”. Esto, en contra de lo que nos quieren vender los anuncios, no siempre es una cuestión de “vanidad” ni de gusto, sino una exigencia que viene desde fuera. No inviertes porque “te encanta verte bonita”, sino porque llevas toda una vida siendo bombardeada de pendejadas que te hacen sentir insegura si no lo haces. Y porque sabes que si llegas desmaquillada y con el pelo mojado al trabajo, te van a juzgar como “poco profesional” (porque claro, pasar 40 minutos pegada a la secadora es algo que deberías poner en tu currículum).

O sea: una gran cantidad de mujeres –por lo pronto las treintonas que vivimos en ciudades, trabajamos en empleos oficiniles y no tenemos cutis perfecto ni rostros angelicales– tenemos que levantarnos por lo menos media hora antes que los hombres para peinarnos, enchinarnos las pestañas y echarnos aunque sea tantita sombra de ojos y labial. De lo contrario, seremos señaladas como “MALDITAS FODONGAS ASQUEROSAS ME SANGRAN LOS OJOS DEBERÍA ESTAR PENADA POR LA LA LEY TANTA FEALDAD”. (Atentamente: un güey bien feo de su cara Y DE SU CORAZÓN.)

Y eso me llevó a pensar en la enorme cantidad de mujeres que se avientan una doble jornada, que además de salir a chambear –¡bien “arregladitas”!– tienen que hacer las labores del hogar y cuidar a los chamacos, ya sea porque son madres solteras o porque su pareja es un güey chapado a la antigua que no sabe prender la lavadora ni calentar una taza de agua en el microondas. Y esas, queridos machirules jóvenes y saludables que no sufren de discapacidad alguna, son las mujeres a las que ustedes no les ceden el asiento “porque creen en la igualdad de género”.

(Mujeres que, insisto, no se los van a exigir y ni siquiera lo están esperando: no se hagan ilusiones.)

Recapitulando: amigo del sexo masculino: si eres de los que juzgan a las mujeres por su físico y piensas KE ASCO PINXE BIEJA FODONGA cuando ven una cara lavada y una cabellera a la me-acabo-de-levantar, deberías cederle el asiento a la chava que se viene dando su manita de gato. Y, con mucha más razón, a la que viene cuidando a sus hijes, porque seguramente también realiza un empleo remunerado (los tiempos en que el ingreso de una sola persona alcanzaba para mantener a una familia entera quedaron muuuuy atrás). Pero bueno, ya sabemos que no lo vas a hacer, que no le vas a dar tu lugar ni a la chava multifunción ni a la señora cuidachamacos ni al adulto mayor ni a la persona que viene cargando un chingo de cosas ni al ser humano que trae bastón, porque #México.

(Antes de que se esponjen y me digan “LAS MUGERES SON IGUALES O PEORES JAMAS HE VISTO A UNA SEDER SU ASIENTO”: sí, hay una gran cantidad de chavas que no le dan su lugar a quienes lo necesitan y juegan al “no veo no me entero no volteo ya me dormí”. Hay que regañarlas a ver si les cae el veinte. El otro día se subió un viejito con bastón al metrobús, a la parte de adelante, y vociferé “¿Quién va a ser la ciudadana ejemplar que deje sentar al señor?”. La única que se paró fue... ¡una chica con bastón! ¡TOING!)

Ya me voy a dormir, que en unas cuantas horas me toca lavarme el pelo y, por lo tanto, pasar toda la mañana pegada a la secadora, además de que tengo que escribir unos guiones (me urge comprarme para hacer las dos cosas a la vez) e ir a Xochimilco. Como le dije el otro día a un amigo que me vio feo por llegar tarde a la chamba: “No puedo verme ‘presentable’, ser inteligente y llegar a tiempo. Escojan dos de tres”.

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