La democracia enfrenta hoy uno de sus mayores riesgos. El surgimiento de movimientos populistas alrededor de todo el mundo sigue en incremento y parece no encontrar un freno en las , al parecer, desgastadas promesas de la democracia, una que promete un puñado de derechos que parecen no servir de nada cuando el pan escasea en la mesa y tener un trabajo es el sueño  de unos pocos. 

La democracia tiene frente a si uno de los mayores retos de su historia, porque, nos guste o no, el arquetipo democrático, construido sobre las estructuras del régimen estadounidense se está derrumbando. Pedazo por pedazo, la democracia fue perdiendo credibilidad y fuerza. Cada promesa incumplida, cada sueño transformado en pesadilla, cada paso hacia atrás, despiertan la fiera populista y la alimentan. Da lo mismo que sea de derecha o de izquierda, la autocracia termina siendo igual y da los mismos devastadores resultados para la libertad. 

Orden y progreso prometen una y otra vez pequeños autócratas convertidos en presidentes. Trabajo, trabajo, trabajo repite incansablemente el señor Trump.

Que a nadie importen sus conversaciones con el mayor enemigo de su país, aquel en el que gobierna un hombre sospechoso de asesinar a todo aquel que se oponga a su régimen de terror en el país más grande del mundo. 

Las esperanzas están puestas en lo que el Congreso de Estados Unidos puede hacer para poner un freno a los excesos del hombre color naranja. Para investigar hasta donde llegó la injerencia rusa, para saber hasta dónde Trump y su equipo estuvieron dispuestos a llegar en su afán de tomar el poder. 
El ejemplo que puedan dar será tristemente crucial para la democracia en el mundo. Los fallos de los seres humanos en el poder suelen atribuirse a la democracia. 

La democracia no tiene la culpa de la corrupción y la falibilidad humana, un régimen político mal diseñado si la tiene. 

Google News

Noticias según tus intereses