A la interrogante ¿qué es la democracia?, suele darse una respuesta que pareciera sencilla y que se refiere a su etimología, así, el trabajo sería muy sencillo, uso común en los escritos y estudios sobre el caso: demos (pueblo) y kratos (poder), en este sentido literalmente poder del pueblo. Definida sobre su origen etimológico, la democracia pareciera algo obvio y que no representa ningún motivo de discusión. Sin embargo, la definición etimológica poco nos dice de la significación que esta expresión tiene en el ámbito político real y mucho menos hace referencia a sus implicaciones teleológicas de un tipo de Estado en particular.

La discusión teórica acerca de qué es la democracia se ha bifurcado y en muchas ocasiones se le ha entendido como una forma de gobierno fundamentada en el respeto a los derechos políticos y civiles de los individuos y cuya principal orientación es lograr la pluralidad a través de reglas que sirvan para tomar decisiones, como el voto y la representación.

Es por los malos entendidos que la democracia se desdibuja y termina siendo un montón de reglas electorales donde la participación ciudadana en el gobierno se restringe al voto y se le excluye de mecanismos que le permitan evaluar la buena, mala o pésima actuación de sus representantes.

Esta reducción es un error. Partiendo de esta premisa es necesario reconstruir las propuestas de modificación a las estructuras del sistema político, específicamente a la que se refiere a la forma de gobierno o régimen de gobierno poniendo especial énfasis en el combate a la corrupción y en luchar por tener un sistema que rinda cuentas donde los funcionarios tengan responsabilidad politica.

Luego de lo ocurrido con el socavón del Paso Express y la muerte de Juan Mena López y su hijo Juan Mena Romero ha sido completamente indignante la respuesta que el máximo responsable de esas obras, el Secretario de Comunicaciones y Transportes, a pregunta expresa sobre su renuncia, se escude en el desgastado argumento de que eso sólo lo define su jefe, el Presidente Peña Nieto.

Nuestro sistema de rendición de cuentas y responsabilidad politica es tan limitado que lo más que se puede pedir es la renuncia del funcionario que le debe el puesto únicamente el Presidente, no así a la ciudadanía. Ofende que Ruiz Esparza no presente su renuncia, pero ofende más que nuestro propio sistema no contenga mecanismos que permitan su destitución ante un hecho tan vergonzoso para la sociedad.

En otros sistemas, Ruíz Esparza se convertiría en una carga politica, en un lastre que tendría que ser removido con el fin de que su propio partido no pierda las elecciones siguientes. Tendría que ser removido por su responsabilidad politica, no porque tenga una responsabilidad directa, no porque él haya firmado documentos, no porque sea directamente responsable.

Una pena que Peña Nieto considere que su partido ya ganó las próximas elecciones, mayor pena que los electores y ciudadanos tengan tan corta memoria que puedan ser capaces de votar de nueva cuenta por el PRI.

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