Dos años han pasado ya. Algunas de ellas, si aún viven, siguen siendo niñas. Secuestradas por Boko Haram en 2014, la tragedia de las niñas de Chibok en Nigeria dio la vuelta al mundo. 274 niñas y jóvenes secuestradas por uno de los grupos terroristas más sádicos y sanguinarios que hayan existido. 

Por terrible que suene, el problema con las niñas de Chibok es que no son, no han sido ni, tristemente, serán las últimas. El de la escuela de Chibok tuvo trascendencia internacional por la cantidad de niñas a las que se llevaron al mismo tiempo, sin embargo, en muchos pueblos y aldeas de Nigeria asediados por Boko Haram, el robo de niñas es una constante prácticamente diaria. Se ha llegado a afirmar que se pierden 10 niñas al día, aunque las cifras no son confiables pues no hay padrones ni cifras oficiales. Además debe considerarse que si bien la mayoría son secuestradas, muchas de ellas son entregadas por sus padres directamente a la organización que ha hecho un enorme trabajo de adoctrinamiento. 

En mayo del año pasado, el Ejército nigeriano liberó a más de 500 mujeres y niñas que se encontraban en campamentos de Boko Haram. Mujeres que habían sido además forzadas a casarse con milicianos o a convertirse en cocineras o esclavas sexuales. 214 estaban embarazadas. 

El lunes pasado 21 niñas de la escuela Chibok fueron liberadas de su cautiverio y se han vuelto a reunir con sus familias. 21 niñas muchas de las cuales llegaron embarazadas o ya con niños pequeños en brazos. Pequeñas asustadas, tristes, con miradas de terror en sus caras. Niñas aún ahora responsables de niños. 

Lo más paradójico, si se puede, del caso Chibok, es que las niñas y jóvenes que estudiaban ahí eran pequeñas con grandes sueños. Algunas deseaban ser maestras, otras Doctoras, otras no sabían aún que serían de mayores pero sabían que deseaban estudiar en la universidad. Prácticamente todas tenían el apoyo de sus familias para hacer lo que en el pensamiento radical de organizaciones como la de Boko Haram es un imposible: salir adelante, tener una carrera universitaria, ser mujeres independientes. 

Hoy, ha vuelto sólo un puñado de ellas. Unas cuantas que han vivido cosas terribles que nadie y mucho menos una niña debería vivir. La violación, el uso de las niñas y mujeres como un arma en las guerras sigue siendo un lastre tremendamente utilizado aún en muchos países. Mujeres con historias que destrozan cualquier alma sensible. Desde embarazos hasta contagios de VIH. 

Parte del terrorismo psicológico de Boko Haram, como ha sucedido en otros tiempos y sigue ocurriendo durante las guerras, es el uso de la violencia sexual como arma. En un país con una gran cantidad de cristianos, el adoctrinamiento ideológico entre niñas y mujeres pasa por usarlas como transmisor de su ideología a una nueva generación. Por eso los embarazos. Es una táctica de guerra que hace pensar a los milicianos que su ideología islamista se transmitirá a través de sus genes, no importa que la madre sea cristiana. 

Más de un millón de niños y niñas nigerianos son desplazados, pequeños que huyen de la violencia de Boko Haram y del miedo ha ser secuestrados, violados, asesinados o utilizados para explotar bombas. Más de la mitad de ellos tienen menos de 5 años de edad.

Lo peor de este caso, si se puede, es que a pesar del tremendo ruido a nivel mundial que se hizo sobre el mismo, hoy ya ha caído en el olvido, ya nadie tuitea #BringBackOurGirls ya nadie exige a un gobierno inútil como el de Nigeria el regreso de las niñas, tan atolondrados andamos con el peinado de Trump. 

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