Pasé de tener una agenda sin espacios libres a una semana sin trabajo. Una vez más hay vacaciones y todos buscan salir y descansar… todos posponen su visita a la nutrióloga. Eso sí, la semana próxima me esperan días de “Sol, salí de vacaciones y no hice dieta” “Sol, me vas a matar, no hice ejercicio” y otras cuantas razones y excusas para tener miedo de venir a consulta y subirse a la báscula. Como si la báscula fuera el problema.

El verdadero problema está en pensar que la báscula mide lo bien o mal que nos portamos, como si fuera un juicio de valor. Los pacientes se sienten puestos en evidencia, para bien o para mal, cuando ven su peso.

No tendría por qué ser así.

Si bien la obesidad (y el sobrepeso) es una enfermedad multifactorial y no debemos ver a los obesos como individuos sino como reflejo de una sociedad que come mal y se mueve poco, la báscula en realidad sólo arroja un número. Lo que a todos nos da miedo es que ese número suele hacernos sentir evaluados y lo tomamos como una “calificación” de si hicimos bien las cosas o no.

Pero, ¿de verdad comer bien y hacer ejercicio es tan difícil? Parece que si. Parece que cualquier cambio en la rutina desajusta de tal manera las cosas que perdemos el orden. De hecho, suelen ser las vacaciones el momento perfecto para relajar la disciplina y el autocontrol.

Muchos papás dejan a sus hijos comer y beber cosas que no suelen consumir en días “normales”, las clases extracurriculares se suspenden y pocos las sustituye por salidas en familia para andar en bici o pasear a pie. Suelen ser días de desgano.

No tendría por qué ser así.

Si bien es cierto que vivimos rodeados de tentaciones y que nuestro estilo de vida y nuestra realidad nos han ido orillando a ser menos activos y entretenernos con comida, vivimos también, por suerte, en un país que ofrece opciones saludables.

Estoy convencida que la vida de muchos es muy complicada, que la rutina diaria nos deja al borde de la locura cada día y que de pronto un respiro, como suelen ser las vacaciones o los “puentes”, es solo una bocanada de aire fresco para continuar en la paliza.

Pero también creo que dentro de todo lo complejo, podemos ayudarnos. De cada quien depende tomar mejores o peores decisiones para estar bien o mal. Todos estamos básicamente expuestos a lo mismo, simplemente algunos eligen caminos diferentes.

Por ejemplo, ¿cuántas veces has entrado a una tiendita o cafetería? ¡Miles! Y ¿cuántas de esas veces te has tomado el tiempo para buscar alternativas saludables? Generalmente vamos directo a lo que ya conocemos, a lo que solemos comprar sin evaluar que pueden existir opciones.

¿Cuántas veces has llegado a casa temprano? De ese total de veces ¿cuántas te has sentado a ver tele y cuántas has decidido hacer ejercicio? Me dirán que lo que pasa es que llegan agotados, sin energía y les creo, pero ¡hacer ejercicio es la mejor manera para tener pila!

¿Cuántas veces han comido sopa de pasta y tortillas en la misma comida? Seguro varias. Seguida de postre y refresco. ¿También me van a decir que se lo tenían que comer?

Es decir, son sólo ejemplos de cómo tomamos decisiones que nos acercan a tener problemas de salud.

Este es un mundo (porque no sólo pasa en México) lleno de comida con sal, grasa y azúcar, pero también es un país que vende en las esquinas verduras y frutas. Es un país donde se pueden encontrar opciones si uno decide buscarlas. Vivimos en un país lleno de parques y camellones donde el clima permite salir a andar casi todos los meses del año. Hay que aprovecharlo.

Dejemos de echarle la culpa a lo que vemos y a lo que nos rodea, comencemos a hacernos responsables de nosotros y de nuestra salud y bienestar.

Si bien la tentación es fuerte, una diabetes o una hipertensión lo son más. Coman bien, hagan ejercicio y estén sanos, a la larga es la mejor inversión que pueden hacer por ustedes mismos y por su familia. Decidan bien ahora para que vivan bien mañana.

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