Las endorfinas son sustancias químicas que libera el cerebro para que no sientas el dolor que genera la actividad física. Tienen un efecto similar al de la morfina, la heroína y otros opiáceos pero sin los efectos secundarios (se les agrupa en los opioides). De cierta manera son parte de la defensa natural del cuerpo al dolor y dependen del ciclo actividad-descanso. De hecho, lo que hacen es bloquear los detectores de dolor en el cerebro.

Hacen falta sólo seis horas de ejercicio semanal para que el cuerpo mejore su tolerancia al dolor. Esto quiere decir que con una hora de ejercicio al día, el estímulo hacia la pituitaria es suficiente como para que de ahí se liberen al torrente sanguíneo la cantidad de hormonas que disminuyen el dolor, conocidas como endorfinas.

El tipo de ejercicio que las estimula es el aeróbico, que aumenta la frecuencia cardiaca: caminar, andar en bici, correr, brincar la cuerda, hacer elíptica, nadar, patinar.

Obviamente, la cantidad de ejercicio necesaria es una cuestión personal. Los corredores de largas distancias, se ha medido, liberan la cantidad de endorfinas equivalente a una dosis de 10mg de morfina. La morfina es el analgésico más potente que se conoce.

Los beneficios del ejercicio y la liberación de endorfinas son muchos, entre ellos también, liberar o destapar las arterias lo que permite una mejor circulación y por lo tanto, una irrigación constante y adecuada a todos los músculos, órganos y componentes del cuerpo.

Como todo en esta vida, tiene efectos secundarios, pero en este caso no son tan negativos. Entre más endorfinas generes, más te pedirá el cuerpo. De hecho, se sabe que existe adicción a ellas y quienes la sufren necesitan tener su dosis diaria, o lo que es lo mismo, ir diario por su dosis de entrenamiento. El riesgo puede ser que con la intensión de generarlas, se haga demasiado ejercicio o se haga sin cuidado y ello derive en lesiones.

¿Cómo saber si eres adicto? Cuando haces ejercicio en exceso, es decir, insistes en ir a entrenar a pesar de estar enfermo, necesitar descanso o estar lesionado. Cuando no te puedes sentir tranquilo a menos que hayas realizado tu rutina de ejercicio. Cuando tiendes a aumentar el tiempo de entrenamiento porque sientes que “no es suficiente” con lo que ya haces. De hecho, hay quienes de plano cancelan su vida social y las idas a entrenar interfieren ya con su familia y trabajo. Ahí ya tenemos un problema.

La clave para quienes aún no están inmersos en el mundo de las endorfinas es encontrar dos cosas: balance entre el tiempo que dedicamos a otras cosas en nuestra vida y al tiempo que necesitamos dedicarle al ejercicio y realizar una actividad no sólo que nos sirva sino que nos guste. No se trata de sufrir cada vez que hay que activarse. Si te gusta, lo harás si no, no.

La idea, finalmente, es mejorar la calidad de vida. Se sabe que pacientes con dolor crónico, depresión, ansiedad, migraña, fibromialigia, sindrome premenstual, dolor articular, etc se benefician de la acción de las endorfinas. Pero al mismo tiempo son ellos a quienes les cuesta más trabajo hacer ejercicio, justo porque eso implica superar sus propios límites, salir de la zona de confort y de la dinámica de dolor-sufrimiento-reposo a la que muchas veces se someten (por prescripción médica o propia).

Nada como moverse, el cuerpo humano está hecho para eso. Hay mejoras notables en la tolerancia al dolor en pacientes que decidieron hacer ejercicio. Mejor hacerse adicto al ejercicio que a los medicamentos, mejor salir diario a dar una vuelta al parque que al doctor o a la farmacia. Utiliza lo que la naturaleza te da, tu cuerpo tiene para ti un coctel de endorfinas para que no sufras, tómatelo, es tuyo.

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