A raíz de mi texto de hace un par de semanas, he tenido un par de conversaciones acerca de los lácteos en las etapas de la vida. Si bien es cierto no trato de convencer a nadie de nada, la ciencia es la ciencia y ha comprobado las cosas que ha comprobado, entre ellas, la calidad nutricional de los lácteos.

Lo traigo a colación porque el fin de semana, en una reunión social, una mamá se acercó a mí a preguntarme si yo era quien sí soy y cuando le confirmé su sospecha comenzó a arrojarme preguntas sobre su alimentación y la de su hijo.

Si bien es cierto que la consulta la doy en mi consultorio y no en la sala de la casa de nadie, no pude evitar responder lo que me preguntaba por dos razones: 1. Es muy amiga de una amiga mía y 2. Mientras me decía súper orgullosa que ni ella ni su hija de 5 años consumen lácteos porque le dijeron que hacen daño, ella se fumaba un cigarro y bebía una cuba y la nena se paseaba por la sala con un jugo de bote y un puñado de papitas.

Ahí sí colapsé y me salió la verborrea nutricional (esa que, aclaro, ODIO que me pase, pero esta vez no lo pude controlar). Después de tratar de investigar un poco más el origen de su decisión de privar a la niña de los lácteos me di cuenta que sus bases eran “ella había leído” o “lo habían dicho unas mamás de la escuela” o “dicen que” en fin, nada científico en su fuente de referencia. Es más, ni siquiera había hablado el tema con el pediatra.

La cosa que quise hacerle ver es que, si bien para ella la decisión afecta pero no es grave, aplicarla en su hija es irresponsable. Le mostré que fumar y beber alcohol es infinitamente peor que comer un yoghurt. De la misma manera, darle a su hija un jugo de bote no tiene nada que ver con darle una leche. Ella alegaba que las leches de sabor tienen un alto contenido de azúcar sin saber que es exactamente lo mismo que un jugo (en 200 ml un jugo tiene unos 22g y una leche 18g). Es decir, en este tema son básicamente iguales. La cosa es que, nutricionalmente hablando, pues nada que ver.

También decía que a su hija “le hace daño” la leche y al cuestionarle signos y síntomas de esto no supo qué contestar. De hecho, como les decía, no es un tema que haya comentado con algún médico.

Finalmente, como sé que “el respeto al plato ajeno es la paz” y si ella ha decidido retirar de su dieta y de la de su niña los lácteos, hay poco que yo pueda hacer. Sólo les recuerdo (y se lo dije ese día a ella) que los lácteos aportan proteína, calcio, potasio, magnesio, zinc, fósforo, vitaminas A y D. Que los niños necesitan estos nutrientes para seguir creciendo y que la recomendación es moderar su consumo, no eliminarlo. Se deben incluir de 2 a 4 porciones al día de leche, yogurt o sus derivados para cubrir el requerimiento de calcio y prevenir osteoporosis.

Un niño/a de 1 a 3 años necesita 500mg, de 4 a 8 años 800mg y después necesitan entre 1200 y 1500mg por día. Este calcio de calidad y altamente biodisponible está en alimentos de origen animal, no vegetal. Uno de los principales es la leche y sus derivados.

Finalmente, muchas versiones de leche y yoghurt aportan además probióticos y fibra lo que ayuda a tener una buena salud digestiva, fortalecen el sistema inmune y la absorción de nutrientes.

En fin. Creo que hemos quitado de la dieta de los niños alimentos que si necesitan y los hemos sustituido por otros que no necesitan. Yo creo necesario volver a las bases. Hagamos lo que debemos hacer, pero decidamos a partir de hechos científicos. En casa no fumamos, hacemos ejercicio y moderamos el consumo de azucar y alcohol (¡no de lácteos!) y... me parece que es lo correcto.

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