Las modas nos cambian a todos, eso sin duda. Todavía recuerdo cuando usaba ropa holgada, calentadores en los tobillos y mechones de colores sólo para sentirme parte de mi grupo de amigas. Hoy por hoy, veo las fotos y me dan ataques de risa. Claro, me río porque eso no ha afectado mi salud pero, hay modas que sí pueden hacernos daño y que tienen que ver con decisiones que tomamos mal y no nos damos cuenta hasta muchos años después, cuando pagamos las consecuencias.

Con el paso del tiempo y las miles de consultas que he tenido oportunidad de dar me he ido enterando de cómo va la vida afuera de mi consultorio. Me entero qué es lo in y que está out, sobre todo en temas de nutrición. Me encanta cuando mis pacientes cuentan lo que leen por ahí en fuentes NO científicas pero que como tienen fotos de modelos impresionantes (y seguro retocadas) se la creen. Veo lo orgullosos que se sienten cuando me dicen cosas como: “no como nada con gluten” “como seguro soy intolerante a los lácteos, ya los dejé… es más, ya ni mis hijos los consumen” “comemos todo orgánico” y muchas aseveraciones más que a veces no tienen pies ni cabeza. Lo digo así porque cuando les preguntas si se han hecho estudios para estar seguros de los diagnósticos, te dicen que no, que leyeron en no-se-dónde o les dijo quién-sabe-quien lo que ellos tienen. Es más, la mayoría ni siquiera ha visitado un médico.

¿Saben qué es lo peor? Que si los adultos hacen o deshacen, pues es menos grave que si “obligan” a los niños a apegarse a las modas. No veo de qué manera si los niños dejan de comer pan con gluten pueda verse afectada su salud. En el caso de los productos orgánicos, lejos de obtener ciertos beneficios y algunos gastos extra, pues grave no es. Pero, el tema de la leche y los lácteos me preocupa mucho.

Cada día se escuchan más mamás (aunque también hay papás, claro) que han decidido que sus hijos dejen de tomar leche de vaca. Claro, de alguna manera deben sustituirlo porque sus hijos se lo siguen pidiendo y están acostumbrados, entonces ¿qué hacen? les ofrecen jugos, lechadas vegetales, aguas de sabor o, en el peor de los casos ¡refresco!.

Ahora ves niños tomando cualquier cosa que no aporta en absoluto nutrientes con tal de seguir la moda de sus papás de “no consumir lácteos”. Me da tristeza, me da miedo. Me dan ganas de recordarles a las mamás la importancia del calcio (para ellas y para los niños) en la formación de hueso y cómo lo que no se formó antes de los 20 años, ya no se va a formar. Me urge recordarles que la vitamina D que contienen los lácteos es casi imposible de encontrar en otros alimentos. Y me da coraje cuando creen que beber lechadas vegetales les va a aportar proteína, no hay nada más equivocado.

Se han hecho estudios serios donde los resultados son tristes: hemos dejado de beber leche para beber refresco. Los adultos peor aún, no tomamos leche pero bebemos alcohol. Y cuando en consulta se lo pregunto a mis pacientes, lo confirman (aunque muchos reconocen extrañar su vaso de leche antes de dormir).

Finalmente, sólo quiero decirles que creo que estamos cometiendo un error. No hay manera posible de que los lácteos sean los más malos del cuento y todo lo demás lo podamos quitar o poner de nuestra dieta a conveniencia.

Debemos comenzar a analizar las decisiones que tomamos. Si bien la leche puede o no “caerte” hay muchas opciones para obtener los beneficios nutricionales (proteína, vitamina D y calcio) sin los problemas que podría generar la grasa o el azúcar (lactosa). Ya puedes encontrar leche deslactosada, light, semi. Es más, hasta yogures y quesos con menos grasa, más proteína, menos lactosa. La cosa es darse el tiempo para buscarlos y probar. Porque, sin duda, hay quienes no deben dejar de consumirla: niños, mujeres embarazadas, adulto mayor, atletas… ustedes ¿qué beben?

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