Como muchos, aún no termino de digerir la polémica desatada por la incendiaria columna de Nicolás Alvarado en el diario Milenio. Y no es para menos: las posiciones a favor, en contra y en el punto intermedio son todas válidas y enriquecedoras. Todavía el viernes pasado secundaba las posturas de Raúl Trejo Delarbre y de Jesús Silva-Herzog, opuestas a una policía del pensamiento único, cuando tuve a bien leer Nicolas Alvarado y el (mal) periodismo que discrimina, publicado por Jorge Tirzo en Gatopardo.

Ahí, Tirzo reitera que el periodismo, aun el de opinión, es “investigación, fundamentación, imparcialidad, contextualización, honestidad, responsabilidad social. . .” y concede la expresión de los juicios de valor (basados en el gusto personal y el prejuicio implícito) a espacios como diarios personales y blogs ultra subjetivos. Dicho sea de paso, me pregunto: ¿es el mío un blog ultra subjetivo? Eso espero y, fíu, respiro de nuevo.

Pero, volviendo al artículo de Tirzo, también nos comparte la liga a Escrito sin discriminación, sugerencias para un periodismo sin etiquetas, publicado por el Conapred, con la asesoría de la asociación Periodistas de a pie. Es una suerte de manual que nos provee de argumentos y ejemplos para hacer énfasis en la importancia de un lenguaje libre de estigmatizaciones que dañan a las poblaciones vulnerables y, por tanto, a la sociedad en general. El texto es muy útil y valioso: también nos habla de la importancia del periodismo social y cómo debe ser rescatado, y al final proporciona una tabla con los términos incorrectos, los no recomendables y los correctos para referirse a dichos grupos. Por poner algunos ejemplos: debe evitarse “rucos” o “viejitos” y, en su lugar, decir adultos mayores o personas adultas mayores. En vez de “gata” o “chacha”, trabajadora del hogar. En vez de “fémina”: mujer. En vez de “puta”: mujer en situación de explotación sexual comercial. En lugar de “maricón”, “puñal” o “joto”: gay, lesbiana, persona homosexual, entre otros. Sí, es como aprender a nombrar otra vez, pero la causa lo vale, dada la ligereza con la que, aun sin quererlo, perpetuamos etiquetas y estigmas que son todo menos anodinas e indiferentes.

Entre la ola de linchamientos a Nicolás y algunas otras muestras de apoyo a su libertad de expresión, el texto Juanga, Nicolás y las lentejuelas, escrito por Lydia Cacho, nos da un merecido balance. Dice que hay que agradecerle a Nicolás porque su columna trajo a la discusión “los alcances y obligaciones de una institución como CONAPRED” y, a la vez, hace hincapié en que Alvarado (con derecho a opinar lo que quiera y a asumir las consecuencias de su opinión), previo renunciar, hizo un especial “digno del Divo de Juárez y su prejuicio no impactó su responsabilidad”.

Al final, llama a la necesidad de leer los textos enteros, y no sólo fragmentos. Eso hace una diferencia sustancial. La primera vez que empecé a leer la columna de Nicolás (esperando, como muchos, el momento en que aludía a lo naco y lo joto del compositor que acababa de morir), lo que noté fue alguien que nos transmitía, con elocuencia y honestidad, cómo resolvía una crisis de información. Nos compartió cómo la muerte de Juan Gabriel irrumpió en su domingo y cómo echó mano de los recursos a su alcance para la realización del especial ya mencionado. De paso, nos participó con cierto juego de palabras, algunas de éstas proscritas, sus pensamientos y valoraciones. ¿Una honestidad en demasía?

En la entrevista concedida a la periodista Mónica Maristain, Alvarado dice que sus declaraciones las hizo en un momento “en que había mucho dolor y muchos problemas políticos en el aire” y considera que fungió como “chivo expiatorio de muchísimas cosas”. Antes de que se demuestre lo contrario, cuando menos él tuvo el valor de renunciar: una suerte de demostración casi inmediata de congruencia, a la que fue orillado en parte por la reacción de la turba que, más que preocuparle si lo impactaba como individuo, la relevancia era cuánto afectaba su cargo y la institución que representaba, según lo dijo en entrevista concedida en el espacio radiofónico de Ciro Gómez Leyva.

Ya sé cuántos celebraron, con bombos y platillos, su decisión de dimitir. . . Insisto en lo que dije en mi colaboración pasada: muchísimos de sus detractores se sirvieron de términos aún más ofensivos para referirse a él. Pero, al menos en su caso, el registro de las palabras llevó a un debate que, aun cuando raye entre lo absurdo y lo santurrón, en los niveles más lúcidos nos conduce a una necesaria discusión que, por lo visto, no cesa.

Yo lamento más los casos de servidores públicos, cuyas palabras, aún en el récord, se las lleva el viento: ediles y gobernadores que, en la plaza pública, les dicen a las niñas que si están “gordas” (embarazadas) ya nadie las va a querer. Y sobre todo los funcionarios de alto nivel que insultan, aun sin palabras, pero, cuyos hechos y decisiones, hacen transparentes su ignorancia y su desprecio a la sociedad pensante, la sociedad hastiada, la sociedad encarecida.

La dictadura de los anunciantes

No he dejado de ver los noticiarios de la televisión comercial, pero en los últimos años, y gracias a la prerrogativa YouTube, he descubierto canales alternativos y voces libres como The Amazing Atheist, The Young Turks, Secular Talk y el mismo Pulso de la República, de Chumel Torres, entre muchos otros, menos conocidos e incipientes, aun promisorios, y que ofrecen frescura, pluralidad y diversidad, tan bienvenidas e indispensables. Y, bueno, ya que estamos en los límites de las palabras, el término “friendly” (amigable) podría dejar de usarse tan anchamente. Me explico. El principal argumento que la empresa YouTube esgrimió para monetarizar (o dejar de hacerlo) los contenidos de quienes suben videos a ese canal es el de: advertising friendly (amigables con la publicidad). De ahí, los criterios para dejar de recibir publicidad son:

-       Contenidos sexualmente sugerentes, que incluyan desnudez y humor sexual

-       Violencia, incluido el despliegue de vejaciones serias y sucesos relacionados con extremismo violento

-       Lenguaje inapropiado, incluidos: hostigamiento, profanidad y vulgaridad

-       Promoción de drogas y demás substancias, incluidos la venta y el uso y abuso de las mismas

-       Asuntos y eventos controversiales y sensibles, incluidos aquéllos relacionados con la guerra, conflictos políticos, desastres naturales y tragedias aun cuando no estén acompañados de material gráfico

Es su plataforma y la empresa tiene derecho de hacer lo que le venga en gana, sin embargo las advertencias no dejan de ser generales y ambiguas y castigan que se opine de temas urgentes como: violación, abusos, crímenes de guerra, fanatismo religioso, políticas sobre drogas, legalización de las mismas. . . Aun cuando el asunto sea meramente de ingresos, no podemos dejar de temerlo como una censura: el ocaso de uno de los paraísos online. Una verdadera pérdida. Fue bueno mientras duró. Habrá que diversificar y, en su momento, migrar.

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