No sé si mis amigos conservadores tengan mejor sentido del humor. Lo que sí he notado es que hacen más chistes. . . como si, más que hacer reír, buscaran restarle atención o quitarle peso a la seriedad de las peticiones, las demandas o las críticas hechas por mí o por mis otros amigos, los liberales.

Me refiero a ese tipo de chistes cuyo trasfondo es el de minimizar y ridiculizar: hay un desprecio en automático. No digo que ni yo ni mis amigos liberales o de izquierda no hagamos chistes, pero he notado que los nuestros pueden sonar más como sarcasmos o ironías y provenir de fuentes más incendiarias, como la injusticia y la indignación, por poner algunos ejemplos.

Este tipo de diferencias se vuelven singularmente notorias en los debates de ideas entre candidatos de partidos opositores o en mesas en las que se discuten ideas contrarias. Recuerdo un programa de televisión en el que Diego Fernández de Cevallos, entonces candidato a la Presidencia por parte del PAN, le reclamaba a su opositor, Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD, que no sonriera, que ni siquiera tuviera algo alegre que decir.

Algo similar me sucedió hace poco, mientras observaba a los periodistas Carlos Marín y Julio Astillero discutir sobre la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y la reforma educativa, en el espacio de Adela Micha. A pesar de la elocuencia que lo caracteriza y a pesar de esgrimir argumentos válidos, aun cuando en lo perosnal difiero de su postura, los chistes e interrupciones de Marín pecaron de excesivos e impertinentes, al grado de que Astillero le pidió constantemente, a lo largo de la entrevista, que le permitiera hablar, que lo dejara terminar su intervención, y también le hizo notar que sus comentarios y chistes no hacían sino frivolizar los temas tratados. Marín defendió su propio sentido del humor, en lo que fue secundado por Micha, e, incluso, celebró cuando Astillero se permitió hacer un solo chiste, alusivo al Secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong (a propósito del ultimátum que el funcionario lanzó a la CNTE: “Se ha agotado el tiempo, los bloqueos y las afectaciones a la ciudadanía deben de terminar”).

Que los de la derecha tienen mejor sentido del humor también se lo oí decir al analista político Fernando Dworak, quien lo describió como más fino y agudo. Pareciera que son capaces de reírse de sí mismos, algo que no es muy común en los de izquierda, más dados al chiste que proviene del enojo o la denuncia.

Hace algunos años, un estudio realizado por el Instituto de Tecnología de Massachusetts contó una serie de chistes entre conservadores y liberales y descubrió que los primeros tenían un mayor sentido del humor (5 contra 4.32). Lo curioso de esta investigación fue que los liberales se consideraron a sí mismos mucho más divertidos que los conservadores, aun cuando estaban conscientes de que la cruda realidad no tenía nada de chistoso.

Sí, definitivamente Carlos Marín me sacó más de una carcajada, pero eso no me hizo que dejara de prestar atención a su interpretación de los hechos ni que dejara de notar cuán inclinado se encuentra hacia las políticas de gobierno: es hasta cínico. Por su parte y, en comparación, la sobriedad de Astillero no evitó que le dejara de prestar atención ni le restó seriedad a sus argumentos. No hizo falta que, parafraseando a Fernández de Cevallos, se riera más o dijera algo cuando menos alegre. Me gustó ver una especie de diálogo en el que ambos pudieron expresarse: con mayor razón el columnista de la Jornada que, a diferencia de Marín, quizá no se sentía en casa.

Más allá de chistes, así de calculados y manifiestos, está el sentido del humor involuntario o que, cuando menos, se antoja como una ocurrencia tras otra sobre la marcha, como lo que provocan varias de las declaraciones de Donald Trump: sean burlas, sean remedos, sean viles ofensas o llamados a atacar o a linchar. Caramba, la gente se ríe. Yo misma me he reído una que otra vez, aunque no con él sino de él porque de plano no doy crédito.

Por una parte, me pasa lo que el estudio del MIT concluyó, es decir: la realidad no me ofrece motivos para reír y hecho me sentiría irresponsable si lo hiciera. Por la otra, también me sucede, como se lo he oído decir a algunos cómicos, entre ellos el gran Bill Burr, pareciera que, entre tanta corrección política nos hemos olvidado de reír.

En mi opinión, creo que este es también un periodo de ajuste, producto de lo que hemos replanteado y del que tenemos mucho qué aprender. El sentido del humor es sano y, al mismo tiempo, hay bromas que son tóxicas, chistes que, graciosos o no tanto, distraen y entorpecen la discusión.

#BLACKLIVESMATTER

La polémica sobre la portación de armas se ha reactivado y reavivado a propósito del homicidio de cinco policías en Dallas, Texas, durante una protesta pacífica. Los oficiales fueron asesinados por un tirador que, según la información más reciente, actuó por cuenta propia. La manifestación se llevó a cabo luego del asesinato de Philando Castile en Minesota y Alton Sterling en Louisiana, ambos acribillados por policías. El asesinato de Castile fue registrado en el celular de su novia. En el video vemos cómo a Philando inconsciente y con el brazo derecho ensangrentado tras recibir unos cuatro o cinco balazos. Al parecer, el oficial disparó mientras Castile se llevaba la mano al bolsillo en busca de su permiso de portación de armas. La novia guardó cada momento, incluido aquel en que, cuando ella confirma que su novio está muerto, se desborda y es la pequeña quien la consuela. El llamado a armarse bajo pretexto de estar listos si la ocasión hace al ladrón es, a mi juicio, pavorosa. Ustedes, ¿qué piensan?

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