Quién sabe si el manual del perfecto cabrón funcione, pero lo que sí es que los chicos malos son más atractivos. Y esto no sólo lo dice mi lado más necio, masoquista y reincidente sino que hay estudios serios que lo respaldan: según uno llevado a cabo por la Universidad de Durham, en los hombres se presenta con mayor frecuencia un tipo de triada de personalidad compuesta por: narcicismo, psicopatía y maquiavelismo.

Vayamos por partes. El narcicismo conlleva dominación y complejo de superioridad: esto facilita la competencia masculina. Por otro lado, también implica una mayor propensión a repeler a la pareja después de tener sexo y esto deriva generalmente en una tendencia a la promiscuidad.

La psicopatía se traduce como una falta de empatía, un comportamiento errático en lo que toca a relaciones de pareja, aunque paradójicamente garantice éxito para las relaciones de corto plazo.

Por último, el temido maquiavelismo que, como el nombre lo sugiere, habla de manipulación, oportunismo, cálculo, deshonestidad y no poco cinismo.

¡Todo en contra! Por eso llama la atención que, por más consciencia, por más alertas y hasta malas experiencias que se repiten y se repiten, nada nos han enseñado los años. Ay, la eterna lucha entre impulso y contención.

Las más de cien mujeres que formaron parte del experimento encontraron a este tipo de hombres mucho más atractivos porque suelen demostrar:

- mayor confianza en sí mismos

- mayor determinación

Y esta garantía de éxito, sobre todo sexual y que tarde o temprano será la fuente de los problemas, los vuelve aún más encantadores.

¿Alguien dijo Stanley Kowalski, Terry Grandchester?

Quizá el escenario ideal sea tener lo mejor de dos mundos: amor y compromiso en el largo plazo, mientras que, para la aventura y la inmediatez, algo más inquietante, rudo y sombrío.

Ahora bien, si aún así quieres retener a tu narcisista, psicópata y maquiavélico y hacer lo que más te da por creer que podrás hacer, es decir, cambiarlo, he aquí unos tips para ayudar a prolongar la agonía, perdón, la relación:

--Nunca te muestres en desacuerdo con él ni lo contradigas.

--No pretendas que se abra ante ti: la intimidad le es una amenaza.

--Muéstrate permanente deslumbrada por todo de él: sus logros, su apariencia, incluso su pegue con las mujeres, aunque te duela.

--No hables de nada que pueda afectar el gran concepto que tiene de sí mismo: si no es para alabarlo, no te metas con su aspecto ni con su desempeño sexual ni con su éxito y nunca reconozcas algo positivo de sus rivales, enemigos o competidores.

--Frases como estas las debes evitar: ‘’Deberías’’, ‘’No deberías’’, ‘’Creo que exageraste‘’, ‘’Me parece que cometiste un error’’, ‘’¿Cómo puedes saberlo si no estuviste ahí?’’. Shhh. Prohibida cualquier cosa que cuestione su omnipotencia, su infalibilidad, su don de ser irresistible.

--No hables de ti como si fueras independiente: ‘’Yo esto’’, ‘’A mí lo otro’’. Tú no cuentas.

Por el contrario: debes escucharlo atenta, preferiblemente boquiabierta, y demostrarle que estás completamente de acuerdo con él. Para que te necesite o, mejor dicho, para que te use y abuse de ti y sólo de ti, debes ofrecerle algo que no pueda obtener en ninguna otra parte, es decir, proveerlo continuamente de alimento para el ego. Ojalá logres entenderlo: siempre te tocará dar; dar todo el tiempo, dar hasta que duela, pero por ningún motivo esperes algo a cambio: por eso conviene que seas emocionalmente y económicamente autónoma y tengas una coraza contra balas que impida que te ofendas ante los comentarios estúpidos, rudos o insensibles que salgan de la boca de tu narci-psico-maquiavélico hombre (o mujer). En vez de confrontarlo, refúgiate en el silencio, toma aire y regresa mucho más dócil y servil que nunca. Si está en su fase cerebral y no quiere tener sexo, no te molestes ni en seducirlo: incluso el más mínimo gesto de coquetería lo exasperará y hasta podrá acusarte de hostigamiento.

Otra opción es tomarte un respiro para ti y preguntarte qué sacas de esa relación, qué hay de provecho para ti que sea verdaderamente satisfactorio y gratificante. Dicen que cuando uno se atreve a dar este paso, la lista suele ser muchísimo más corta de lo que se pensaría: la última que hice cuando estaba involucrada con alguien no sé qué tan narcisista, psicópata o maquiávelico, pero por quien me la pasaba sufre y sufre, realmente me sorprendió: mi única razón para seguir con él era que me comprara un perfume que sólo vendían en una ciudad a la que viajaba frecuentemente por motivos de negocios.

No es raro, incluso, que la lista se quede vacía.

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