Apenas nota los colores del arcoiris en mi foto de perfil, me dice que ya se lo imaginaba, que apuesta a que fui a la marcha lésbico gay y que no le venga con que simpatizo con ese rollo. Le respondo que no entiendo la pregunta. Entonces la hace claramente:

-- ¿Tú apruebas a los homosexuales y las lesbianas?

Le contesto que creo en los derechos civiles y la igualdad ciudadana. Le pregunto cuál es su postura y cita el Levítico, aunque en inglés: Thou shalt not lie with mankind, as with womankind: it is abomination. Le digo que ésa es sólo una lectura y que no la comparto.

Me cuenta que su ex esposa era bisexual, que fue una experiencia muy fuerte, aunque ilustrativa, a propósito de cómo se comportan esos “ciudadanos” (sic). Que con eso le bastó, pero que, en verdad, le parece una tendencia que no nos ayuda como sociedad ni como país, aunque entiende que haya gente que lo considere “divertido” (sic), “interesante” (sic), y que están en su “derecho” (sic).

Estoy consciente de que esta conversación no llegará a ninguna parte. A pesar de ello, le digo que hay mucha documentación e historia al respecto. Él insiste en su vivencia: ‘’Sólo que cuando te topas conalguien así en tu vida personal deja de ser divertido o interesante y se convierte en una tragedia’’.

Le digo que no veo por qué una experiencia personal lo lleve a generalizar sobre una realidad histórica y universal y le pregunto si su homofobia se basa en esa anécdota porque una cosa es estar enojado con alguien y otra es odiar a la colectividad con la que se identifica a ese alguien. Así lo distingue Aristóteles en su exhaustivo estudio de las emociones: “El enojo se refiere a individuos, el odio se dirige a una clase de personas. El enojo apunta a lastimar a alguien; el odio, a destruirlo; el enojado espera que la víctima sienta, al que odia no le importa si la víctima siente o no siente. El enojo se cura con el tiempo; el odio, no’’.

Los argumentos de mi antes amigo me recuerdan un debate universitario sobre la pena de muerte en Estados Unidos. El orador que argumentaba en contra estaba consciente de que el deseo de venganza podía ser muy fuerte y que, si uno de sus seres queridos fuera asesinado, desde luego querría la vida del asesino a cambio, no se detendría a pensar en lo justo o injusto de la pena de muerte y sólo desearía un ojo por ojo, pero eso no significaba que la sociedad debía basar una política en el odio de un individuo. 

Mi interlocutor no me responde, pero tampoco cesa. Dice que le encantaría que, en lugar de ir a apoyar a los gays, transexuales, lesbianas y demás fauna (sic) la gente se inconformara por lo de Ayotzinapa o el ABC en Sonora, ‘’pero, en fin, fueron a apoyar a la jotería” (Aquí van tres emoticones con cara de asombro).

Y yo recuerdo lo dicho por Damir Arsenijevic, académico y activista bosnio, sobre tratar como una especie exótica a alguien por ser gay, lesbiana o transgénero: ‘’¿En qué medida estos predicamentos de desigualdad sistemática afectan el trabajo solidario con otros grupos vulnerables, con los trabajadores, con las madres solteras, por ejemplo? Lo ideal es pelear juntos, y más creativamente, contra la impunidad.’’

Le digo a mi interlocutor que una causa no niega las demás y que estamos hablando de derechos y protestas legítimos. Le mando la imagen de una manta de la marcha con la leyenda: Los 41 no olvidamos a los 43, pero él está en lo suyo. Dice que se nota que estoy METIDÍSIMA (sic) en eso y, dándose el lujo de, según él, desenmascarar a la lesbiana que hay en mí, señala que le sorprende queluego luego brincara, como si me hubiera tocado una campanita: TIN!!! (Aquí van tres caritas con ojo guiñado). Le digo que a mí no me afecta la diversidad, que quien brincó desde un principio fue él y entonces me da las buenas noches y me llama ‘’muñeca hermosa’’ (Salen tres emoticones que mandan besos y tres corazones flechados).

Ya no hubo tiempo de hablar sobre lo que él entiende por abominación. En alguna ocasión me había confiado qué le haría a una mujer en la cama y ahí no hubo límites ni críticas ni cuestionamientos aun si la mujer no fuera su pareja y ni por error de cálculo le pasara por la cabeza hacerla su esposa, mucho menos tener hijos con ella. 

Me causa curiosidad que sus tantas descalificaciones estén envueltas en signos de admiración, puntos suspensivos y emoticones. ¿Cómo se le llama a esa personalidad: cursi agresiva, infantil agresiva, patético agresiva?

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