La invasión de la Autopista Puebla -Orizaba, realizada por mujeres de la localidad Palmarito, Tochapan en apoyo de los llamados “guachicoleros” que fueron apresados durante los enfrentamientos con ejército y policías en la zona de ductos de PEMEX en el Estado de Puebla, nos indica una grave distorsión moral.

Llama la atención que la población civil, -como en este caso las señoras que tomaron la autopista-, no entienda que están pretendiendo defender a delincuentes, porque robar gasolina a PEMEX es precisamente eso, un delito.

El problema de fondo es una confusión moral, que lo mismo da origen del robo de combustible por bandas organizadas de “guachicoleros”, que el robo hormiga de energía eléctrica que acostumbran hacer miles de mexicanos utilizando los famosos “diablitos”, que también la corrupción en las instituciones gubernamentales, las prácticas ilegales de algunos empresarios, la venta de productos piratas, pero también la compra de estos, que es lo que alimenta la piratería y ni dudarlo, la delincuencia cínica y descarada.

El origen de esta grave problemática que se manifiesta en todos los ámbitos de la vida de la sociedad mexicana y por igual en todo el territorio nacional, obedece a un cambio de valores morales.

Las generaciones anteriores de mexicanos fuimos educados en el dogma de que el trabajo era el único camino para vivir bien. No se podía obtener un peso sino era a través del esfuerzo digno del trabajo. Todos sabíamos que el patrimonio se construía a lo largo de toda una vida de esfuerzo y dedicación.

Además, existía el paradigma de que para tener una vida cómoda, el estudio era la opción. De este modo podíamos evitar dedicarnos a actividades de esfuerzo físico. Con este objetivo los padres se esforzaban por mandar a sus hijos a la escuela a recibir educación escolar.

Ese reconocimiento al valor del trabajo ya se perdió en las nuevas generaciones y se ha sustituido por la fascinación por el “dinero fácil y a manos llenas” al costo que sea.

Los jóvenes quieren lujos sin esfuerzo. Cuando se abre una ventana de oportunidad para conseguirlo la toman, ya sea porque entran a trabajar en alguna dependencia gubernamental o a través de la delincuencia o actividades ilegales.

Por el rechazo a la cultura del trabajo hoy tenemos una crisis educativa, ya que el estudio parece ser ante los jóvenes pérdida de tiempo como medio para crear una pequeña fortuna.

Antiguamente la gente entraba a la política por vocación y ambición de poder y el poder generaba dinero. Para ello, se debían formar en las fuerzas básicas de la política, lo cual les daba cercanía con la gente.

En cambio, hoy la gente entra a la política para conseguir un cargo público y hacer dinero, mucho dinero.

Otros entran a la delincuencia organizada en alguna de sus modalidades. La economía informal y con ello la evasión fiscal es otra forma de lograr dinero fácil.

Los demás, permanecen soñando a la espera de la oportunidad de encontrar la ruta del dinero fácil y la impunidad es el lubricante para lograrlo.

Nuestro grave problema como país es esta visión distorsionada de la moral y el descrédito del trabajo como forma honesta de construir un patrimonio.

Mientras no nos aboquemos a reconstruir la moral y los valores sociales, la delincuencia seguirá creciendo y México se convertirá en pocos años en un país de corruptos.

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