El triunfo de Emmanuel Macron en las elecciones de Francia, para convertirse en el presidente electo de ese país, pone en evidencia que los partidos políticos, de cualquier parte del mundo, viven hoy su peor crisis.

De entrada, lo primero que salta a la vista es que hoy compiten más los candidatos entre sí, por lo que proyecta su persona, que lo que les aporta el partido político que les respalda.

Los partidos se han convertido simplemente en la maquinaria que opera las campañas electorales. Han dejado de ser percibidos como el referente ideológico de la política.

Emmanuel Macron pasó de ser un funcionario público de alto nivel, pues era el ministro de economía de Francia hasta hace unos meses, a candidato sin partido y hoy en presidente.

Lo que convenció al electorado francés fue su visión política personal, de centro derecha, que cree firmemente en la libertad de mercado e incluso, a diferencia de Marine Le Pen, rabiosamente anti inmigrante como Trump, este joven presidente cree y lo declaró en su discurso, que las migraciones de otros países enriquecen culturalmente a Francia. Esta visión humanista sedujo al electorado y le generó confianza de estar frente a un hombre moralmente íntegro y confiable.

En la actualidad los partidos políticos carecen de credibilidad porque, como instituciones públicas, han perdido definición e identidad diferenciada frente a la sociedad. Todos los partidos se mueven en el espectro de las circunstancias y conveniencias del momento, totalmente alejados de las ideologías que juraron defender en sus inicios.

Un caso claro en México, es el de MORENA, que más que un partido político con ideología propia, es una organización “a modo” para respaldar a Andrés Manuel. Su ideología no es mas que las opiniones y convicciones personales de AMLO, su fundador, respecto a la realidad de nuestro país.

Originalmente, las ideologías estaban relacionadas con los valores sociales de la lucha de clases, entendiendo este concepto no como el referente filosófico que desde Maquiavelo se analizó durante algo así como tres siglos, sino como el momento en que se convirtió en bandera política y bajó del ámbito de las ideas a las calles y la vida cotidiana.

Conforme el capitalismo rebasó el ámbito económico y se convirtió en sistema político, la lucha de clases se radicalizó y quedó polarizada entre capitalismo y socialismo.

Vemos que hoy los partidos políticos y las instituciones se han quedado sin bandera ideológica y sin diferenciación, pues la que en la realidad hoy da vida a la política se deriva simplemente de un enfoque pragmático para obtener o retener el poder en las elecciones.

El triunfo de Macron se convertirá seguramente en un referente de motivación para que en México se fortalezcan candidaturas independientes, como lo es el camino que está tomando el senador Armando Rios Piter, quien en febrero pasado renunció al PRD y se declaró independiente. Está construyendo una organización ciudadana con miras a la contienda electoral del 2018.

A diferencia de otros políticos que simplemente cambian de partido, Rios Piter ha declarado su desencanto con el sistema político predominante, dominado por el sistema de partidos, que incluso legislaron a través de sus militantes en el Congreso para que las candidaturas independientes, aunque fueron aprobadas, siempre estuviesen en franca desventaja frente a los candidatos con partidos.

A diferencia del contexto francés que llevó a Macron a la presidencia de ese país, en México las condiciones sociales están hechas para la manipulación a favor del sistema de partidos.

Mientras en todo el mundo democrático la clase media conforma la mayoría social de esos países y las clases alta y baja son minorías, en México la clase media, que es aquella conformada por un perfil social con cierta educación escolar y con independencia de criterio y capacidad para tomar sus propias decisiones, es realmente una minoría.

La perversidad de nuestro sistema político ha sido tal que ha mantenido a la mayoría de la población en nivel de sobrevivencia y por tanto, en posición vulnerable para ser manipulada por los programas de asistencia social, que cambian de nombre conforme cambian los gobiernos, pero no su objetivo que es la manipulación del voto a través de administrar las necesidades básicas de sobrevivencia con despensas, cheques y todo aquello que pareciera ser una generosa actitud gubernamental, pero realmente es el mantenimiento de una masa electoral manipulable en manos del partido que gobierna en cada lugar.

Por eso Andrés Manuel, que muy bien conoce el sistema político porque ha formado parte de él, no se cansa ahora de desprestigiar a la política asistencialista. Por ello dice a sus seguidores que “no se dejen engañar con las despensas de frijol con gorgojo”. Bien sabe AMLO que ese es el freno para impedir que ese voto electoral que de modo natural debiese ser para él, termine siendo comprado por el sistema político que hoy gobierna.

Los programas de asistencia social son la maquinaria manipuladora que tiene los dos componentes fundamentales para mantener el control: el dinero, o sea el presupuesto y la estructura humana formada por funcionarios públicos que están en contacto con los votantes fácilmente manipulables.

Sin embargo, esperemos que el fenómeno Emmanuel Macron se materialice en este país y logre cambiar nuestra realidad política.

¿Y usted como lo ve?

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