La captura de Javier Duarte y de Tomás Yarrington parece que tendrá un efecto electoral positivo para su partido. Por lo menos generará una percepción de que su partido aprendió la lección y está arrepentido de haber arropado con impunidad a gente corrupta.

Estas detenciones también cumplen el objetivo de dar pan y circo a un país agraviado que se está volviendo ingobernable y quiere venganza contra los políticos corruptos.

Sin embargo, entre la justicia y la venganza hay una gran diferencia. La aplicación de la justicia es institucional y siempre busca que el castigo sea ejemplar y cumpla con una función colectiva de inhibir que otros cometan el mismo delito. En contraste, la venganza es emocional y se consuma aniquilando o castigando al enemigo y ahí termina. La simulación de justicia es aún peor.

Lo que debe preocuparnos es saber qué se ha negociado “en lo oscurito” para que estos gobernadores no hablen y se haga público todo lo que ellos saben de cómo se mueven las altas esferas del poder.

Es importante saber qué sucederá con las invaluables fortunas de ambos. Estas debiesen regresar a las arcas públicas. Si ésto no sucede significará que el silencio se compró a muy alto precio. Se intercambiaron unos cuantos años en la cárcel a cambio de continuar con una vida de lujos para ellos y su familia.

El que hoy se castigue a unos gobernadores no garantiza que se esté combatiendo la corrupción y menos aún que se esté ganando la batalla.

La corrupción nace de las oportunidades y de la impunidad.

Para combatirla de verdad habría que crear un sistema de control que impida el uso discrecional de los recursos públicos, lo cual tendría un efecto preventivo y cuando esto no fuese suficiente, que se aplicase la ley con rigor sería la medida correctiva.

Por lo pronto, la captura de Duarte y Yarrington tiene el sabor de un triunfo sacado a la fuerza a la clase política pero no representa esa nueva actitud ética que se proclama. Muy a la mexicana se hace públicamente como que se quiere lograr la captura, pero en la realidad se ponen todos los obstáculos para que no suceda y cuando ya es inevitable, se hace el sacrificio y se presenta a la sociedad como el triunfo de la justicia.

Mientras tanto, tendremos que conformarnos con estos pequeños y amañados triunfos de la sociedad, que nada resuelven, pero nos hacen creer que avanzamos.

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