Los mexicanos tendemos a pensar que el humor justifica todo. Ello y un afán exhibicionista motivado por la ilusión de acaparar la atención en el extranjero, nos ha generado una imagen que deja a los mexicanos catalogados como gente poco confiable.

De este modo no se miden consecuencias, como sucedió con Mauricio Ortega, quien respaldado por su calidad de periodista y las concesiones que se ofrecen a la prensa en los estadios, robó en el vestidor de los jugadores, el jersey del jugador de los Patriots de Nueva Inglaterra, Tom Brady, durante el pasado Super Bowl.

Ortega no era un periodista “a secas” sino quien hasta el momento del hurto tenía el cargo de director general del periódico La Prensa, uno de los diarios más antiguos de la Ciudad de México, que en determinadas etapas de su historia, ha sido de los de mayor tiraje.

Estamos tan acostumbrados a las conductas amorales en nuestro entorno cercano, que nada nos asombra.

Sin embargo, ante la visión ética de otras culturas occidentales,  lo que hacemos sí representa un escándalo.

Si el jersey de Brady está valuado en medio millón de dólares, consideremos lo que representa comparado contra el delito de corrupción por el que acaba de ser destituido el ministro del interior de Francia, Bruno Le Roux, valuado en menos de 60 mil dólares.

Le Roux contrató a sus dos hijas como asistentes parlamentarios durante los siete años en que fungió como diputado. Consideremos que “ministerio del interior” en Francia equivale a la secretaría de gobernación de México.

La capacidad de los mexicanos de llamar la atención en el extranjero, es asombrosa.

En 1998 Rodrigo Rafael Ortega bajo la influencia del estado de ebriedad se orinó encima de la “llama eterna” que está a los pies del Arco del Triunfo, en París y la apagó. Este es uno de los símbolos más importantes de Francia, erigido en honor de las víctimas de la Primera Guerra Mundial.

Otro mexicano detuvo en 2002 el tren bala en Japón accionando la palanca de emergencias y creando un gran escándalo. En 2010 otro mexicano fue detenido cuando intentó ponerle un sombrero de charro y un jorongo a una estatua de Nelson Mandela, lo cual se consideró un insulto, por lo cual fue encarcelado y obligado a pagar una multa.

Estamos acostumbrados a que en México cualquier falta administrativa o delito, excepto narcotráfico y homicidio, puede ser librado si se tiene dinero disponible para comprar la libertad.

En el extranjero un delito o una ofensa, incluida la corrupción, se convierten en un grave problema que sí tiene consecuencias judiciales, independientemente del monto económico.

En México “robar poquito” pareciera ser más una ocurrencia que un delito.

El caso del polémico alcalde de San Blas, Nayarit, Hilario Ramírez Villanueva, conocido públicamente como Layín, quien en plena campaña para un segundo periodo como alcalde, confesó haber robado al ayuntamiento, “pero poquito”.

Lo grave es que ésto fue considerado por los electores como un gesto de humor y volvieron a darle la alcaldía, cuando esto debiese haber acabado con su carrera política.

No sólo eso, esa frase que se hizo viral nacionalmente por su cinismo, le volvió famoso y le permitió llegar a ser candidato a la gubernatura de Nayarit y en un descuido y hasta puede terminar siendo gobernador de su estado.

Del mismo modo, se corre el riesgo de que el robo del jersey del famoso estrella del futbol americano Tom Brady termine siendo considerado una simple ocurrencia y una broma.

Si se toma en cuenta el aparente costo del objeto, como una simple camisera sudada, puede considerarse una travesura, cuando todos sabemos el altísimo valor económico que tiene como objeto de colección vendido a través del mercado electrónico.

Un delito debe ser considerado como tal independientemente del valor comercial del objeto robado.

El delito es un asunto moral de un gran significado ético.

Tan delito es robar mucho, como robar poquito. Mientras no lo entendamos y los ciudadanos no repudiemos a los delincuentes sin ninguna consideración subjetiva, lo que veremos es crecer el índice de delitos y de la violencia que le acompaña.

¿Usted como lo ve?

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