Poca importancia se le ha dado a los resultados de la encuesta realizada por la empresa Gallup en febrero de este año, donde destaca el hecho de que los norteamericanos que viven en Estados Unidos han mejorado su imagen sobre México, respecto a 2016.

En la evaluación realizada por esta empresa el año pasado, el índice de aceptación era del 59%, mientras los números de la más reciente nos muestran una mejoría de 5% para ubicarse en 64% el nivel de aprobación.

Si consideramos que desde que Donald Trump ganó la presidencia de los Estados Unidos no ha dejado de denigrar a los mexicanos, quizá como una estrategia que pretende justificar sus medidas anti-inmigrantes, entre las que se cuentan las deportaciones y la construcción del muro, entonces descubrimos que el efecto ha sido contrario a lo que se pretendía.

No sólo no se ha elevado el nivel de rechazo contra nosotros y nuestros paisanos migrantes, como se suponía, sino que al contrario ha descendido.

Esto nos revela un fenómeno muy de nuestra época. Las agresiones exageradas e inmerecidas victimizan a quien las recibe y le fortalecen.

Hoy las percepciones de la ciudadanía son inestables y muy emocionales y pueden variar de modo muy significativo hacia donde pretendemos orientarlas si aplicamos la estrategia correcta. Del mismo modo, el resultado puede salirse de control cuando simplemente se maneja la información de modo burdo y tradicional.

Seguramente el presidente Trump y sus asesores confiaban en que hablando mal de los mexicanos lograrían volcar a la opinión pública en contra de nosotros y obtener el apoyo de los norteamericanos.

Para evaluar  este impacto debemos compararlo. En 2011 según Gallup, el índice de aprobación bajó hasta el 45%.

Todo esto nos debe llevar a la conclusión de que la comunicación pública, principalmente gubernamental, es un asunto muy serio que no se debe dejar a la improvisación, al “feeling” o en manos de gente no profesional.

Practicar la comunicación gubernamental es mucho más que ser un vocero, o un buen publirrelacionista con la prensa.

La comunicación gubernamental debe centrarse en la interacción con la ciudadanía y sus líderes.

Es dar a conocer lo que se realiza en la administración pública y en el ámbito político. Luego estar atentos a la reacción de la sociedad e interpretar el sentir del ciudadano.

En México hoy vemos a una clase política que a la vieja usanza solo informa lo que quiere dar a conocer y muchas veces lo hace manipulando el sentido de la información pierde credibilidad. Además poco le importan las expectativas del ciudadano y esa cerrazón pone una barrera entre gobierno y ciudadanía.

Si escucharan la voz del ciudadano, los políticos serían más discretos.

Lo que está sucediendo con el fenómeno Trump dentro de los Estados Unidos, en su relación con el ciudadano y con sus propuestas de gobierno, muestran que los amigos del presidente Trump no son forzosamente los amigos de todo el pueblo norteamericano y sus enemigos personales tampoco.

Esta es una gran lección que deben tomar nuestros gobernantes aquí en México.

Hay que interpretar con mucha fidelidad el sentir del pueblo.

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