Mucho agradecí cuando caí en cuenta que mi paz y tranquilidad no estaban en  poder del cambio de las demás personas. Yo le otorgaba ese poder  a la gente y mi buen o mal humor estaba muy íntimamente relacionado con las acciones de ellxs.  Toda mi vida me compré la idea de que todo sería feliz si los demás fueran como yo los quería o imaginaba. La pasé culpando y señalando sin ganar absolutamente nada. No cambiaban. El mundo y su gente estaban dedicados a ver cómo podían hacerme sentir mal. Mis relaciones nunca eran como yo esperaba, no estaban a la altura de mis demandas y necesidades.

Un buen día alguien me hizo ver  para atrás y darme cuenta que yo actuaba siempre igual esperando resultados diferentes, si la gente no me cumplía daba la media vuelta y desaparecía. Sin embargo  seguía sin estar en paz. Creaba otro escenario con nuevxs actorxs pero yo seguía sin estar en paz, ni contenta ni satisfecha.

Vivía  fantaseando, esperando que alguien me rescatara o en ganarme la lotería, cualquier cosa ajena a mí y soñar  con eso, con la plena esperanza de que sucediera pronto. ¿Qué pasa cuando no cumplen? Ni pronto ni tarde. Esas cosas simplemente no suceden, pero la frustración es inevitable, frustración, enojo, irá incluso porque nuestras fantasías no se cumplen, porque el mundo nos traiciona y porque la gente a nuestro alrededor no hace lo que nosotrxs  queremos.

Cuando supe que estaba andando por el camino equivocado me costó mucho trabajo entender  que los cambios tenía que generarlos yo misma. Que quejarme todo el tiempo no iba a mejorar nada, hasta lo hacía peor e insoportable. Comencé a relacionarme de manera distinta, tanto con los demás como conmigo misma, estaba más relajada y con certidumbre de saber que sí había situaciones que no me gustaban, siempre podía hacerme responsable de mi parte y cambiar. Ya no era ni mi problema ni mi historia si la otra parte quería cambiar también.  No me he dejado de quejar por completo pero ya sé cuáles son los caminos que puedo tomar hacia el bienestar y cuáles hacia lo contrario.

Aunque parece más trabajo el cambio personal los resultados son infinitamente más efectivos que estar esperando y demandando el cambio ajeno.

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