Preocupa que el tema de corrupción en México cada vez se arraiga más en nuestras conversaciones y sobre todo en nuestra vida cotidiana, No sé si hasta cierto punto las personas lo hemos normalizado; quiero creer que no, que somos más los que nos interesa sacar avante a nuestro país de este problema.

El pasado viernes 7 de julio en el marco de la presentación de Mejores prácticas en el combate de la corrupción, Antonio Mazzitelli representante regional de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), comentó que nuestro país ya no era el mismo de antes y que en la actualidad ya no había cabida para el popular dicho “el que no tranza no avanza”.

Esa frase me pareció esperanzadora y llena de retos para la academia, sociedad, civil y gobierno, pues la corrupción no es un tema que sea propio de un sector o una clase social; la responsabilidad de NO TRANZAR es de todos.

Y sí somos responsables todos, necesitamos ocuparnos más en aquellas desalentadoras cifras y diagnósticos nacionales e internacionales que dicen que, por ejemplo, México es percibido como el país más corrupto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) (CIDE-IMCO, 2015).

Los actos de corrupción se dan entre actores públicos y privados y también entre actores privados sin la intervención de funcionario alguno. De hecho, los niveles de corrupción característicos de México son propios de una sociedad en la que ni gobernantes ni gobernados gustan del imperio de la ley y en los que la justicia puede comprarse. Unos por gusto, ambición o codicia y otros por necesidad participan de la corrupción (CIDE-IMCO, 2015).

Por cual es de suma importancia que invirtamos en programas que incluyan al mayor número de actores, aunque sin duda la que merece urgencia es aquella corrupción donde “hay un punto de encuentro entre autoridades y empresas”; pero no olvidemos que no se agota ahí. Las empresas son constantemente presa de actos de corrupción perpetrados por sus propios empleados en los que no necesariamente interviene autoridad alguna (CIDE-IMCO, 2015).

La teoría sostiene que en las economías con mayor grado de intervención estatal –directa o por la vía regulatoria- tienden a estar relacionadas con mayores niveles de corrupción. La sobre-regulación puede ser tan conducente a generar actos de corrupción como la ausencia de regulación. En el primer caso la tramitología es tal que una empresa se ve “obligada” a hacer un pago indebido para disminuir el tiempo de obtención de un permiso para operar un negocio, para obviar la presentación de requisitos imposibles de cumplir o para vencer la resistencia de un burócrata que simplemente se niega a liberar un autorización. En el otro extremo, el caso de la desregulación, lo que se teme es la discrecionalidad del funcionario y la tentación de sobornar para ser beneficiado o ser sobornado para bene ciar  (CIDE-IMCO, 2015).

Hacer conciencia sobre sus implicaciones y la responsabilidad que reside en cada uno de nosotros, es un área de oportunidad en la que podemos comenzar, por ejemplo, incluir a nuestras áreas cercanas (familiares, amigos y colegas de trabajo) sensibilizando sobre este problema y hacer de conocimiento que este acto avanza de manera gradual pero in crescendo, ayudando a “la destrucción de la vida institucional, el desprecio por la legalidad y el triunfo de la ilegitimidad y de la inmoralidad” (Tomasini, 2011).

Sí, estamos en un  momento crítico, pero también esa crisis es un punto de quiebre para transformar nuestras acciones en hechos que ayuden a fortalecer la vida institucional de México. ¿Cómo? desde lo cotidiano, en aquellos actos pequeños en los que creemos nadie resultará afectado, muchos de ellos por comodidad, costumbre e incluso presión de algunos servidores públicos o pequeños y grandes empresarios a la inversa.

Pienso en los recolectores de basura de la CDMX, he estado en ese penoso acto donde no han querido llevarse mi basura “porque no hay esa propina” ese “incentivo” perverso para que un servidor público haga sus funciones (aunque hay que mencionar que el trasfondo es complejo, los bajos sueldos es un tema que necesitamos afrontar con responsabilidad). Pero también, esta aquella situación en que muchos servidores públicos se enfrentan y de los que he recibido comentarios por varias entidades del país “los ciudadanos me ofrecen dinero para agilizar un trámite, levantar una denuncia, por amedrentar a alguien, porque se les dé prioridad…”

Es loable reconocer la situación en la que estamos, pero no es del todo útil, necesitamos empezar a ver en nuestras acciones la oportunidad para revertir nuestras cifras y sobre todo la fatal situación en que se encuentra México cuando de corrupción hablamos –así como de sus efectos-, para que pronto quede solo en un dicho popular y lejos de nosotros “el que no tranza no avanza”.

Pd. Estimados lectores gracias por estos dos años de leerme, agradezco al Observatorio Nacional Ciudadano por brindarme este espacio para expresar mis opiniones en temas de mi interés. Hoy es el último día en que su servidora colabora en El Universal, espero leerlos en otros lugares.

No perdamos la esperanza y sigamos soñando con un México mejor, más seguro, más legal y más justo.

Vania Pérez

@vaniadebien @ObsNalCiudadano

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