Hemos asociado a las estrellas con sueños e ideales. Pero en ocasiones, por mirar al cielo y perdernos en ellas, nos estrellamos. El combate utópico del crimen, donde se captura a un gran capo y se acaba con “los malos” lo perseguimos día con día. Se siguen las listas de los más buscados, y cuando un pez gordo cae, se anuncia con bombo y platillo el fin de una era. Sin embargo, han pasado tres capturas de El Chapo, la probable extradición a México de El Güero Palma, la detención de La Barbie y otros tantos capos y el llamado “crimen organizado” continúa más presente que nunca.

Cuando pensamos en organizaciones criminales, como los carteles de droga o los grupos de secuestradores, quisiéramos saber cuál es la mejor estrategia para erradicarlas o bien, minimizar el impacto de sus actividades. Desde una perspectiva práctica podemos imaginar que las personas encargadas de estas tareas llevan a cabo sus pesquisas como en las películas y series de Hollywood, pero es probable que esta sea solo una imagen alejada de la realidad.

Como científicos sociales, los economistas abordamos un problema partiendo de un modelo que describa de forma simple (o a veces no tanto) cuál será el comportamiento de los agentes involucrados en función de la estructura de incentivos, el marco institucional y los riesgos asociados a cada una de las decisiones relevantes. Ya sea que en el modelo se asuma la racionalidad perfecta de los agentes o que se opte por algún enfoque conductual alterno, el modelo busca determinar cuáles son las variables más importantes en la toma de decisiones y, en dado caso, emite alguna recomendación de carácter normativo.

Gran parte de los primeros intentos (Becker y Ehrlich) por describir el comportamiento criminal abordó el problema desde una perspectiva individualista y estática. En otras palabras, la decisión se reducía al cálculo de costos y beneficios esperados además de otras variables socioeconómicas en un periodo determinado. Afortunadamente, las teorías progresan gracias al contacto con otras ciencias como la sociología, la criminología o gracias a conclusiones robustas del trabajo empírico.

Hoy resulta difícil pensar que las actividades delictivas constan de esfuerzos unilaterales de los agentes que se coordinan a partir de un sistema de precios descentralizado o que todas las actividades se lleven a cabo a través de una organización altamente jerárquica. En décadas recientes la idea de que la delincuencia organizada se caracteriza por un funcionamiento de red está ganando popularidad tanto en el  ámbito académico como en la práctica. ¿En qué consiste este enfoque?

En principio, esta idea nos parece atractiva pues supone que podamos entender un fenómeno en términos semánticamente similares a los que entraña el uso de redes sociales. No obstante, este símil no es del todo preciso. La literatura especializada distingue dos nociones diferentes de lo que se entiende como una red. La primera noción aduce que la red es una forma organizativa nueva en tanto que la segunda solo visualiza a la red de forma instrumental, es decir, solo es una herramienta que nos permite identificar actores y sus relaciones.

Por un lado, la red como forma organizativa alterna al continuum propuesto por Williamson (1973) se define como cualquier colección o conjunto de actores (2 o más) que entablan relaciones de intercambio duraderas pero que carece de una autoridad organizacional con poder de resolución y arbitraje sobre las contingencias derivadas del intercambio. De acuerdo con Campana, los autores defensores de esta noción sostienen que el elemento toral de la red es la confianza. Sin esta, pierde cohesión.

La red se caracteriza por su alto grado de flexibilidad y dinamismo. Esto le permite limitar su exposición a riesgos en mayor medida que formas organizativas tendientes a la jerarquía. Otro elemento a destacar, según los académicos, es que las redes permiten que los agentes establezcan alianzas con otros agentes que no son cercanos. Por ejemplo, cuando pactan con algún funcionario corrupto. Por lo tanto, al ser eliminado un nodo que a primera vista resulta ser el gran jerarca, no destruye la operación de la red.

En este contexto, esta noción pudiera parecer la más adecuada o rica en términos analíticos, pero conlleva ciertas desventajas. La más importante de estas es que niega toda forma de organización alterna. Por ejemplo, las jerarquías, las cuales seguramente subsisten en ciertos grupos criminales. Para Morselli (2009) la noción de red como una forma de organización específica no es útil pues las redes criminales se sitúan en un continuum que va desde la ejecución de un único delito (acto terrorista) hasta la consolidación de una “industria” criminal. En consecuencia, dependiendo del tipo de red criminal habrá una estructura diferente por lo que sería preferible optar por una definición de red menos restrictiva.

La segunda definición nos dice que una red es un conjunto de actores (nodos) y relaciones (conecciones). Las redes se convierten en una herramienta empírica para visualizar las relaciones intencionales entre los actores. Existe una gran variedad de técnicas numéricas (conocidas como Social Network Analysis) que permiten comprobar hipótesis de investigación sobre la estructura de la red. Por ejemplo, ¿es la captura de grandes capos la mejor estrategia frente a la delincuencia organizada? A priori no hay una respuesta única pues depende del funcionamiento de cada grupo criminal.

Es por esto que el mirar una organización criminal como empresa, donde a la cabeza hay un CEO que dirige la institución, puede ser romántica mas no efectiva. El crimen se organiza como una red distribuida, donde tanto los nodos de gran grado (que tienen una conectividad mayor entre los miembros) como los nodos periféricos, juegan un rol determinante para su operación. La dinámica de estas organizaciones se va esparciendo dentro de la sociedad y estos nodos periféricos, que a simple vista parecen ser los menos conectados, son los encargados en seguir sumando ramas o aristas a la red. Mientras que los nodos de gran número de conexiones coordinan y ejecutan la operación. La forma operativa criminal ha evolucionado, y si continuamos viendo a las estrellas y no plantemos los pies en el suelo, jamás podremos erradicar a estas instituciones.

Grisel Ayllón Aragón @GriAyllon

Profesora investigadora del Tec de Monterrey CCM

Manuel Alejandro Vélez Salas @VelezManuel

Investigador del ONC

@ObsNalCiudadano


Klerks, P. (1999). The Network Paradigm Applied to Criminal Organizations: Theoretical nitpicking or a relevant doctrine for investigators? Recent developments in the Netherlands. Connections. 24(3): 53-65

Campana, P. (2016). Explaining criminal networks: Strategies and potential pitfalls. Methodological Innovations. 9: 1-10

Williamson propuso un continuum de formas organizativas que va desde el sistema descentralizado del mercado hasta la jerarquía. En este continuum se ubican formas organizativas híbridas como los joint ventures.

Williamson, O. (1973). Markets and hierarchies: Some elementary considerations. The American Economic Review. 95(2): 1-18

Citada en Campana, P. (2016) de Podolny, J.M. and Page, K.L. (1998). Network forms of organization. Annual Review of Sociology. 24: 57-76

op.cit.

Morselli, C. (2009). Inside Criminal Networks. New York: Springer

Citada en Campana, P. (2016) de Wasserman, S. and Faust, K. (1994). Social Network Analysis. Cambridge: Cambridge University Press.

Google News

Noticias según tus intereses