Si buscamos en el diccionario la(s) palabra(s) feminicidio o femicidio como lo llaman los estudiosos del tema encontraremos que estos vocablos no están registrados en el Diccionario de la Real Academia Española. Por lo tanto la descripción a la que se circunscribe el término es jurídica y sabemos que esto será interpretado legalmente bajo los “estándares” que las autoridades en turno utilicen.

En los trabajos de investigación que emprendimos en el Observatorio para la realización del estudio “Homicidio: Una mirada a la violencia en México”, inevitablemente tuvimos que  profundizar entre muchos otros tópicos en el tema del asesinato de mujeres, por tanto decidí compartir con ustedes algunos de los hallazgos cualitativos que en relación a este tema tuvimos durante la realización del documento.

Me niego a darles cifras dado que este tema es tan doloroso, tan impactante y tan increíblemente difícil de describir que un sólo número o dato no bastan para entender la realidad y seriedad de este.  Me pregunto si, ¿el saber que cada 3 o 4 horas una niña o mujer está siendo brutalmente calcinada, cercenada, acuchillada, violada, ultrajada, estrangulada o balaceada en “nuestro país”, cambiará nuestra indiferencia ante las circunstancias que viven las víctimas y sus familiares? El conocer si cada 3 o 4 horas una mujer es masacrada por su padre, hermano, marido, protector, amigo, novio, maestro o en el menor de los casos un abusivo y cruento depredador; ¿provocará que tomemos las acciones necesarias a fin de terminar con la negligencia de las autoridades ante estos crímenes?

Tan suficientemente documentado está este delito que tenemos una Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la cual conmina a las autoridades de las entidades federativas a registrar los feminicidios. Sin embargo, pese a que existe dicha disposición normativa, en la práctica estos asesinatos suelen ser investigados bajo otros parámetros y difícilmente se toma en consideración que son resultado de un ejercicio de violencia de género. ¿Cómo se puede dar por ciertas las cifras oficiales si existen múltiples casos que dan cuenta de que como resultado de la falta de perspectiva de género del personal operativo de la instituciones de seguridad y procuración de justicia, se minimizan las condiciones de los fallecimientos y deliberadamente los catalogan bajo otros rubros o sencillamente como un simple homicidio?

Esta Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia que existe en México es la prueba de que efectivamente por razones de género los hombres abusan de su condición para trastocar, someter y poseer la voluntad y la vida de las mujeres. A cada uno de estos victimarios no les ha importado que sean sus madres, parejas o hijas. Pareciera que en las diferencias entre hombres y mujeres hubieran quedado social y moralmente establecidas la discriminación y desvalorización del género femenino. Bajo esta perspectiva, deja de ser un mito la “creencia” generalizada del “hombre-padre” como el protagonista absoluto, dando indisolubilidad a la práctica de la supremacía masculina y a la violencia de género como resultado del ejercicio de ese poderío.

Durante el proceso de investigación y elaboración del estudio antes referido, lamentablemente encontramos que la zona más insegura para una mujer es su propio hogar,  para muchas mujeres el inicio de su final tormentoso comenzó en su entorno familiar y si bien es cierto que en la mayor parte de los casos documentados las mujeres eran de pocos recursos, el ser una mujer de una posición acomodada y con mayor nivel educativo no las excluye de este tipo de muerte. Quizás se puede mencionar que casi no se tiene conocimiento de este tipo de casos, sin embargo, tenemos que ser concientes de que estos suelen ser menos ventilados en los medios y que como resultado del estatus del victimario, tráfico de influencias, abuso de poder y el fino engranaje de la maquinaria institucional, estos suelen quedar impunes dando pie a que la violencia de género estructural siga reproduciéndose.

La estructura de la violencia feminicida, esta cimentada en que el género masculino controla por supremacía el mundo de ambos géneros. La certidumbre de que la vida de las mujeres tiene menor valor que la de los hombres es indiscutible para muchos, por lo que los hombres con esta interpretación doctrinal invariablemente minimizan las circunstancias que justifican los “crímenes” contra mujeres. Saber que lo que en nuestro país en la mayoría de los casos llamamos “machismo” determina la forma en que las mujeres son tratadas en sus hogares, nos hace reflexionar y tomar en consideración que este tema es un asunto serio tanto cultural como educativo. Todos los días académicas y activistas realizan una labor focalizada a este respecto. Eva Bräth nos dice que:

el feminicidio designa los asesinatos de mujeres cometidos por hombres y únicamente por razón de su sexo, es decir, el motivo se debe encontrar en el menosprecio u odio extremo hacia las mujeres. El tratar al cuerpo femenino como un objeto utilitario que puede ser abusado sexualmente, torturado, destruido y tirado a la basura a discreción, es una manifestación de esta postura y, probablemente, la forma más brutal de demostración del poder masculino. El concepto del feminicidio se relaciona sobre todo con el objetivo de exigir una comprensión política de la violencia contra las mujeres, y de hacer visible la dimensión pública de un crimen que con frecuencia queda proscrito al espacio privado o que es mantenido en el silencio más absoluto.

Desde nuestra tribuna como miembros de la sociedad civil, encontramos que varios de los factores por los que el feminicidio se ha convertido en un delito sin control están relacionados con el desinterés y la indiferencia de la sociedad en su conjunto, pero sobre todo a la desvalorización que las autoridades tienen de este delito, dando como resultado el incremento de su impunidad.

La tolerancia social y la impunidad en los casos de feminicidio son responsabilidad de las instituciones gubernamentales que deben atender con precisión este delito. No debemos dejar de hacer notar que después de documentar, tantos terribles casos para la elaboración de nuestro estudio, muchas de las víctimas pese a que en innumerables ocasiones denunciaron la violencia ejercida contra ellas ante las “autoridades”, estas simplemente actuaron con desinterés e indiferencia sin valorar que la vida de estas mujeres se encontraba en peligro. Esto no es un hecho menor pues además de  que las autoridades no evitan la muerte de muchas de ellas, los funcionarios y servidores públicos continúan con la indiferencia y la irresponsabilidad al dejar sin resolver los casos; por lo que, los homicidas siguen sin castigo y las victimas sin justicia.

Todos los días en nuestro país tenemos conocimiento de crímenes perversos contra niñas y mujeres, y aun así, en la mayoría de los niveles de gobierno se sigue sin elaborar políticas integrales que confronten y desalienten este terrible delito, mucho menos que combatan la impunidad que ampara a los feminicidas.

Es importante recalcar que de todos es conocido que funcionarios de diversos niveles desmerecen los feminicidios cuando contrastan su incidencia al homicidio de hombres. Y también sabemos que es pan de cada día que en la agencias del ministerio público del país las autoridades de investigación y procuración de justicia devalúen a las victimas directas e indirectas de feminicidios y violencia de género con actitudes misóginas sin realizar su trabajo para el esclarecimiento de estos casos. Muchas de ellas utilizan argumentos que culpabilizan a la mujer de su destino. De esta manera se cierra el círculo perverso y tortuoso, cuando en un inicio no se tomó interés por la vida de una mujer y en el momento de su muerte las victimas indirectas de los feminicidios no tienen las herramientas efectivas para demandar a las “autoridades” el cumplimiento de sus obligaciones. Porque el desinterés de las autoridades, la práctica habitual de un trato diferenciado a las víctimas, la ocultación de atacantes y ofensores y/o en muchos casos la codelincuencia aunado a innumerables actos de corrupción de funcionarios, son los motivos de la falta de confianza de la ciudadanía a estas instituciones.

Es innegable que todos sabemos que ni desapariciones, ni asesinatos, ni actos de impunidad contra niñas y mujeres  son reconocidos como un serio conflicto público. Por lo que su erradicación no es una prioridad en las políticas de seguridad y justicia nacional. Por tanto es una tarea prioritaria para nosotros en el ONC que este tipo de delitos se contextualice en el pensamiento y en las acciones de las autoridades a lo largo y ancho de nuestro país, y dejen de ser  sólo un número más en las estadísticas de seguridad.

En estas líneas es imposible hacer mención de todas las mujeres a las que debemos justicia como sociedad porque sus casos siguen impunes y sus familiares continúan viviendo la tortura persistente de saber en libertad a un feminicida que le quitó la vida y  dignidad a una mujer y que seguramente repetirá sus acciones porque no ha sido detenido.

Como una voz que se alza para romper tantos silencios desde el ONC llamamos a los miembros de la sociedad civil, a los analistas e intelectuales que puede replicar nuestra voz, a los servidores públicos y a todos aquellos que están conscientes de que juntos podemos cambiar esta lamentable realidad. A través del estudio Homicidio: una mirada a la violencia en México y, particularmentme del apartado de feminicidios queremos que juntos veamos los rostros de las mujeres que han sido aniquiladas por hombres que las cosificaron y les quitaron la vida violentamente y siguieron sin mirar atrás.

Nadia, Karen, Margarita, Magali, Esperanza, Nicole, Armida, Mari Carmen, Lupita, Edelmira, Susana, Celia, Teresa, Amaranta, Citlali, Violeta, Adamari, Carmelina, Lucre, Leticia, Elenita, Casandra, Rosalía, Magaly, Jesusita… quisiera escribir el nombre y describir el dolor que sufrieron todas y cada una de las víctimas, sin embargo el espacio  no alcanzaría si quiera para nombrar a todas aquellas puesto que lamentablemente sabemos que hay muchas que aún siguen en el anonimato por nuestra apatía colectiva y la indolencia de nuestras autoridades.


Martell Izquierdo

Coordinadora de Producción

Twitter: @ObsNalCiudadano

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