A Sergey Kislyak, el embajador ruso en Washington, le gustaba organizar fiestas, reuniones, tener excelentes contactos con toda la clase política en esa capital, asuntos naturales en la labor de cualquier diplomático. Sin embargo, así como cultivaba buenas relaciones, también era muy activo, explica Mc Faul, exembajador de EU en Rusia, en buscar y exhibir las “fisuras y desacuerdos entre nosotros mismos” (NYT, 2017). Kislyak es la figura central en los más recientes escándalos que han empañado a varios miembros del equipo de Trump. Si hubo contactos, entrevistas o llamadas entre el personal de Trump y Rusia, o si se discutió el tema de las sanciones de EU contra Moscú, o si acaso se habló sobre temas relativos a la seguridad nacional, Kislyak estuvo involucrado. La cuestión es que, en este asunto, parece haber una serie de carnadas para equivocar o eludir el significado real de lo que está ocurriendo. Hay quienes piensan que el tema central es la cercanía o buenas relaciones entre Trump, su equipo y Moscú. Sin embargo, en el seno de un feroz enfrentamiento geopolítico entre Rusia y EU –el mayor desde tiempos de la Guerra Fría- lo que parece haber más bien es una intromisión deliberada del Kremlin para irrumpir en el corazón de Washington y producir elementos potenciales de desacuerdo y caos interno con el fin de hacer que la superpotencia opere con dificultad, con lentitud y con capacidades reducidas. Este tema es planteado magistralmente, no hoy, sino hace 24 años (1993), en un texto de Ron Arquilla y David Ronfeldt titulado: Ciberwar is coming! Agradezco a mi querido amigo Alejandro Pisanty el haberlo compartido en su FB pues nos permitió recuperarlo en tiempos en que su relectura es indispensable.

Ciberguerra y guerra-red

Arquilla y Ronfeldt, ya en 1993, hacían una distinción conceptual. De un lado estaba la utilización de la capacidad tecnológica y cibernética para atacar y provocar daños en la infraestructura militar de un enemigo (lo que ellos llaman ciberguerra). Del otro lado estaba la utilización esas capacidades para irrumpir en las redes de ese enemigo y provocar desinformación, alteración psicológica, fallas en las comunicaciones, desacuerdos y/o cualquier otro factor que contribuyese al caos interno. Esto se conocía como netwar o la guerra-red. Su existencia no era nueva; data de muchos siglos. Lo que sí parecía nuevo, era el aprovechamiento de la revolución de las comunicaciones para conseguir esos fines.

Hoy, 24 años después, podríamos decir que los autores se adelantaron a su época de una manera impactante. No obstante, si es que a lo que existe actualmente se puede llamar una guerra-red (no solo desde Moscú, sino desde múltiples frentes, incluida China, y por supuesto, incluido Washington), lo que estaríamos apreciando es la combinación de las estrategias guerra-red del pasado con la capacidad tecnológica –una que los autores en 1993 no podían siquiera haber soñado- es decir, estrategias de ciberguerra para irrumpir en el corazón de las capitales y dañar de manera sigilosa (a veces no tanto) al enemigo. Una especie, quizás, de ciber-guerra-red.

Caos, parálisis e inestabilidad

Antes de pensar en la teoría o las teorías que pueden explicar las causas, observemos lo que ocurre en Washington, y señalo solo algunos ejemplos:

1. A casi dos meses de tomar posesión, la Casa Blanca está operando con un gabinete incompleto, al cual le hacen falta cinco elementos. El proceso de confirmación ha sido pesado y ha generado enorme irritación en el presidente.

2. Dentro de ese gabinete ya ocurrió una primera renuncia, la del consejero de seguridad nacional. Otro miembro prominente, Jeff Sessions, el procurador general, ha sido acusado de mentir al Congreso en sus sesiones de confirmación y se vio obligado a separarse de las investigaciones sobre las conexiones entre el equipo de Trump y Moscú.

3. Un número e intensidad de filtraciones de muy pocos precedentes están exhibiendo los desacuerdos internos y la elevada presión bajo la que está operando la Casa Blanca en sus primeras semanas. Este tipo de tensiones no es algo nuevo, pero a menos de dos meses de gobierno hay demasiada gente que desea que los detalles de esas tensiones sean conocidos.

4. Disputas entre la Casa Blanca y diversas cortes, una de las cuales resultó en la suspensión de una de las órdenes ejecutivas de Trump. Hay más disputas y vienen más.

5. Disputas con sectores de la sociedad civil, incluidas manifestaciones callejeras, disturbios, demandas legales y conflictos con medios de comunicación.

6. Disputas entre la Casa Blanca y agencias internas como lo son las de inteligencia. El presidente ha llegado a expresar que estas agencias filtran información a los medios de comunicación a propósito.

7. Disputas de muy pocos precedentes con la administración anterior al respecto de asuntos que incluyen acusaciones por parte de Trump a Obama de haber cometido actos ilegales.

8. Disputas con el Congreso en asuntos varios (lo que incluye a diversos legisladores republicanos).

9. Todo eso sin mencionar la cantidad de frentes externos abiertos en menos de dos meses los cuales ya incluyen a Irán, China, Corea del Norte, México, Venezuela, Europa, entre otros, aliados y enemigos por igual.

La conexión rusa y el malentendido

Si usted revisa la lista anterior, va a encontrar la presencia de Moscú no en todos, pero sí en varios de los rubros mencionados (tanto a nivel interno como a nivel externo).

El primer malentendido ha sido pensar que Putin ha buscado favorecer a Trump porque entre él y el nuevo presidente existe alguna especie de buena relación o química, cuando en realidad Putin está trabajando solo para favorecer los intereses de la superpotencia que comanda.

Ahí, entre las acciones de Moscú, se encuentra el hackeo de los correos del partido demócrata (y muchos otros hackeos que hoy no están sobre la mesa). Esto solo ha sido confirmado por las agencias de inteligencia estadounidense (todas), no por investigaciones independientes o “neutrales” por así llamarlas. Pero lo importante de la confirmación de hechos –al margen de los hechos mismos- es que, para los actores políticos y para la opinión pública en EU, el hackeo ruso es una realidad. Y no solo está el hackeo sino la filtración de los correos (exclusivamente los correos del partido demócrata), la dosificación de las filtraciones y la utilización de la plataforma Wikileaks para hacerlo. (No olvidemos que la otra gran fuente de filtraciones al respecto de información delicada y apreciada por Washington –Snowden- trabaja en Moscú, y cuenta con un asilo político temporal por parte del Kremlin que ya lleva varias renovaciones).

Además del hackeo al partido demócrata, algunos medios han revelado (sin confirmarlo –nótese nuevamente cómo la propagación de rumores también sirve a los intereses de una posible guerra-red), la supuesta existencia de un dossier o expediente mediante el cual el Kremlin podría extorsionar a Trump con información que podría exhibir sus vínculos con Rusia.

Esta serie de hackeos, revelaciones, filtraciones y conexiones, que en su momento pudieron trabajar a favor de los intereses del Trump candidato, pero que hoy operan en sentidos muy distintos, han estado detrás de varias de las disputas arriba mencionadas, incluidos varios de los conflictos en el gabinete, varios de los conflictos entre la Casa Blanca y el Congreso, o entre la Casa Blanca y la administración anterior.

Es decir, lo que estamos viendo, probablemente, es a Moscú no solo empleando sus capacidades tecnológicas, sino también sus propias conexiones y relaciones (como las del embajador Kislyak) con el fin de penetrar el centro neurálgico de Washington y desde ahí, atacar sus redes para provocar desinformación, conflicto, caos y potencialmente parálisis.

Estamos ante formas diferentes, no tradicionales, de pelear. Obviamente no sería la primera vez en la historia que esto se observa –y esto Washington lo sabe perfectamente porque en esa capital se han tramado varios de los más importantes capítulos de este tipo de combate guerra-red-, pero quizás, si estaríamos en una de las mayores y más efectivas instancias de ciber-guerra-red. Cabría esperar las posibles respuestas por parte de Estados Unidos ante la posible intromisión de Moscú en asuntos internos de Washington, pero eso no parece demasiado probable en lo inmediato por el grado de involucramiento que Trump y su equipo podrían tener en el caso. Es decir, si lo que acá se plantea es cierto, ir al fondo de las cosas podría revelar situaciones que podrían poner en riesgo la misma presidencia de Trump.

En palabras simples, esto último significa que, si de verdad se confirma el involucramiento de Rusia en esta trama, Moscú habría diseñado una trampa de la que Trump no va a poder salir fácilmente.

¿Usted cómo lo ve?

Twitter: @maurimm

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