“La carrera republicana ha terminado, y el periodismo perdió”, escribió Jim Rutenberg en el NYT hace dos semanas. El periodismo perdió porque ha sido incapaz de proveer información lo suficientemente adecuada para que sus audiencias entendiesen el tamaño real del fenómeno Trump, dice Rutenberg. Lo que yo he perdido, es la cuenta de las columnas que, desde el mes de octubre o noviembre del año pasado, se titulan “Me equivoqué”, o “¿En qué fallé sobre Trump?”, o “¿Qué es lo que no vi acerca de Trump?”. Es decir, estamos hablando de dos fenómenos.  Uno se relaciona con las causas por las que Trump ha venido triunfando y encantado a un importante sector del electorado estadounidense. Solo consideremos que, por primera vez, una encuesta nacional publicada por Fox News hace unos días ya da una ligera ventaja a Trump sobre Clinton. El segundo fenómeno, que de hecho rebasa a Trump, se relaciona con la incapacidad que están mostrando expertos y analistas para leer al electorado a tiempo y prever su comportamiento. Piense solo en este ejemplo: Nate Silver (fivethirtyeight.com), un analista de datos que emplea un método complejo basado en no una sino en múltiples encuestas ponderadas, efectuadas estado por estado, y quien usando ese mismo método en 2012 predijo la victoria de Obama sobre Romney casi con precisión milimétrica –repito, estado por estado-, hace unos meses daba solo 6% de probabilidades a Trump de ganar la contienda republicana. Al hacerlo, explicaba de manera muy lógica su postura, presentando las cuatro fases de las primarias, argumentando cómo es que las probabilidades indicaban que Trump se desplomaría. Ahora bien, acerca de cómo Trump ha conquistado semejante porción del electorado estadounidense, hay ya bastante escrito. Me parece necesario, sin embargo, explorar mejor el segundo fenómeno que refiero. Uno que, a mi parecer, tiene que ver menos con la lógica, mucho más con la falta de racionalidad en la toma de decisiones y con la dificultad para predecir el comportamiento humano. Hoy en el blog, algunos elementos para su consideración.

Trump arriba en encuesta de Fox News

Como indico arriba, se ha escrito de sobra al respecto de cómo es que Trump ha conquistado a un importante sector del electorado en EU, una porción de la ciudadanía que considera a ese candidato como alguien externo al sistema. Estamos hablando de un candidato que ha sido capaz de aglutinar el descontento ocasionado por una clase política percibida como estancada e ineficaz, un candidato que se “atreve a decir las cosas como son” (en palabras de los votantes de Trump en encuestas de salida). Sin embargo, ese enojo con el establishment ya lo conocíamos desde hace tiempo. Yo tengo otras preguntas. ¿Cómo es qué los analistas de FiveThirtyEight, Washington Post o Politico, con sus impresionantes sistemas de encuestas ponderadas y análisis de predicción, y a pesar de ese enojo contra el establishment, en otoño del 2015 daban tan bajas probabilidades a este candidato para ser el nominado republicano? Es más, ¿cómo es que, en el mes de abril la encuesta de Fox daba a Clinton 7 puntos de ventaja sobre Trump, y en mayo, bajo parámetros idénticos (adecuados o sesgados), ahora ella pierde por tres? ¿Qué fenómeno es el que opera durante ese mes que nos está impidiendo detectar semejantes vuelcos?

Obviamente, la lógica diría que quizás lo que vemos en la encuesta de mayo no es otra cosa que la respuesta de un sector del electorado que percibía a Trump como radical y que ahora, tras una relativa moderación de su discurso, lo considera más apto para gobernar. Pero, ¿será? ¿En verdad el electorado se está comportando de manera tan lógica y racional?

Probablemente sí. Yo sugiero, sin embargo, explorar algunas hipótesis alternativas para complementar nuestras lógicas y racionales explicaciones:

Trump, encuestas y predicciones

  • Las encuestas no aportan propiamente “predicciones”, sino que proporcionan fotografías de un momento –político, social, económico, psicosocial- muy específico. En los últimos años, hemos visto en cantidad de países a encuestas de toda clase “fallar”, o bien “sobrestimar” o “subestimar” candidatos. Revise usted procesos electorales desde el Reino Unido hasta Israel o Grecia. Una y otra vez, el tema se repite: Al día siguiente de las elecciones, muchos medios se dedican a discutir acerca de esas “fallas” o el “fracaso” de las encuestas para efectuar “predicciones”. Esto está arrojando y seguirá arrojando mucho material para que politólogos en todo el planeta estudien y debatan.
  • Más allá de los diseños de las muestras o la potencial imprecisión metodológica de ciertas encuestas, parte del problema, sin duda, tiene que ver con la velocidad a la que la información se mueve y la rapidez a la que un importante sector de las audiencias puede cambiar su toma de decisiones a partir de ese imparable flujo de información. Por tanto, hoy más que nunca, es importante entender que las encuestas del 28 de abril nos dan el panorama del 28 de abril, no el del 10 de mayo o junio.
  • Como indico, este fenómeno rebasa a Trump. Considere usted el caso de Sanders y Clinton. Para efectuar su cálculo de probabilidades, analistas como Silver (algo que ya se repite en una gran cantidad de medios y portales en EU), presentan una metodología que no solo considera múltiples encuestas locales (efectuadas estado por estado), sino que otorga distinto peso a las mismas. Hace solo dos semanas, Silver daba a Clinton un 90% de probabilidad de ganar el estado de Indiana. Clinton perdió por 5 puntos. De hecho, si se revisa el historial de sus predicciones, se verá que lo mismo ocurrió en muchos estados. Y claro, se puede criticar la metodología de ese analista específico, pero él no es el único. Gran cantidad de análisis están fallando, dentro y fuera de EU.
  • Mi conclusión es que con mucho más énfasis hoy del que hemos puesto nunca, es nuestra obligación explicar que las encuestas tienen fecha de caducidad cada vez más corta y que, aunque los números parezcan decirnos algo, no contamos con la capacidad para predecir noventas por cientos de probabilidad (al menos, hay que moderar esos porcentajes introduciendo un renglón de “imponderables” o “fortuna” o “clima” ¿no?) al respecto de elecciones que ocurrirán dentro de varios días, semanas o meses.

Irracionalidad

  • Lo anterior se relaciona con la falta de racionalidad que a veces el comportamiento humano exhibe. En un texto del 2012, Daniel Mc Fadden explica que la evidencia empírica que respaldaba las teorías tradicionales de la selección racional ha sido retada por disciplinas alternas como la psicología cognitiva, la antropología, o la neurología. Hay muchos factores que impactan las decisiones además de los que tradicionalmente eran tomados en cuenta. Por ejemplo, el cerebro puede estar muy cansado en determinado momento como para verdaderamente examinar las alternativas que tiene. O bien, un exceso de alternativas puede ocasionar más dificultad para que el cerebro elija la “mejor” de ellas. Por otro lado, los paradigmas actuales superan la separación tradicional entre razón y emoción. Hoy sabemos que la toma de decisiones está fuertemente afectada por lo emocional. El neurocientífico Facundo Manes, director del Instituto de Neurología Cognitiva (citado por la revista Eñe), lo expresa así: “La toma de decisiones no es un proceso lógico ni computacional. Está guiada por lo emotivo”. Richard Thaler (Misbehaving, 2016), quien desarrolló la economía conductual, documenta cómo es que a veces decidimos no a partir de la valoración de nuestras mejores opciones y considerando nuestro mayor beneficio. Nuestras decisiones a veces tienen que ver con nuestros sesgos, nuestros hábitos, nuestra falta de fuerza de voluntad, o simplemente nuestra emoción del momento.
  • Todo ello significa muchas cosas, entre otras: (a) Si el discurso de un candidato conecta con mi percepción (correcta o incorrecta) de una realidad, es probable que cualquier “razón” o “argumento” que se me proporcione en sentido inverso, sea desestimado de antemano por mí. Es el “no oigo, no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado” al que jugábamos de niños. Si Trump me dice que se necesita negociar con mayor fuerza con China o “imponer condiciones” a los acreedores de la deuda estadounidense, tiendo a creerle, al margen de que alguien venga y me explique de manera racional cómo es que ambas cosas son absolutamente inviables, (b) por consiguiente nuestra elección de candidatos puede estar mucho más basada en temas emocionales que racionales, y (c) a veces podemos cambiar nuestra preferencia electoral de manera repentina y no necesariamente “lógica”.
  • Como resultado: (a) en un entorno así las encuestas, incluso si son metodológicamente bien diseñadas y aplicadas, pueden presentar variaciones, mostrar un comportamiento errático y no siempre “tomar la foto” de manera adecuada. El sujeto fotografiado, digamos, se mueve mucho, (b) explicar de manera racional el comportamiento o los cambios repentinos en la toma de decisiones, a veces puede ser un camino frustrado, y (b) predecir el comportamiento bajo esas condiciones, frecuentemente resulta errado.
  • Como dijimos, estos factores no solo aplican a Trump, pero Trump pudiera ser la combinación de toda esa serie de elementos multiplicada a la n potencia.

Trumpistas de clóset

Y luego, están los Trumpistas de clóset. Una gran cantidad de ciudadanos estadounidenses quienes quizás en público o ante determinadas encuestas, afirman que votar por Trump no está siquiera bajo su consideración, pero quienes, de manera discreta, favorecen sus posturas o una buena parte de ellas. O bien, quienes solo basta que Trump modere un poquito su discurso, para entonces poder afirmar abiertamente que tener un presidente con propuestas como construir una muralla con México, prohibir la entrada a musulmanes, terminar con ISIS en 15 minutos o imponer condiciones a acreedores de la deuda, no es una mala idea. Al final, como vemos, los Trumpistas de clóset podrían ser muchos más de los que pensamos, y los Never Trump (quienes afirman que nunca votarían por él), muchos menos.

Conclusión

A estas alturas y bajo estas circunstancias, Hillary Clinton tiene un escenario muy complicado porque podría tener que pelear su victoria palmo a palmo en el terreno de la emoción, la ilógica y la sinrazón. Y yo, prefiero pagar por ver. Pintar mi raya. No predecir y, con la pena y humildad, declararme incompetente.

Twitter: @maurimm

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