Por mucho, la corrupción es el problema que más nos afecta como nación. A cualquier escala, corromper y corromperse deteriora a la sociedad en su conjunto y erosiona la confianza que debemos mantener para salir adelante.

Estas últimas semanas fueron particularmente relevantes en este tema. Dos gobernadores, ambos ubicados en el extranjero, fueron aprehendidos, lo mismo que el fiscal de Nayarit, el funcionario público con mayor responsabilidad en el combate al delito en ese estado.

Tristemente, la escena ya la hemos visto antes: la captura, después de huir bajo acusaciones de delitos millonarios en contra de las finanzas públicas y la complicidad abierta con el crimen organizado. Nada de esto era nuevo. Y no lo fue, porque mientras estuvieron en el poder, gozaron de la impunidad y las complicidades que sólo se pueden obtener estando dentro de un sistema político que premia el abuso y el derroche.

Viene ahora la batalla legal, los amparos y la lentitud para castigar y recuperar parte de lo robado. Es una historia vieja, con una diferencia: este no es el mismo país que cuando estos dos gobernadores estaban en su apogeo y el fiscal encabezaba al mismo crimen que debía combatir.

Ahora lo que pedimos los ciudadanos es más que la foto de estos personajes esposados o tras las rejas. Lo que exigimos es que se den a conocer las redes de apoyo, de socios y de prestanombres que permitieron amasar estas fortunas a costa del presupuesto público. Porque no debemos equivocarnos, lo que estamos viviendo no es fruto de un cambio de actitud en quienes tienen la responsabilidad de gobernar, lo que ocurrió fue derivado de una presión social que se ha reflejado en la posición electoral y en la percepción pública de que esto ya no podemos tolerarlo.

Aún estamos lejos del ideal, pero la sociedad civil puede y debe mantener la presión para que el ejercicio de la Ley no responda a la coyuntura electoral y los procesos para resarcir el daño sólo sean una simulación, mientras el caso se olvida sin que las autoridades persigan a quienes ayudaron al personaje principal o afectan directamente las finanzas que les permiten a los acusados sostener un juicio largo que nada más la apuesta a que llegue uno más grande que lo ponga en segundo término.

Por ello, no podemos levantar campanas al vuelo solo por las detenciones. Esto apenas comienza, depende de nosotros confirmar la idea de que la corrupción es parte de nuestra cultura -lo que rechazamos- o demostramos que somos una sociedad diferente, que merece una mejor clase política, esa misma que no está a la altura de ciudadanos que buscamos un país próspero y en paz.

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