Una promesa de amor, de trabajo, de casa. En suma de una mejor vida, es normalmente la puerta de ingreso a la trata de personas, uno de los crímenes más atroces que hemos creado en la historia. Los tratantes son especialistas en detectar puntos débiles, llenar la cabeza de ilusiones y, por supuesto, de doblegar voluntades de sus víctimas (sin contar con una amplia red de corrupción e impunidad). Todo, para participar en las ganancias de un delito que arroja 150 mil millones de dólares al año a nivel mundial de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT).  

A pesar de estas utilidades, la trata de personas es un delito visible sólo al final del camino, cuando ya la explotación se consuma y la víctima está atrapada en la red criminal. Es cuando cientos de clientes caen en cuenta al llegar a una cantina, una fábrica, un burdel, una casa de citas, un antro y hasta un restaurante, que las personas ofreciendo servicios sexuales o trabajando de sol a sol son sujetas a un proceso de captación, traslado y sometimiento que ilustra el poder y alcance del crimen organizado.

Y así como los ciudadanos comunes podemos mirar hacia otro lado en el momento que presencia una escena de explotación contra otra persona, la propia víctima asume que no tiene salida o defensa posible. Es, sin exagerar, la esclavitud en pleno siglo XXI.

Sumemos otro punto al problema. Si logramos ubicar el delito, si la víctima asume que sufre una explotación, el dilema es ¿en dónde denuncio? ¿ante quién acudo? ¿qué tanto nos podemos arriesgar? ¿las autoridades harán algo?

Igual que ocurre con muchos otros delitos, la brecha de desconfianza es amplia y eso permite que la indiferencia prospere, cuando no la justificación de que las víctimas de trata están en esa situación por gusto o porque se lo merecen. Hace tres años nos involucramos en la lucha contra la trata de personas a partir de una llamada anónima de una mujer que uso el teléfono celular que le había entregado un custodio como premio de su obediencia, para marca al 5533-5533 aún a riesgo de su vida. Lo último que le dijo al asesor fue que lo hacía porque no quería que su situación le ocurriera a nadie más. Y luego colgó.

Desde 2013 el Consejo Ciudadano de la Ciudad de México opera la única línea nacional civil contra la trata de personas, un número gratuito, confidencial, anónimo y ciudadano que atiende 24 horas, los siete días de la semana. A través del 01800 5533 000 y con la colaboración de buenas autoridades (las hay) hemos proporcionado información vital para rescatar a cientos de víctimas y detener a casi la misma cantidad de tratantes y cómplices de estas redes.

Sabemos que al ser operada por ciudadanos genera confianza. Cada llamada –sea de un testigo, un miembro de la red o una víctima- cuenta con detalles tan específicos, que la autoridad actúa y da el resultado que exigimos como mexicanos. Tenemos la seguridad de que la Línea Nacional contra la Trata recibe al menos 5 veces más llamadas que cualquier línea oficial. En total son 2 mil 500 reportes en tres años que han modificado el mapa delictivo de la trata y ha creado un modelo exitoso de colaboración con autoridades de todos los niveles. Incluso, hay colaboración desde el año pasado con Polaris, la organización en Estados Unidos más eficiente en el combate de este delito del otro lado de la frontera.

La herramienta ha generado resultados y ha incrementado la confianza en la denuncia, sin embargo todavía estamos lejos de reducir o derrotar este delito. ¿Cómo hacer más visible este delito y sus diferentes modalidades? Información y difusión.

Polaris y el Consejo Ciudadano hicimos el anuncio del lanzamiento de la campaña #ATíQueTePrometerion contra la trata de personas. Esta no sería posible sin el apoyo de todas las organizaciones civiles legítimas que hacen un trabajo extraordinario en las calles del país o de autoridades responsables que hacen su trabajo en contra de grupos criminales bien organizados y mejor fondeados. De nuevo, información y difusión. Pero con un punto fundamental: entender cómo funciona el delito para desbaratar su cadena. Romper las promesas que estos delincuentes hacen y ayudar a cumplir con el deseo de cientos de víctimas de regresar a una vida mejor.

 

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