Foto: Wladyslaw Slewinski, El mar

Los cambios sociales y culturales que estamos viviendo son tan vertiginosos, que difícilmente nos dan tiempo para asimilarlos. De cualquier manera, son el resultado de procesos que nos han acompañado por largo tiempo, y que de pronto parecen converger en su presión.

Al inicio del año, el Secretario General y vocero del episcopado mexicano presentó un boletín de prensa en donde se llamaba “a todos los actores de la sociedad a recorrer el camino de la paz, la justicia y la solidaridad, resolviendo de manera inteligente y creativa los grandes retos que se nos presentan”. Se exhortaba “a las autoridades civiles a reconsiderar seriamente” la disposición del aumento al precio de los combustibles; a los ciudadanos a que “su descontento manifiesto y su malestar, comprensible, se encaucen a través de medios pacíficos y respetuosos de la ley”; se advertía que “la violencia genera violencia, destrucción”, y se concluía que “nuestros desafíos actuales debemos verlos como una oportunidad, una ocasión para asumir la responsabilidad” de cada uno “en los espacios sociales que habitamos y compartimos, dejando atrás la indiferencia, el egoísmo y la insensibilidad de unos con otros, causa del lastre de la corrupción, la impunidad, el abuso y la avaricia”. Con mirada positiva, se afirmaba que “la gran historia de nuestro Pueblo nos demuestra que en los momentos duros y difíciles hemos sido capaces de trazar caminos de virtud y solidaridad”.

Pocos días después, la Comisión Episcopal para la Pastoral Social, que integra la atención pastoral a las áreas sociales más sensibles, se ha sumado al boletín con un comunicado propio, en el que se pide “a todos que miremos a las comunidades, pueblos y barrios y nos dejemos interpelar por cada familia y persona que sufre, no solo por un aumento a los combustibles, sino por las décadas en las que la pobreza crece, la corrupción se mantiene y la dependencia de las decisiones en los grandes mercados internacionales se perpetúa”.

Recordando las palabras del Papa Francisco en Ciudad Juárez, los responsables de la pastoral social se preguntan: “Si el aumento a la gasolina era necesario por los precios internacionales de dicho combustible y el precio del dólar y no con fines recaudatorios, entonces ¿es necesario disminuir el impuesto (IEPS) que supera el 30% para minimizar el impacto de dicho aumento?” Sobre la afirmación de que el subsidio a la gasolina beneficia sólo a la clase rica, “¿quién absorberá el impacto en los medios de transporte de personas, transporte de mercancías, producción del campo y la industria, productos y servicios que también consumen los más pobres de México?” Y considera que también hay que preguntarse “si vivimos un tiempo de un Estado pobre, o de una recaudación insuficiente”, o bien “tenemos exceso de corrupción y robo al Estado por una serie de personajes que permanentemente dejan vacías las cuentas a nivel municipal, estatal y federal”.

El hecho es que, en la percepción de la gente, “los recursos de todos no son distribuidos de forma solidaria ni con el objetivo de romper con las asimetrías que se han generado por muchos años”. Además, es un hecho que “las crisis económicas internacionales son fatales para nuestra economía”, y “las elecciones y decisiones políticas de nuestros vecinos paradójicamente son tan importantes en nuestra dinámica como país, pero no tenemos siquiera la posibilidad de opinar”.

Su propuesta, entonces, es: “Promover con verdadero énfasis el fortalecimiento del mercado local, antes de poner en competencia productos de importación de los que dependemos, como lo hacemos hoy, apagando las iniciativas locales y la generación de empleos, especialmente los comunitarios y familiares. Facilitar la formación, implementación y seguimiento de proyectos desde la economía solidaria cuyo eje principal es el trabajo colectivo con igualdad de beneficios y responsabilidades. Que el ser humano y su trabajo tenga preeminencia sobre el dinero. Globalizar la cultura, la educación, la tecnología, la solidaridad y la paz. En las relaciones económicas necesitamos ser menos dependientes. Este no será un camino corto, pero podemos comenzar a caminarlo ya”.

Finalmente, a las comunidades cristianas se les recuerda que la fe “no puede ser vivida egoístamente, sin compromiso social, sin buscar el bien común”, y se les invita a evolucionar del asistencialismo a una mentalidad que favorezca que los individuos sean sujetos de su propio desarrollo.

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