Hace escasos días, mientras el flamante Subsecretario para América del Norte, Carlos Pérez Verdía, prometía que el gobierno de México nombraría a una persona de alto perfil como su próximo embajador en Washington —para corresponder así a la designación de la subsecretaria de Estado adjunta para el Hemisferio, Roberta Jacobson—, todo el mundo especulaba con la posibilidad de un ex Secretario de Estado.

Hoy, cuando todo parece indicar que el próximo embajador de México ante EU será Miguel Basáñez, son muchos los que se rascan la cabeza en los  mentideros de Washington mientras  intentan encontrarle sentido a una designación que prometía a un gigante de la diplomacia, pero que ha optado por un leal del viejo sistema priista que consiguió reinventarse como académico en EU.

Para muchos, la candidatura de Basáñez no encuentra mejor metáfora que la del Parto de los Montes, cuando los mortales se estremecieron con el bramido de la tierra, temiendo el nacimiento de un cíclope que, al final, resultó ser sólo un ratoncillo.

“La posible designación de Basañez no parece confirmar el anticipo de una persona de alto perfil y sí parece demostrar, en cambio, que México no le concede el suficiente interés o prioridad a su relación con Estados Unidos”, consideró un analista que pidió permanecer en el anonimato al transmitir la sorpresa que han causado las versiones sobre la candidatura de Miguel Basañez en Washington.

“Aún recuerdo que participamos en una conferencia juntos y la verdad no me pareció muy brillante. Si alguien me hubiera pedido apostar 10 dólares por su designación como futuro embajador de México, habría apostado sólo un dólar”, añadió.

En medio de reacciones encontradas, la posible designación de Miguel Basáñez ha avanzado en medio de comentarios dispares. A su favor, su conocimiento de Estados Unidos y el mundo de la academia. En su contra, el poco conocimiento que tienen de él en el Departamento de Estado y en el Capitolio.

“Evidentemente el gobierno de México estaría apostando por un hombre que conoce muy bien Estados Unidos, pero no estoy muy seguro que sea una figura de gran peso en los círculos políticos de Washington”, consideró un veterano mexicanólogo que pidió mantener su nombre en reserva.

“Pero, lo más importante quizá, es que sería un hombre próximo al oído del presidente Enrique Peña Nieto”, consideró a su vez Héctor Schamis, de la Universidad de Georgetown, al subrayar la que quizá sería la más significativa de sus fortalezas.

Para otros estudiosos de las relaciones bilaterales, el nombre y el trabajo de Miguel Basañez no son ajenos. Algunos de ellos, que lo conocen desde que Basañez trabajó como encuestador y analista e opinión en el gobierno de México, tienen una buena opinión de quien ha sido director del programa de reforma judicial en la Fletcher School de la Universidad de Tufts:

“Es un hombre íntegro, inteligente y conocedor de los Estados Unidos”, aseguró Andrew Selee, vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson.

“Es un hombre que tuvo una larga trayectoria en la política pública Mexicana, pero luego lo dejó para dedicarse a la investigación académica y fue el primer encuestador y analista de opinión pública serio en México, y de gran renombre a nivel internacional”, añadió.

Cuando el entonces candidato a la presidencia de México, Enrique Peña Nieto, inició en 2011 su gira por Estados Unidos para lamentar la “campaña negra” orquestada contra el PRI y recabar apoyos, la presencia de Miguel Basañez, un académico de la Universidad de Tufts, llamó poderosamente la atención de varios expertos en la relación bilateral que acudieron a un acto celebrado en el Centro Woodrow Wilson.

“Recuerdo que varios comentamos el hecho de que Miguel Basañez estuviera ahí. Desde entonces, nos llamó la atención su proximidad con el equipo de Peña Nieto”, recordó Armand Peschard-Sverdrup, investigador asociado del Centro Internacional de Estudios Estratégicos (CSIS).

“Pero hoy resulta aún más curioso sorprendente que Basañez, un académico, que no es diplomático de carrera y que además es un experto en el manejo de opinión pública e imagen, sea el nombre que suena como futuro embajador de México en Estados Unidos”, añadió Peschard-Sverdrup.

“Su posible designación, en momentos en que la imagen de México en EU no es muy buena (por la fuga de El Chapo Guzmán, la muerte de periodistas o los casos de corrupción), y su condición de outsider (foráneo) al aparato del PRI, es muy llamativa”, puntualizó el veterano conocedor de la relación entre México y EU.

Cualesquiera que hayan sido los criterios para colocar a Basáñez en la lista de finalistas a ocupar la embajada de México en Washington, una cosa es segura. Si la intención es buscar a un experto en el manejo de opinión e imagen, para contrarrestar la imagen sanguinolenta del país. O para meter bajo la alfombra los casos de corrupción, con historias como la fuga de El Chapo Guzmán como corolario de esa realidad de desgobierno y podredumbre, el intento ya esta condenado por adelantado al fracaso.

Otros antes que él, como Arturo Sarhukán, lo intentaron sin éxito para tratar de correr un velo tupido sobre la encarnizada guerra de Felipe Calderón. Una guerra que el gobierno de Enrique Peña Nieto ha sido incapaz de apaciguar.

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