Este último sábado acabamos de ver la última manifestación del movimiento que se hace llamar el “Frente Nacional por la Familia” en la Ciudad de México: miles se reunieron en el Auditorio Nacional y marcharon hasta el Ángel de la Independencia, protestando en contra de distintas iniciativas del Presidente Enrique Peña Nieto que, en su conjunto, pretenden garantizar los derechos de las personas LGBT. Si bien mucha atención se le ha dado al rechazo de este Frente a la diversidad familiar y su insistencia de que el matrimonio se debe acotar al conformado por un hombre y una mujer, no es esto lo único que rechazan. Se están pronunciando en contra de una cosa que llaman la “ideología de género”. El Frente ha logrado movilizar a las personas con una mentira: que a los niños y niñas del país se les enseñará en las escuelas que “no son niños y niñas” y que los padres llegarán a perder la patria potestad de sus hijos si no se “someten” a esta “ideología”, pudiendo incluso ser encarcelados por ello. Las iniciativas del Presidente, por supuesto, no pretenden, ni podrían llevar a semejante resultado.

Primero: las iniciativas del Presidente nada dicen sobre la educación en casa, ni tienen disposición alguna sobre la pérdida de la patria potestad, ni sobre el encarcelamiento de los padres. No hay manera de llegar al escenario apocalíptico que el Frente sugiere con las iniciativas del Presidente. Lo único que remotamente podría relacionarse con lo que el Frente sostiene es la instrucción que giró el Presidente para que toda la administración pública federal cumpla con el mandato que ya impone la Constitución de erradicar la discriminación por género y por preferencias sexuales en el ámbito de sus competencias. Este es un mandato, por supuesto, que aplica para la Secretaría de Educación Pública –que forma parte de la administración pública federal–, que tendría que analizar cómo se traduce a sus propias competencias. La SEP no tiene competencia para incidir en los hogares; ni tiene la facultad de quitarle la patria potestad a los padres, ni, mucho menos, de encarcelarlos.

Segundo: ya existe la obligación para las autoridades de impartir educación sexual libre de estereotipos en las escuelas. El fundamento de este derecho –porque es un derecho de los mismos niños y niñas– se deriva, a su vez, de distintos derechos. El primero es el derecho a la educación misma, que, según la Constitución, “tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él […] el respeto a los derechos humanos”, “será laica” y “se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”. El segundo es el derecho a la salud, que protege a la salud sexual y reproductiva. El Comité de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, , reiteró que este derecho otorga, a su vez, un derecho a la educación sexual y reproductiva, que garantiza que no sea discriminatoria, que esté basada en la evidencia, sea científicamente precisa y se imparta conforme a la edad. Por supuesto que los Estados tienen que tomar en consideración la edad de los niños y niñas en los programas educativos que diseñen e impartan. No se le puede otorgar la misma información a niños de 4 años, que a los adolescentes de 17. Lo mismo aplica para las matemáticas, que para la sexualidad. El tercer fundamento para la educación sexual libre de estereotipos es el derecho a la no discriminación, que protege a los mismos niños y niñas de que no sean discriminados ni por su género, ni por su orientación sexual, ni la de sus padres y madres. Esto está garantizado en la misma Constitución, en su artículo 1, y en la , en su artículo 2.

Son los mismos niños y niñas los que tienen derecho a recibir información sobre su sexualidad en las escuelas, que sea apropiada para su edad. Y los mismos niños y niñas tienen derecho a no ser discriminados por su orientación sexual, ni por su identidad o expresión de género. Si a una niña le gusta jugar futbol, nadie tiene derecho a violentarla por ello. Si un niño quiere traer el pelo largo, nadie tiene derecho a violentarlo por ello. Si un adolescente está enamorado de otro adolescente, nadie tiene derecho a violentarlo por ello. Si una joven quiere ejercer su sexualidad, tiene derecho a recibir la información que contribuya a que lo haga libremente y sin riesgos.

El Frente invierte el mundo que actualmente existe. Actualmente, son las niñas que despliegan comportamientos que la sociedad estima “de niños” las que son violentadas. Actualmente, son los niños que despliegan comportamientos que la sociedad estima “de niñas” los que son violentados. Actualmente, son los y las adolescentes que se asumen LGBT los que son golpeados y humillados. Vivimos en un mundo en el que los niños y niñas son discriminados porque no se adaptan a la visión de género y a la sexualidad, que la mayoría estima es la “adecuada”. Y la lucha es porque esta discriminación se erradique. Para que los niños y niñas no sean castigados, violentados, discriminados por cosas tan sencillas como los juguetes con los que juegan, la ropa que les gusta o los deportes que les apasionan. Para que los y las adolescentes no sean castigadas, violentadas o discriminadas por las personas de las que se enamoran o la sexualidad que despliegan.

La evidencia de lo necesaria que es la educación sexual integral en las escuelas existe. Primero: está el problema del embarazo adolescente, que está más que documentado y ha venido a la alza en años recientes. Una manera de reducir el embarazo adolescente es dándoles información (que está más que mostrado que, contrario a lo que mentes como las del FNF sostienen, retrasa el inicio de la vida sexual y contribuye a que se ejerza de manera responsable). Segundo: está el problema de la violencia sexual que sufren niños, niñas y adolescentes. Una de las formas de prevenir esta violencia sexual es, precisamente, con información. Tercero: está el problema de la violencia que viven los adolescentes LGBT en las escuelas. Recientemente se liberaron los .  El 62% de las personas encuestadas afirmaron haber sido violentadas en las escuelas. La escuela es el segundo espacio en el que más son vulneradas, después de las calles; y dentro de las escuelas, son los mismos profesores y compañeros los que más las violentan. La violencia va desde las burlas y los comentarios hirientes, hasta los golpes e incluso la suspensión o la expulsión . La educación sexual integral y libre de estereotipos es una forma de contribuir a que esta violencia cese. Y que quede claro: es la obligación del Estado combatir esta violencia porque nadie merece ser violentado por su orientación sexual o por el género. Nadie.

Los padres son libres de educar a sus hijos como quieran. ¿Quieren enseñarles a sus hijos que “ser maricón está mal”? ¿Quieren enseñarle a sus niñas que ser “puta” o “marimacha” es una atrocidad? Van. ¿Quieren enseñarles que hay una forma de “ser niño” o “ser niña”? ¿Que hay juguetes para niños y para niñas, colores para niños y para niñas, actividades para niños y para niñas, intereses para niños y para niñas? Van. Pero el momento en el que una persona sea violentada por ello, por su visión de lo que un niño o niña debe ser, perdónenme, pero ahí el Estado tiene el deber de intervenir. Esto no afecta su derecho a educar a sus hijos, porque este derecho no es ilimitado (como ningún derecho). Su derecho no pasa por encima del derecho a la integridad física y emocional de las personas. Su derecho no pasa por encima del derecho de las personas a no ser discriminadas y violentadas.

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