Por Juan José Díaz Infante*

Yo asumía que ser curador de arte requería de tener buen gusto, asumí erroneamente que era una necesidad. Mi tía abuela porfirista me confundió mucho en mi niñéz. Me enseñó valores. Me acordé, un día, platicando con Andreas Brockman, me dijo, cómo él no era curador, sino que se había vuelto curador porque pensó que lo podía hacer mejor. He estado leyendo atentamente varios de los artículos de Proceso, La Jornada, New Yorker, New York Times, El País y el  Excelsior sobre la exhibición del anillo hecho de las cenizas de Barragán. Me doy cuenta cómo un objeto de arte define la capacidad evolutiva de una sociedad y su discurso. Me he asignado la misión de comprender no la obra de Magid sino por qué el MUAC. Por qué ahí. Creo que me encuentro en una posición que no mucha gente tiene para poder entenderlo y quizá opinar. Por un lado he estado administrando los archivos de un arquitecto mexicano, el cual tiene obra importante y que aporta no solamente estilo, sino conocimiento, patentes y patrimonio, mi padre. Durante 30 años también he hecho curadurías y obra sobre arte de vanguardia, arte electrónico, spaceart, poesía experimental, fotografía y video. Conozco los códigos. Por favor luego no digan que no le entiendemos los fotógrafos.

Message to Jill: I still have some ashes of my father, a famous dead architect, available for jewelery purposes. I also, still have his personal and professional archives in Mexico. It is not the point. Dignity is the point.

Me surge un recorrido de ideas, que de ninguna manera quiero que se interprete que yo digo que la obra de Jill Magid no es arte, yo tengo un respeto absoluto al trabajo de cualquier colega, no estoy diciendo que debe de haber ningún tipo de censura al MUAC, ni estoy denunciando ninguna irregularidad. De una vez aclaro que no es mi intención ofender a nadie o tratar de generar ninguna acción políticamente incorrecta que desvíe la atención del tema a tratar. Es un recorrido de otro tipos de ideas de esta exposición que siento que son perturbantes para mí y las estoy compartiendo en este blog.

Es parte de la presentación de la "Barragan Foundation" establecer que Luis Barragán no tenía herederos como tal, que los derechos de su archivo estaban en manos de un socio llamado Raúl Ferrera y los archivos y derechos fueron vendidos por la viuda de Ferrera. Redacción complicada que no incluye a ningún familiar y que se vendió en Max Protectch Gallery en Nueva York. Una galería de arte contemporaneo que también manejó el acervo de Aldo Rosi y ha representado el acervo de Frank Lloyd Wright, Louisd Kahn, Buckminster Fuller, entre otros. El acervo fue vendido a Vitra una compañía de muebles, en Suiza, misma que le regaló el acervo a una nueva fundación, la Fundación Luis Barragan dirigida por Federica Zanco.

En medio de esta transacción aparece una misión de rescate planeada por Jill Magid por ahí del 2013 y que por lo que he leído sucede en el escenario Museo de Arte de Zapopan. Magid planea hacer un anillo de las cenizas de Barragán e intercambiarlas por su archivo profesional en Suiza. Se asume que Jill tiene permiso del gobierno de Jalisco y de un sobrino de Barragán de sacar las cenizas del Arq. Barragán de la Rotonda de los Jalisciences Ilustres. Asumo de alguna manera debe de haber un acta según estipula la ley federal al remover unos restos humanos de su nicho.  Es grave que haya especulación al respecto. El público en general se entera de esta transacción vía los medios un año después por un artículo en el Newyorker, Fernando González Cortazar aparece en el Proceso del 17 agosto del 2016, escandalizado del hecho y haciendo una analogía a Frankenstein que robaba cadáveres para avanzar la ciencia, aquí en Jalisco se toman los restos para hacer arte conceptual.

En El País del primero de diciembre del 2016 se narra en un artículo de manera confusa que 18 personas de la familia Barragán que asitieron a una cena en el Museo de Arte de Zapopan, en su redacción se puede inferir que no eran 18 de la familia sino que el grupo de los 18 se sumaban tambien parte de la Asociación de Arquitectura Tapatía Luis Barragán, ya que aparece Patrick Charpenel facilitando el contacto con Myriam Vachez. Dolores Beistegui, Miquel Adriá, Victor Alcérreca y Daniel Garza renunciaron después de que estalla el escándalo en la prensa mexicana. Adriá declara que la respuesta de la fundación fue muy "diplomática y cínica" y luego Arabella González sale con que "la fundación no puede censurar una obra artística, ni señalar a los miembros de la familia que aceptaron el proyecto". Todo se vuelve inmediatamente sospechoso que haya tantas versiones de una sola historia. Quién está velando por Luis Barragán, la arquitectura mexicana y la dignidad de nuestro patrimonio. Ahora resulta que hay respeto por una artista americana, pero no por una obra de toda una vida de un arquitecto mexicano. Aquí hay una contradicción de misión y visión. La secretaria de Cultura de Jalisco Myriam Vachez Plagnol en un artículo del Reforma de agosto 10 del 2016, dice "yo lo veo muy poético".

New York Times, nov 2013: "Es un caso de estudio de propiedad intelectual, es todo interesante. Es excitante como arte de una manera malvada, Jill Magid revela los demonios que se resvalan detrás de las fachadas de la probidad profesional y la pureza artística" Dejo el texto en inglés ya que no lo entiendo, "As a case study in intellectual property law, this is all interesting. Its excitement as art is in the wickedly understated ways that Ms. Magid reveals demons lurking behind facades of professional probity and artistic purity."

Ahora, en pleno 2017, el MUAC decide que debe de haber una exposición de este plan de rescate y gastarse más de un millón de pesos en la exposición. No en comprar archivos de un arquitecto mexicano, sino en la anécdota de un rescate de un acervo que no se rescató a tiempo. Para esto se establece la "Doctrina Volpi" de no interferencia que puedo interpretar como "por mi raza hablará un comité".

Cito a Daniela Blancarte, estudiante de Arquitectura de una nota en mi muro de facebook: "Creo que como país tenemos una noción completamente ajena de lo que en realidad significa salvaguardar el patrimonio. El hecho de que ya exista una bibliografía sobre la obra de Barragán, con algunos ejemplares de muy alta calidad, no es suficiente para asumir que ya se registró todo lo que pedía ser registrado y catalogado. Un archivo es un material de investigación del que no solamente se hacen libros y catálogos. Es un material de constante consulta y referencia, cuya lectura cambia conforme nos acercamos a él en distintos momentos y con distintos propósitos. Parece que el arte en México es visto como objeto de consumo, y si una obra promete conformar una exposición que será muy visitada, la pregunta por lo correcto es la última en discutirse, sí es que llega a ser tema de discusión. Lo cuestionable del MUAC es que se pensó para ser un lugar que apoyara a artistas contemporáneos nacionales y después internacionales, a dar difusión a su obra, y parece que ahora las exposiciones obedecen a un criterio basado en el mayor número de visitantes posible. Si esto sucede con el único Pritzker mexicano, y el arquitecto referencia de la mexicanidad, la imagen de lo que pasa con la obra de otros arquitectos mexicanos de importancia no es para nada esperanzadora. Lo más triste es que mucho de ese ataque al patrimonio nace de las manos de otros arquitectos. Ya vimos lo que pasó con la casa de Enrique del Moral en la Colonia Daniel Garza, o lo que sucedió con el Súper Servicio Lomas de Vladimir Kaspé. El patrimonio de los arquitectos se violenta, y cuando se esperaría que fueran ellos quiénes reaccionaran al respecto, la única respuesta es el silencio"

Aparentemente hay varias versiones de la historia y según leo y según el artículo de Proceso de fecha 19 abril del 2017 , se publica una carta a Cuauhtemoc Medina, curador del MUAC: “Los herederos del arquitecto Luis Barragán Morfín no todos fuimos convocados a esas reuniones, por eso pido se me informe de los ‘acuerdos’ a los que llegaron, y si Hugo Barragán Hermosillo es la cabeza de este gran negocio, que nos invite. Soy Emma Rosa Barragán Flores, hija del ing. Juan José Barragán Morfín y media hermana de Hugo… No me parece correcto el negocio que están haciendo con archivo, planos y cenizas de mi tío, yo también soy heredera y no se me comunicó nada… yo soy su sobrina (de Luis Barragán) y me niego a que hagan ese anillo, es una locura…”

El New Yorker del 1 de agosto del 2016, editó esta historia del archivo Barragán: "The family members took a vote and agreed unanimously. “They became conceptual artists,” Magid recalled. 'Here they were debating the tiny details of how the ring could go on tour, how long it could stay in Mexico, how I would propose. It was amazing'." En español sería que hubo una reunión de los miembros de la familia, que hicieron una votación y que estuvieron de acuerdo de manera unánime. Se conviertieron todos en artistas conceptuales, dice Magid. Estaban todos debatiendo los pequeños detalles de cómo el anillo iría en itinerancia y cuánto tiempo estaría en México, como lo proponía. Era fantástico". No he podido encontrar documentación de la correspondencia entre Jill Magid y Federica Zanco y dentro del sitio de la Barragan Foundation, no hay mención de que haya una mínima intención de regresar nada a México. Más bien el tono de la información es que los derechos de autor de publicación y de uso de cualquier obra de Barragán requieren de permisos del dueño y de la fundación. Dice claramente que cualquier solicitud se responderá en caso por caso y refieren al tratado de Berna de 1886 conocido como la convención de Berna de protección del derecho autoral que México firmó junto con otros 171 países.

Solamente encontré una carta de Luis Barragán alterada por Magid dirigida a Federica, como parte de la exposición y solamente puedo inferir que Jill tiene correspondencia con Federica Zanco ofreciéndole un anillo de diamantes hecho de las cenizas del Arquitecto Barragán para regresar el archivo Barragán a México. En la información que pude recabar el anillo es propiedad de Magid y de la familia Barragán, pero el archivo queda en un México como abstracto, no dice ni cómo ni a dónde iría o quié se haría cargo o cómo.

Salvador Valdés en mi muro escribe: ""

Según mi investigación el archivo profesional de Barragán estuvo en México en un principio antes de irse a Nueva York y Suiza y nadie generó la gestión adecuada para que se quedara. Mis impuestos y mis donaciones a la UNAM no siento correcto que se usen en traer una artista extranjera que me aleccione en que los archivos y el patrimonio no se deben de vender al extranjero. La cuestión curatorial sobre esta exposición debería de girar sobre Barragán y no sobre Magid y, la pregunta es qué es lo que hubiese querido Luis Barragán y cómo lo hubiera resuelto él mismo si tuviera que escoger esta situación. Ese es el subtexto de toda esta historia. El curador es responsable de dar contexto y aterrizaje al público de manera exitosa a una idea de arte. Tuve la fortuna de conocer a Don Luis y a Goeritz y fotografié la Casa Gilardi alguna vez para la Revista Arquitecto. Conversando con Barragán acerca de la obra que él consideraba que realmente reflejaba lo que él quería decir como arquitecto, reflexionó que era el Convento de las Capuchinas de Tlalpan. El convento de las Capuchinas Sacramentarias del Purísimo Corazón de María, financiado por Barragán era su regalo personal a la comunidad religiosa.  Creo que si tomáramos en cuenta a Barragán en esta decisión sobre sus restos, hay que respetar así como se repetan los derechos de Magid y del MUAC, respetar que él era católico, amenudo compraba flores para el convento y "no era una gente de adornos" como diría Villoro en su artículo de la semana pasada en el País. Saber de arte, es saber respetar el tema que uno está tratando. Una discusión constante en la fotografía en saber preservar la dignidad del sujeto.

La familia Barragán tiene absoluto derecho de disponer de los restos de don Luis como él haya dejado indicaciones, solamente puedo inferir que sus restos estarían en harmonía esparcidos, enterrados, depositados con las Capuchinas. Y si no hay un archivo que consultar, está este convento, donde un puede sentir el amarillo, la altura y el silencio y platicar ahí con el arquitecto imaginando su rastro, imaginando su experiencia, a veces eso es lo que uno necesita es saber observar, saber pensar, para comprender una arquitectura de un poeta como lo era Barragán. "Como católico que soy he visitado con reverencia los conventos que heredamos de nuestros antepasados, nunca ha dejado de conmoverme el sentimiento de paz y bienestar que se apodera de mi espírtitu. Como me gustaría que se reconociera en alguna de mis obras las huellas de esa experiencia."Luis Barragán

Juan José Díaz Infante*

Poeta, fotógrafo y artista Interdisciplinario, hijo del arquitecto del mimso nombre Juan José Díaz Infante.

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