Por Manuel Bayo Gisbert*

Ayer jueves sucedió lo que todos temíamos, pero que, muy en lo profundo, sabíamos que iba a ocurrir. La Bienal de la Ruptura transmitió fuerte y claro su nuevo dogma: “si no te gusta nuestra exposición eres un ignorante”. Leyendo entre líneas, parece ser que más bien lo que quisieron decir fue: “si tú crees que la fotografía es tomarle fotos a cosas o personas, lo que tú debes tomar no son fotos, sino la próxima máquina del tiempo a los años 50”.

Contrario a lo que podría pensarse a simple vista, los culpables aquí no son los artistas. La situación que se expuso el jueves en la primera presentación de autores es más compleja de lo que parece ser; el problema no yace en que se están inscribiendo obras con cualidades artísticas y fotográficas cuestionables (y que estas mismas están ganando), en realidad lo que pasa es que la Bienal está tomando una ruta que no le corresponde.

Los curadores del concurso están tratando de meterse en terreno asignado al MUAC o al Museo de Arte Moderno, pues tratan de abandonar el concepto tradicional de la fotografía y abordarla desde un punto de vista similar al de las artes plásticas, la pintura y la escultura.

Todo esto fue saliendo a la luz paulatinamente. Primero la directora del Centro dio un bonito discurso de inclusión y de justificación. En él se explicó como el fin último de las charlas era integrar los procesos de creación y puntos de vista de los autores con la opinión del público.

Claro, es más fácil decirlo que hacerlo; de las casi tres horas que duró esta mesa, ni un segundo se vio realmente aquella intención. Las cuatro intervenciones en las que permitieron participar al público, fueron ridiculizadas por los artistas y los curadores.

Lo que realmente me dejó esta charla es la impresión de unos artistas ensimismados y burócratas burlándose de un público que no es lo suficientemente “intelectual” para entenderlos a ellos o a las obras expuestas.

La parte más triste de este cuento es que estas personas no son ningún Sol LeWitt que haga que no extrañemos ver fotografía real, pura y dura dirían algunos, en las paredes de la Bienal.

Por ejemplo: Diego Berruecos no dio un sólo argumento que no estuviera ya plasmado en la cédula de su serie para justificar la misma; en su lugar uso 10 minutos de su tiempo para echarle porras a Ruscha, la inspiración de su trabajo. El clímax de su participación se dio cuando declaro: “Yo no tome todas las fotografías”. En la sala se hizo un silencio y después se escucharon susurros.

Claro, rigiéndonos por la forma de pensar de la bienal esto es lógico, pues es más obra conceptual que fotografía. Aun así, su pieza sigue y seguirá siendo una simple copia de una pieza de hace 50 años. Si algo hay que reconocerle, es que al menos fue el más ameno de los allí presentes.

Y no, no toco en ningún momento la controversia del supuesto conflicto de interés que podría haberlo llevado a renunciar a su premio.

Por otro lado, Jota Izquierdo mostró una actitud pedante, y grosera; interrumpió a cuantos pudo, sobrepasó sus tiempos, miraba su celular cuando otros hablaban y defendió su trabajo contando el proceso creativo que, por si no lo recuerda, ya estaba resumido en la ficha. “Lory Money Featuring…” es un acercamiento vulgar a un tema importante y serio como lo es la migración.

Sobre Bruno Bresani poco se puede decir, pues tomo una actitud pasiva durante toda la exposición; ocupó el micrófono poco tiempo y se limitó a concordar con sus colegas reiteradamente, aportando poco.

Algo interesante que se puede resaltar de su retórica es que uso “bolitas de pólvora” en vez de cohetes pues “25,000 cohetes no caben en un espacio tan pequeño”. Cabe preguntarse si unas bolitas de pólvora cuentan como cohetes.

Ricardo Cárdenas, a diferencia de los demás, tuvo éxito en la mesa y se refirió incluso al destino que le espera a su obra una vez que termine su ciclo de estadía en la Bienal: “revelaré las fotos (de mi obra) para ver que tanto han cambiado, que huellas nuevas han quedado”, dijo después de contar como las personas han maltratado su instalación fotográfica en la Bienal.

El intercambio de opiniones dejo mucho que desear. Los artistas y  el personal del centro se comportaron groseros con el público para después burlarse por no entender las referencias a Walter Benjamin. ¿No iban a ser inclusivos?

Si Amanda de la Garza o Sergio Rodríguez Blanco están leyendo esto, me gustaría comunicarles algo: no está mal tener límites. Si es un concurso de fotografía, es un concurso de fotografía. Punto. ¿Acaso creen que no hay otros espacios donde los artistas plásticos pueden exponer su obra? ¿Acaso creen que no hay granjas donde se pueden colgar alambres de púas y pelos de vaca?

También me pregunto: ¿para dónde vamos? ¿En la próxima Bienal una escultura pasará por foto? ¿O será que traerán a la vaca entera y la dejaran libre, vagando por el Centro de la imagen?

*Manuel Bayo Gisbert

Estudiante de comunicación en la Universidad Panamericana. Ama el arte y aspira ser cineasta y fotógrafo profesional. Nació en la Ciudad de México en 1997.

Nota de la redacciónAl cierre de esta columna nos enteramos de buena fuente que la revista CUARTOSCURO, retiró hace unas semanas su patrocinio para esta Bienal. Solicitando se quitara su logo de las paredes del Centro y de su página oficial.

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