Por Juan José Díaz Infante*

Asumiendo sin conceder que un alambre de púas es una fotografía, o que una bienal de fotografía contemporánea no requiere de fotografías, igual estoy asumiendo que no hay un conflicto de intereses si uno de los ganadores del premio de adquisición de la Bienal de Fotografía es hermano de un directivo de una de las empresas patrocinadoras.

Me parece que no es sospechoso, sino natural, algo de nuestros tiempos que esa empresa desapareció misteriosamente después de que no hubo un conflicto de intereses. No sé cómo intepretar que 40 intelectuales acusen en una carta pública a un periodista -por el tono en que escribió- de violencia de género y fallan de que se retracte en el periódico.

Igual no sé cómo interpretar las retracciones posteriores en privado con el periodista que han tenido algunos de los firmantes de esa carta pública al darse cuenta de lo que firmaron.

Igual ya mejor asumo, que ya con tantas licencias, que es natural la práctica de una institución que depende de la Secretaría de Cultura, de contrarrestar la tendencia de votación del público de una página de medición de popularidad de facebook para subir su rating.

Asumiendo lo anterior como "normal", sigo desconcertado de cómo se ha generado una dinámica de variso textos en la red de absoluta negación, donde se ha asumido que no hay ningún problema adicional con la Bienal de Fotografía, sino que  cualquier otra observación es un malentendido con un público que es anacrónico y desinformado. Mi tía Lupe, una señora de 78 años, salió muy decepcionada del Centro de la Imagen.

Quiero hacer constar que mi tía Lupe, la cual visitó la Bienal no es una señora desinformada, ella ha visitado cuando menos 150 exposiciones de fotografía durante los últimos 30 años en Houston, Los Ángeles, Montreal, Nueva York, París y Moscú. Es dueña de un mundo de libros de fotografía desde esos que editaba TIME-LIFE hasta unos de Sebastian Salgado, Joan Foncuberta, Susan Sontag y José Hernández Claire.

Conoce bien la historia de las bienales en México y está inscrita a la revista Aperture. Tiene su propio smartphone y utiliza todas las tecnologías. Conoció personalmente a Raquel Tibol, Juan Rulfo, Dick Higgins y a Antonio Reynoso. Mi tía Lupe no desconoce el arte contemporáneo, ha visitado exposiciones importantes en México y el extranjero como la Bienal de Venecia, ARCO, la Bienal de Estanbul, la Bienal de Poesía Experimerimental, entre otras muchas exposiciones y es una coleccionista de libros de arte de toda índole. Qué calificaciones se necesita para decir que la expo no funcionó.

Despejemos finalmente esa duda, el público de cualquier museo del mundo no tiene porque ser un experto en arte contemporáneo, un público promedio va a aprender, quizá otro público vaya a complementar un proceso educativo, otros van a disfrutar una experiencia. Cuando esa experiencia no se da, no es entendible, no se puede aprender, no complementa un proceso cultural y la experiencia solamente dice algo a un grupo selecto, es una experiencia mal diseñada. NO ES PARA EL PÚBLICO. Me aprece que descalificar al público y seguir ofendiendo al gremio sigue sin resolver la Bienal.

En mi mundo siento que los más indicados de hablar de fotografía deberían de ser fotógrafos. Tratando de aclarar mi cabeza y porque tengo cierta deformación arquitectónica, el ejemplo que me viene a la mente es un Colegio de Arquitectos que no está dirigido por un arquitecto o varios arquitectos o el gremio de la arquitectura.

Lenguaje y conversación son más que educación, cuantas veces al día fallamos en comunicar nuestras  ideas. Todos los que han observado un partido de beisbol, han visto como hay un código de señales entre el pitcher y el catcher y entre los entrenadores y distintos jugadores para establecer las estrategias en distintos momentos del juego.  Es evidente que si el pitcher cambia las señales sin avisarle al catcher no hay manera de comunicación eficiente y aquello se vuelve un ritual donde nada tiene sentido, sin importar la sofisticación o validez del nuevo lenguaje del pitcher.

“En el conversar construimos nuestra realidad con el otro. No es una cosa abstracta. El conversar es un modo particular de vivir juntos en coordinaciones del hacer y el emocionar. Por eso el conversar es constructor de realidades. Al operar en el lenguaje cambia nuestra fisiología. Por eso nos podemos herir o acariciar con las palabras. En este espacio relacional uno puede vivir en la exigencia o en la armonía con los otros. O se vive en el bienestar estético de una convivencia armónica, o en el sufrimiento de la exigencia negadora continua.”  Humberto Maturana Juan José Díaz Infante*


Artista multidisciplinario


Imagen : Apuntes de una negociación 2015
Poesía Visual

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