No bien acaba de comenzar el Año Nuevo Chino, esta vez representado por el mono, cuando ya se empiezan a sentir los efectos de su presencia en la sociedad china y en la vida de todos los que aquí habitamos: contaminación, gasto excesivo y explosión demográfica.

De los 12 animales del zodiaco chino, el mono es considerado por los chinos uno de los más auspiciosos, pues es despierto, travieso, alegre y una de las máximas obras de la literatura clásica china tiene como personaje a un mono - Viaje al Oeste, donde Sun Wukong es el héroe de muchas aventuras.

Por ello, muchos chinos desean que sus hijos nazcan durante este año, para que su horóscopo chino corresponda al mono. Y si a este deseo sumamos el hecho de que ya se relajó la política del hijo único, y ahora las parejas chinas pueden tener dos hijos, todo apunta a que en este año habrá muchos millones más de chinos en este planeta.

Para muestra basta un botón. Muchos hospitales ya cuentan con camas reservadas para mujeres que darán a luz en la primera mitad del año. En la ciudad de Jiaxing, a 100 kilómetros de Shanghai, ya no hay camas disponibles para reservar para un nacimiento, pues todas están reservadas, al menos hasta junio de 2016.

Y las autoridades de planeación familiar de china estiman que esta nueva política que permite a las parejas tener dos bebés, añadirá de 17 a 21 millones de recién nacidos cada año, durante los próximos cinco años.

Tener un bebé nunca ha sido barato, y China no es la excepción. Algunos hospitales cobran hasta 24 mil yuanes (que son como unos 3 mil 600 dólares) por nacimiento. Y la vida en las grandes ciudades, como Beijing es cada día más costosa.

Sin ir más lejos, y también como consecuencia del Año Nuevo Chino, este año, los chinos gastaron millones de yuanes en regalar los famosos “hongbao” o “sobres rojos” que contienen dinero y que se regalan tradicionalmente durante la fiesta. Sólo que ahora ya cada vez son menos populares los sobres rojos físicos, y la gente prefiere enviar el dinero de forma digital.

El servicio de mensajería instantánea más popular en China es WeChat, es parecido al WhatsApp, pero ofrece más servicios, uno de ellos, el de ser como un “banco digital”. Se puede guardar dinero en la cuenta de usuario, pagar con ella y transferir dinero a otras cuentas.

Pues a través de WeChat, durante la víspera del Año Nuevo se enviaron 8 mil 80 millones de sobres rojos, alcanzando el récord de 409 mil sobres rojos por segundo. Y ese es sólo uno de los muchos gastos que se tienen que hacer con cada nuevo niño.

Otra cosa a la que tendrán que enfrentarse los nuevos “monitos” (ojo, no es despectivo, a los nacidos en el año de un animal, se les dice como al animal, por ejemplo, yo soy caballo) es la contaminación. En lo personal, me daría terror dar a luz a un bebé en una ciudad que alcanza los niveles de contaminación de aire que a veces alcanza Beijing, pero como diría el programa de TV, “aquí les tocó vivir”.

Como les comenté antes, el Año Nuevo Chino es la época en que los chinos viajan al interior de su país, se trasladan de una provincia a otra, para ver a sus familiares, y las grandes ciudades parecen desiertas. Beijing es de las primeras en “vaciarse”, y por ende, los que aquí nos quedamos, gozamos de cielos azules y vagones del metro casi vacíos.

Pero todo eso cambia radicalmente precisamente la noche vieja. Este año me fui con una amiga al tradicional barrio de HouHai, pues mis rumbos están muy alejados del centro o de los barrios más alegres de vida nocturna, y HouHai es uno de los escenarios más tradicionales que se pueden encontrar en Beijing.

Se encuentra al norte de la Ciudad prohibida, debe su nombre al lago que pasa por ahí, que es atravesado por un puente de piedra, de tradicional diseño chino, custodiado por  dos esculturas de leones. A orillas del lago se extienden las casitas bajas de techos de teja y puertas rojas, muchas de las cuales se han transformado en establecimientos comerciales, pero por fuera su encanto se mantiene intacto. En invierno, el lago se congela y la gente va ahí a patinar.

Pues hasta allá me fui en noche vieja a ver qué se cocinaba, y al parecer no me equivoqué, pues volví a atestiguar la explosión de colores en el cielo que recordaba de mi primer Año Nuevo Chino en Beijing. En plena calle la gente lanzaba los fuegos que estallaban en mil colores con un fondo de impenetrable negrura, casi como si las estrellas se desparramaran con cada atronador sonido.

El espectáculo se extendió por casi una hora, y claro, como era lógico, terminamos todos los ahí presentes, envueltos en una nube de humo con olor a pólvora. Y el cielo limpio termino en gris. Los reportes de las autoridades no se hicieron esperar, en cuestión de minutos pasamos de contaminación cero, a nivel “peligroso”, que se disipó a la mañana siguiente con los vientos de la madrugada.

Pero los petardos y los fuegos artificiales no han dejado de sonar en los últimos días. El viernes  12 será la última oportunidad que tengan los chinos de entregarse al júbilo de las fiestas por el Año Nuevo Chino. El domingo 14 comienza la semana laboral (los chinos tienen un sistema de días feriados, por medio del cual todos los trabajadores tenemos que compensar los feriados trabajando los fines de semana) y Beijing se sumergirá de nuevo en el ruido, las prisas y el mar de gente.

Ojalá la contaminación fuera sólo por petardos de alegría, pero para los niños que nazcan durante el Año del Mono, la lucha por la supervivencia está sólo por comenzar.

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