Por Rita Funaro

En los últimos años, los que propugnan un gobierno limitado, tanto en el mundo desarrollado como en vías de desarrollo, han adquirido una fuerza considerable, afirmando que las burocracias grandes producen ineficiencia y corrupción, ahogan la iniciativa e interfieren en la privacidad personal. Sin embargo, hay al menos un ámbito (probablemente entre otros) en el que esa pasión por un gobierno limitado puede estar equivocada. La necesidad de garantizar el desarrollo exitoso de los niños es tarea del gobierno, no solo de sus padres.

¿Por qué debería involucrarse el gobierno en la crianza de los niños, un ámbito que por definición pareciera ser responsabilidad de los padres? Hay al menos cinco buenos razones a favor de la intervención del gobierno en lo que se suele considerar un asunto familiar:

1. Los niños tienen sus propias identidades e intereses legales -diferentes de los de sus padres- que merecen ser protegidos. La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, firmada por 194 países, obliga a los estados a garantizar su bienestar. Los niños son individuos con derechos legales y son iguales ante cualquier ley y política.

2. El bienestar de los niños influye no sólo en ellos mismos y en sus familias sino en el conjunto de la sociedad. Los niños que se desarrollan plenamente en los primeros años tienen más probabilidades de convertirse en ciudadanos productivos, de contribuir a una economía próspera y a una democracia equitativa. La inversión en el bienestar de un niño genera retornos a largo plazo e influye en la prosperidad y viabilidad de la sociedad en el futuro.

3. Los padres no siempre hacen los sacrificios adecuados por sus hijos. Las familias con recursos limitados se enfrentan a prioridades que compiten unas con otras, como invertir en necesidades de la familia, comprar ropa o mandar a su hijo a la escuela o al médico. En ese contexto, poner la prioridad en un hijo o una hija puede significar renunciar a necesidades presentes a favor de recompensas cuyos plenos beneficios serán aprovechados por el niño sólo cuando sea adulto, ya sea en sus habilidades profesionales o en su salud. Desafortunadamente, algunos padres no son lo bastante pacientes ni altruistas para hacer esos sacrificios.

4. Los padres a veces carecen de la información necesaria para tomar las decisiones adecuadas. En ocasiones, no entienden la conexión entre las experiencias en la primera infancia y los resultados positivos más tarde en la vida. La importancia de los jardines de cuidado infantil es un ejemplo clásico. En los años setenta, los niños de familias de bajos ingresos que fueron asignados al azar a jardines de cuidado infantil de alta calidad en Carolina del Norte tenían menos probabilidades de abandonar la escuela secundaria y más probabilidades de ir a una universidad durante cuatro años a los 21 años. Sin embargo, puede que los padres de hogares pobres que no son conscientes del rol fundamental de los jardines de cuidado infantil no aprovechen la oportunidad, incluso cuando lo que está en juego son los intereses de su hijo.

5. Los padres no siempre tienen los recursos para invertir en sus hijos. Pensemos en los problemas médicos. Un niño con cataratas puede necesitar una operación para que su visión se desarrolle normalmente. La operación podría salvar al niño de graves problemas de visión que afectarían su bienestar y su productividad en la edad adulta. Sin embargo, para pagar una operación de ese tipo, los padres necesitan dinero en efectivo o, en su defecto, la capacidad de pedir un préstamo. Puede que los mercados de capital no proporcionen a los padres el dinero a cambio de parte de los retornos en el futuro generados por esa inversión en el niño.

Los niños no son educados sólo por sus padres, ni deberían serlo. Es una tarea demasiado importante y difícil para que la carga descanse únicamente sobre la madre y/o el padre. Los familiares, otros proveedores de cuidados, los maestros y el gobierno también influyen en cómo se moldean las experiencias que los niños acumulan en el hogar, en los jardines de cuidado infantil, en la escuela y en la sociedad en general. La mejora de esas experiencias moldeará a lo largo de muchos años las vidas de los niños y la faz de las sociedades en que viven. Es evidente que el bienestar de los niños tiene importancia por motivos tanto éticos como económicos, y las políticas públicas tienen un rol vital que jugar en el desarrollo de niños para que sean felices, sanos, bien educados y que crezcan y se conviertan en adultos social y económicamente productivos.

El rol de las políticas públicas en la crianza de los niños constituye el objeto central del número de la serie de publicaciones insignia del PIB, Desarrollo en las Américas, de 2015, titulado Los primeros años: El bienestar infantil y el papel de las políticas públicas.

¿Crees que la crianza de los niños es también responsabilidad del estado o puede ser dejada a “los Reyes Magos”? Comparte tu respuesta en la sección de abajo o menciona a @BIDgente en Twitter.


Rita Funaro es la Coordinadora de Publicaciones y del Programa de Difusión del Departamento de Investigación del BID.

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