Fue la estrella del Autoshow de Detroit,

o al menos así lo juzgamos en Autopistas . La expectación por él, en enero pasado, era inmensa. No solo se trataba de la nueva generación de uno de los sedanes medianos más exitosos de la historia (y el más vendido en Estados Unidos); también se revelaba como el primer vehículo en utilizar la plataforma Toyota New Global Architecture (TNGA), la apuesta tecnológica clave de la armadora japonesa para fabricar autos de forma más eficiente. O eso afirmaba Robert Carter, Vice Presidente Senior de Automotive Operations de Toyota en Norteamérica.

En los pasillos de Detroit también se decía, de forma no tan oficial, que l a nueva plataforma nacía con la misión de agregar virtudes dinámicas a la línea de Toyota por venir. Autos más equilibrados, mejor ajustados, más precisos en su conducción y, definitivamente, más emocionantes. Un objetivo muy ambicioso, sin duda, pues la oferta para el mercado familiar de la marca jamás se distinguió por esos atributos. Así que el Camry no hacía más que acumular buenos augurios.

El mensaje era claro: el sedán japonés más americano de todos quería una nueva vida, no tan previsible, no tan conservadora. Si alguien tenía dudas, junto al brillante ejemplar en color rojo en el pabellón de Toyota se exhibía también su encarnación para Nascar. Radical.

Los meses pasaron como agua. La fecha ha llegado, y aunque parezca increíble, el Camry 2018 se empezará a vender en México a pocas semanas de que arrancara su distribución en Estados Unidos . Sí, Toyota en nuestro país no quiere perder el tiempo. Sabe que tiene un sedán ganador, incluso a mitad de una temporada en la que los mayores focos se posan sobre los SUV.

Hemos conocido ya al Camry.

Manejamos la versión SE, bastante curiosa (agrega elementos de deportividad más allá de lo cosmético pero se limita en otros renglones de equipamiento); hemos comprobado su impacto visual y la calidad de sus materiales. No conocemos su gama de precios todavía, aunque si nos preguntan diremos que por el Camry que tuvimos entre manos bien podrán pedir cerca de $450,000.

Ancho, bajo, deportivo.

Este es uno de esos autos que no defrauda a la hora de verlo en vivo. No solo es fotogénico. Transmite dinamismo a causa de varios factores: los planos de techo y cofre están casi 3 cm más abajo que en la generación anterior (afirma Toyota), al tiempo que el ancho entre vías también aumenta marginalmente. Y eso, señoras y señores, se nota en la forma en que se planta. Además, hay elementos aerodinámicos (o, digamos, de ‘sugerencia aerodinámica’) notables pero no exagerados, como los leves faldones laterales, el difusor trasero y un alerón apenas propuesto, y que remata con mucha naturalidad el extremo del cofre. De nuevo, hablamos de la versión SE.

Sin embargo, el impacto visual corre por cuenta del diseño frontal,

con fascias y parrilla que son la conclusión lógica del lenguaje recientísimo de Toyota. Lo que nosotros llamaremos (a falta de una mejor definición) el ‘respiradero del casco de Darth Vader’, se muestra completo en la versión deportiva SE, pero no ocurre lo mismo, por ejemplo, con la XLE, que ya nos consta que opta por una parrilla y remate inferior más ‘tranquilo’, con líneas horizontales.

Bien, el asunto de las versiones: la SE incluye paletas de cambios al volante para la muy eficiente transmisión automática secuencial de ocho velocidades (una de las mejores noticias en el Camry, alejado, por fortuna, de las CVT). En efecto, quiere sumar deportividad. Otros detalles lo apoyan, como la combinación de piel y tela de tacto exquisito en los asientos. Sin embargo, ¡no cuenta con sistema de navegación! En el renglón del infoentretenimiento esta versión es más bien limitada. La XLE sí que tiene navegación, y otros detalles como el freno de mano electrónico. Pero no cuenta con paletas al volante. Lo que está haciendo Toyota es segmentar con mucha claridad el tipo de consumidor (o ajustar de forma milimétrica los costos).

La cabina, por cierto, es un lugar muy agradable. 

El esfuerzo de diseño está en la consola central. Una especie de ‘trazo orgánico curvo’, a manera de ola, baja hacia el túnel de la transmisión dejando un espacio de almacenamiento muy ingenioso. La pantalla touchscreen no salta a la vista, sino que está integrada (¿camuflada?) en un enorme panel central negro con acabado muy cercano al piano black. Solo sobresalen perillas de tamaño preciso (y tacto premium).

Solo el cuatro cilindros.

No, en México no llegará el motor V6 de 3.5 litros que sí existe en Estados Unidos (el simple hecho de que Toyota conservara este propulsor ya era sorprendente). ¿Estaríamos decepcionados? Para nada. El cuatro cilindros en línea de 2.5 litros, con bloque de aluminio, es muy saludable en lo que a torque se refiere (178 libras-pie y 201 caballos de fuerza). Tiene viveza más que de sobra y, gracias a la automática de ocho, debe ir más que sobrado en autopista. Un detalle sorprendente: el sonido del motor a partir de 4,000 rpm no nos parece propio de un cuatro cilindros, aunque quizás el mofle doble de escape, modificado para esta versión, tiene algo que ver al respecto.

La construcción es de roca sólida.

Esta plataforma avanzada, por lo pronto, es excelente en cuanto a rigidez. No tuvimos oportunidad de probar su agilidad y capacidad de curveo, pero puedes esperar una prueba de manejo a fondo. Este Camry es cosa seria.

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