El 170 aniversario de la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo —2 de febrero de 1848— coincide con la actual renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Ambos han sido cruciales y definitorios de nuestras relaciones con Estados Unidos, pero de naturaleza e implicaciones diametralmente opuestas. El primero puso fin a una injusta y reprobable guerra de conquista, estipuló la perdida de la mitad de nuestro territorio original (2 millones 500 mil km2), y dejó ver que en lo sucesivo viviríamos a la sombra de una expansiva potencia imperial con ambiciones globales. Por el contrario, el TLCAN formalizó un distinto tipo de relación caracterizada por la coexistencia pacífica, la interdependencia asimétrica, la cooperación y la integración económica regional.

Durante casi siglo y medio (144 años de 1848 a 1992) pasamos de un extremo al otro, siendo la transición difícil, sinuosa y muy conflictiva. Padecimos otra perdida territorial —76 mil 895 km2 por la venta forzada de La Mesilla en 1853—, serios conflictos políticos y económicos, varias intervenciones militares como la de Veracruz en 1914 o la del general Pershing de 1916-1917, nuevos rompimientos de relaciones diplomáticas, etcétera, etcétera. No obstante, el determinismo geopolítico, las necesidades mutuas y los factores externos continuaron estrechando la interdependencia. Tras la expropiación petrolera de 1938, que finiquitó el más agudo diferendo bilateral, la Segunda Guerra Mundial favoreció una alianza antes inimaginable, que selló un destino compartido cuando nuestro comerció se concentró en el mercado estadounidense en más de un 90%.

A pesar de nuevos desencuentros en la Guerra Fría, hacia el final de la misma se negoció el TLCAN como un reconocimiento realista de la profunda integración existente, que en sus 24 años de vida se acentuó. Datos duros hablan por sí mismos: nuestro comercio ya rebasa los 500 mil mdd anuales; somos el principal comprador foráneo de 33 estados y el principal vendedor de 26 estados de EU; cada minuto se intercambian bienes y servicios por un millón de dólares; 6 millones de empleos dependen del comercio con México; la inversión estadounidense supera los 150 mil mdd y nosotros somos el séptimo inversor en aquel país; allá viven más de 35 millones de mexicanos o mexicano-americanos y en México más de un millón de estadounidenses; cada día cruza la frontera un millón de personas; 20 millones de mexicanos visitaron EU en 2016, etcétera. El secretario de Estado de George Bush padre, James Baker, afirmó que somos la relación bilateral más importante de la superpotencia, que incluso va más allá, puesto que es una relación binacional que abarca desde lo económico, hasta la seguridad, la migración, la demografía, el medio ambiente, la salud, la cultura, entre .

Por consiguiente y frente a las reiteradas agresiones del presidente Trump, cabe preguntarse si está informado de lo anterior, o sobre lo que, con enormes esfuerzos y muchos conflictos, se logró desde que se suscribió el Tratado de Guadalupe-Hidalgo. Evidentemente también ignora que la frontera común es una de las más transitadas del mundo, pero sorprendentemente también es una de las más pacíficas del planeta. Lamentablemente lo anterior no es relevante, pues lo que impera en Washington es la ignorancia, la mentira, las postverdades, las alternative realities, la demagogia, la manipulación, la polarización, la confrontación, la patanería, la superficialidad, que dan vida al vulgar reality show del orange agent que está socabando la democracia y la cohesión internas, y la posición, credibilidad y seguridad externas.

Internacionalista, embajador
de carrera y académico

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