Hacia finales del siglo XX surgió la intención de atenuar la tiranía que tradicionalmente ha ejercido la mayoría en las democracias. Reconociéndose la infinita diversidad y pluralidad de la sociedad, se implementaron políticas para dar trato diferenciado a minorías étnicas, religiosas, culturales, lingüísticas, etc., y a personas vulnerables en razón de su género, discapacidad física, orientación sexual, nivel socio-económico-educativo, etc. Los conservadores, que se auto designaron como “moral mayority”, se opusieron a dicha tendencia por ser demasiado liberal, progresista y contraria al “orden natural de las cosas.” Su malestar fue oportunistamente captado por grandes corporaciones y millonarios que también se sentían agraviados por el liberalismo social que atacaba su enorme poder, abusos y explotación, y proponía eliminar los monopolios, mayores impuestos, regulaciones gubernamentales, medidas para la protección de los trabajadores y del medio ambiente, etc. La contradictoria coalición resultante entre los de abajo y los de arriba, se apoderó del partido republicano en EU y del conservador en la Gran Bretaña, colocándose en el poder a Ronald Reagan y a Margaret Thatcher, quienes impulsaron, urbi et orbi, el derechista neoliberalismo que ha provocado que casi el 50% de la riqueza global se concentre entre el 10 y el 1% de la población mundial. Los ganadores fueron los de arriba, y los de abajo quedaron peor que antes porque sus niveles de vida se deterioraron ante la brutal concentración de la riqueza que tuvo lugar. Lo paradójico es que, en nuestros días, culpan de su precaria situación a cualquiera, menos a la acaudalada minoría que ejerce la tiranía que antes tenía la mayoría.

La antidemocrática situación de que las minorías se estén imponiendo, ha estado presente en tres problemas contemporáneos: el Brexit, la elección de Trump y el referéndum catalán. En efecto, mediante una distorsionadora campaña de mentiras y falsedades, una anacrónica minoría de ultraderecha, nativista, nacionalista y xenófoba, culpó de todos los males de la Gran Bretaña a la Unión Europea, logrando que se abandonara el bloque regional más exitoso y próspero del mundo. En EU, un improvisado demagogo integrante del 1% que oprime económicamente a la mayoría, oportunistamente adoptó el malestar de un minúsculo y resentido 25% del electorado, conformado por blancos conservadores, protestantes de entre 40 y 70 años, de clase media baja sin estudios universitarios que tiene los más altos índices de fallecimientos prematuros y de consumo de heroína. Para conservar su apoyo, Trump está fijando la agenda de la gran potencia conforme a su propio ego y a los reclamos de esa minoría, y no de acuerdo a los intereses nacionales o la voluntad mayoritaria. En Cataluña, otra minoría liderada por políticos populistas que han hecho carrera enarbolando la separación de España, dio un salto al vacío con el referéndum para independizarse, lo cual fue favorecido por la falta de talento político del gobierno central. En cada caso existen condicionantes endógenos, pero hay fundadas sospechas que la minoría de cyber troops de Rusia manipularon las redes sociales (trolling, astroturfing, troublemaking, fake news, etc.) con propaganda política digital destinada fracturar a Occidente y beneficiar las ambiciones geopolíticas de Putin. ¿Hará lo mismo el maquiavélico dictador en nuestras elecciones del 2018?

La democracia está retrocediendo al quedar en manos de minorías autoritarias y sectarias que imponen su agenda al grueso de la población. Si ello ocurre en naciones de larga tradición democrática como Gran Bretaña y EU, la situación es más alarmante donde la democracia es de cuño reciente.

Internacionalista, embajador de carrera y académico.

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