Era el 4 de junio de 2016 y el mundo aún lloraba la muerte de Muhammad Ali, el mejor boxeador de todos los tiempos, quien había fallecido un día antes en Arizona, Estados Unidos.

En medio de aquel luto global, una joven hispano-venezolana de 22 años con sólo dos títulos de la WTA (Women’s Tennis Association) lograba lo impensable: coronarse en la mítica arcilla de Roland Garros contra Serena Williams, la campeona defensora y una de las mejores de la historia, con 21 torneos de Grand Slam ganados hasta ese momento.

La última tenista española que había triunfado en el campeonato francés, uno de los cuatro más importantes, fue Arantxa Sánchez Vicario en 1998. Así que Garbiñe Muguruza causó furor en su país y compartió los titulares de los medios con Ali. El ciclo de la vida se reflejaba en el deporte. Muerto el rey, que viva la reina.

La trayectoria de Garbiñe empezó un par de décadas atrás, en Venezuela, donde a los tres años de edad descubrió su pasión por el tenis gracias a la influencia de sus hermanos Igor y Asier, 11 y 10 años mayores. “Siempre estaba detrás de ellos, si no hubieran jugado, yo jamás habría tomado una raqueta”, le dijo a la revista Elle.

Los hijos del empresario vasco José Antonio Muguruza y la venezolana Scarlet Blanco maduraron su amor por el deporte blanco en el Club Mampote en Guarenas, una ciudad del Estado Miranda localizada a unos 40 kilómetros de la capital Caracas. “Ella nunca fue de muñecas. Lo que cargaba siempre encima eran sus raquetas. ¡Ah! Y un conejito de peluche”, contó René Fajardo, su primer entrenador, al periódico español El Mundo.

“No era la actividad más popular en Venezuela, así que queríamos ir a España, donde el tenis tiene otro valor”, según Garbiñe. En 1999, Scarlet y José Antonio emprendieron el viaje a Barcelona para desarrollar el talento de su hija.

“Fue una mudanza difícil. Mis padres renunciaron a todo con tal de convertirme en lo que soy ahora. Aprendí que todo sacrificio tiene su recompensa”, afirmó Garbiñe en una entrevista para el sitio oficial de Rolex, marca de relojes de la que es Testimonial junto con otras figuras de esta disciplina como los legendarios Chris Evert y Roger Federer.

La pequeña comenzó a practicar en la prestigiosa Academia Bruguera, fundada y dirigida por Lluís Bruguera y su hijo Sergi, bicampeón de Roland Garros en 1993 y 1994.

“Garbiñe es la quintaesencia del sistema Bruguera”, dijo Chris Lewit, autor del libro Los secretos del tenis español, a World Tennis Magazine. “Llegó a la academia de siete años con sus hermanos, y su padre le pidió a Lluís que la entrenara. Lluís dice que desde muy joven ella mostraba un espíritu competitivo inusual, ética de trabajo y determinación. Le recordaba a su hijo Sergi en términos de carácter, espíritu y habilidad atlética”.

“Comencé a jugar torneos y me di cuenta de que tenía buen nivel para mi rango de edad. En ese momento pensé que la posibilidad de volverme profesional era real. Sólo tenía seis años, pero me convencí de que quería ser la mejor”, señaló Garbiñe en Elle.

El camino en serio para saber si podía lograrlo arrancó en 2012, con su debut en el circuito de la WTA a los 18 años. Fue en el Miami Open, al que llegó en el lugar 208 del ranking. Venció a la rusa Vera Zvonariova, ex número dos del mundo, y a la italiana Flavia Pennetta, y perdió con la polaca Agnieszka Radwanska, que después se convirtió en la campeona.

Pero entre los expertos y aficionados al tenis ya se había corrido la voz sobre la aparición de una nueva tenista prodigio de 1.82 metros de altura, toda potencia, rapidez y agresividad. A veces quizá demasiada.

“La verdad es que tengo un carácter complejo”, confió al diario español El País. “En un momento dado puedo estar más templada, más calmada, y de repente más enfadada o más emocionada. Siempre he dicho que muchas veces puedo llegar a ser mi peor enemiga. En esos momentos complicados debes decirte: tranquilízate, que contra quien tienes que jugar es contra la otra no contra ti. Básicamente, consiste en encontrar el equilibrio”.

En enero de 2013 ganó su primer título WTA de dobles en Hobart, Australia. Regresó al Miami Open y alcanzó la cuarta ronda tras eliminar a la danesa Caroline Wozniacki, sembrada número nueve, aunque perdió contra la china Li Na, cabeza de serie cinco. Un problema en el tobillo la envió al quirófano y estuvo fuera de las canchas durante seis meses.

A principios de 2014, Garbiñe demostró que estaba recuperada, se llevó su primer torneo WTA individual, otra vez en Hobart, y entró al Top 50 del ranking femenil. “Pasé un año extraordinario”, le dijo al sitio de Rolex. “Gané mi primer torneo WTA, alcancé la cuarta ronda del Australian Open, derroté por primera vez a mi heroína Serena Williams [en la segunda ronda de Roland Garros] y acabé en el Top 20, un paso muy importante para mí”.

Ese año también anunció que defendería a España, en lugar de Venezuela, en competiciones internacionales como la Copa Federación y los Juegos Olímpicos.

El primer semestre de 2015 fue complicado por lesiones en un tobillo y un muslo. Sin embargo, en julio avanzó hasta la final de Wimbledon, donde cayó frente a Serena Williams. En octubre obtuvo su segundo campeonato de singles en Pekín, que se sumó a sus triunfos en dobles tanto en Tokio como en Birmingham.

En 2016, mientras el mundo despedía a Muhammad Ali, Garbiñe levantaba el trofeo de Roland Garros y se convertía en la segunda mejor tenista de la WTA.

“El año pasado aprendí muchísimo después de lo de Wimbledon porque fue un poco como: ¡Guau!”, le dijo a El País después de su hazaña en París. “Quizá me estoy tomando todo de otra manera, con más tranquilidad y aceptando que realmente es posible, que en realidad soy buena para conseguirlo, que valgo para esto. No es bueno pensar que esto ha sido una sorpresa, que no me lo crea”.

Desde entonces no ha ganado otro torneo y ahora ocupa el lugar seis del ranking, pero las expectativas sobre ella no paran de crecer, como le explicó a ese diario: “Antes era como: ¿Garbiñe ha ganado o no? Y ahora es: Garbiñe tiene que ganar. Pero no, no tengo por qué ganar siempre. Ahora mi nombre es más llamativo, pero eso luego no importa. Entro a la pista y todas las que juegan contra mí están súper motivadas y juegan de forma increíble, como lo hacía yo antes cuando me tocaba estar enfrente de una jugadora importante. Son procesos”.

Quienes la conocen no dudan que volverá a brillar. Conchita Martínez, capitana del equipo español de tenis y campeona de Wimbledon en 1994, dijo que sólo necesita “recuperar la confianza, liberar la mente”. Para Nick Bollettieri, entrenador y descubridor de talentos como Andre Agassi, Maria Sharapova o las hermanas Williams, Garbiñe “lo tiene todo, así que será lo que ella decida ser”.

Tendrá otra oportunidad de demostrar quién quiere ser al defender su corona de Roland Garros a partir del 28 de mayo. ¿Lo hará con éxito? No está de más recordar lo que dijo también en El País: “Llevo desde los tres años con una raqueta, así que algo de tenis sé… Soy ambiciosa, tengo muchas aspiraciones y siempre quiero ganar. Me gusta sentirme la mejor jugadora del mundo en la pista y eso me ayuda a que en los momentos importantes no se me encoja el brazo”.

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