El reloj de bolsillo La Esmeralda de Girard-Perregaux puede inspirar a un hombre a escribir un libro de historia, aun cuando no sea escritor ni historiador. Eso le pasó a Cédric Doffey, quien durante al menos los últimos seis meses ha investigado y redactado el volumen Girard-Perregaux y México: 225 años de historias paralelas y comunes, la primera obra de este tipo que vincula al país con una de las llamadas “grandes damas de la relojería”.

Nacido en Lausana, Suiza, Doffey es director general de Temposatis, la compañía que distribuye Girard-Perregaux en México, donde él vive desde hace una década. Geólogo de formación, con un maestría en administración de empresas, cuenta que la idea del libro surgió en 2015 durante una junta en la que representantes de la empresa de relojería con sede en La Chaux-de-Fonds, le explicaban los planes para conmemorar el 225º aniversario de su fundación.

“Sabía que Girard-Perregaux fue creada en 1791, pero de pronto me di cuenta de que es prácticamente igual de antigua que México como nación, cuya existencia empezó a darse en 1810”, dice Doffey. “Y la siguiente conexión que me vino a la mente fue que La Esmeralda, el reloj estelar del museo de la marca, es considerada una pieza ‘mexicana’ porque su dueño fue Porfirio Díaz”.

“Hay una manufactura increíble como Girard-Perregaux y la historia mexicana también es increíble”, añade. “Queremos que [con este libro] la gente conozca la profundidad de la marca y su patrimonio, comunicarlo a los amantes de los relojes y a los clientes”.

Doffey planea presentar Girard-Perregaux y México: 225 años de historias paralelas y comunes en el Salón Internacional Alta Relojería (SIAR) que se llevará a cabo en octubre, junto con una exposición de creaciones emblemáticas de la casa.

Otro componente clave del proyecto está relacionado con la colección Place Girardet, formada por 225 relojes únicos. En la carátula de cada uno se ha grabado un número entre 1791 y 2016 y una frase que conmemora un hecho relevante ocurrido en ese año en particular. Girard-Perregaux ha dedicado cuatro de esos guardatiempos a México: 1810, por el inicio de la Independencia; 1862, por la batalla del 5 de mayo en Puebla; 1910, por el inicio de la Revolución, y 1986, por la segunda Copa del Mundo.

En las 130 páginas del libro, los personajes y los pasajes decisivos de la Independencia, la intervención de Estados Unidos, la Guerra de Reforma, la Revolución y la época contemporánea, entre muchos otros, se despliegan al lado de Jean-François Bautte, fundador de la firma, de Constant Girard, otro genio relojero que en 1854 se casó con Marie Perregaux, y de los momentos y los relojes más significativos en la trayectoria de Girard-Perregaux. Entre todos ellos se destaca La Esmeralda.

Como afirma Doffey, La Esmeralda es el guardatiempo más importante del Museo Girard-Perregaux, que este año tendrá nuevas instalaciones en La Chaux-de-Fonds como parte de los festejos de la marca. Sin embargo, también es uno de los relojes más singulares y trascendentales de los últimos tres siglos, como quedó demostrado desde 1889, cuando ganó una Medalla de Oro en la Exposición Universal de París por su rigor cronométrico y el inusual trabajo decorativo.

Constant Girard concibió la estructura del tourbillon bajo tres puentes de oro que luce La Esmeralda en 1860. A partir de entonces se convirtió en una de las invenciones más representativas de una casa que siempre se ha caracterizado por un alto nivel de investigación y desarrollo tecnológico, además de una excelencia artesanal basada en la conservación de los oficios tradicionales. Por estas razones es una de las “grandes damas” del sector —una de las manufacturas de mayor peso— junto con Patek Philippe, Breguet y Vacheron Constantin, entre otras.

La Esmeralda debe su nombre a las boutiques homónimas que la sociedad distribuidora de relojes y joyas Hauser, Zivy & Cie estableció en París y el Centro Histórico de México en el siglo XIX. Según su investigación, Doffey, que consultó una gran cantidad de fuentes bibliográficas y directas, piensa que Porfirio Díaz, presidente del país de 1876 a 1911, lo recibió como un obsequio de Guillermo Landa y Escandón. Este próspero empresario minero, cercano al dictador, fue presidente del ayuntamiento del Distrito Federal en 1900 y gobernador también del DF en los últimos años del porfiriato.

Entre las décadas de 1920 y 1980, Girard-Perregaux fue propiedad de la familia Graef. En los años sesenta, Jean-Edouard Friedrich estuvo en México y adquirió La Esmeralda de un descendiente de Porfirio Díaz. De este modo volvió a manos de la marca, que ahora es parte del grupo de lujo Kering. Su influencia sigue vigente hasta hoy: en marzo pasado, Girard-Perregaux lanzó el Tourbillon La Esmeralda, un reloj de pulsera que rinde tributo a la saboneta original.

La Esmeralda ya ha regresado a territorio mexicano en una ocasión. Fue durante el SIAR de 2013 y su visita provocó una excelente respuesta del público y los medios de comunicación, dice Doffey. Agrega que la firma ha sido muy fuerte en México y que incluso hay cuatro relojes de Girard-Perregaux en el Museo Soumaya, así como un reloj Perregaux de 1840 en la colección del Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec.

Aunque Girard-Perregaux no se caracteriza por la elaboración de ediciones especiales, en los últimos años ha hecho una excepción con el desarrollo de la colección Iconos de México. Así rindió tributo a Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Costilla y Frida Kahlo con relojes de producción limitada. “Las piezas creadas para este mercado en particular son un factor diferencial que nos ha dado fuerza”, dice Doffey. “En México a la gente le gustan mucho las cosas personalizadas. Hay que darle toques especiales para llegar al corazón latino, porque el latino es mucho del corazón”.

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