El ángel de la inspiración ha favorecido a Corum desde su origen en 1955 en La Chaux-de-Fonds (Suiza). René Bannwart, uno de los fundadores, había encabezado previamente el Departamento de Creación de Omega y se le considera el padre de las famosas colecciones Seamaster (1948) y Constellation (1952).

Una vez en Corum dio muestras de su imaginación, audacia y sentido artístico, con relojes que iban más allá de la estética clásica reinante, ya fuera por el diseño de la caja o de la carátula, o por el uso de materiales como meteorito. A él se deben modelos como el Rolls Royce, que imitaba el radiador de un automóvil de esa marca; el Chapeau Chinois, con forma de sombrero chino, y el Coin Watch, con un mecanismo ultraplano dentro de una moneda real de oro o plata.

Así que resulta normal que Bannwart reconociera la originalidad y el potencial de un guardatiempo anormal para su época. A finales de los años 70, el relojero independiente Vincent Calabrese ideó un movimiento con tren de engranajes lineal y lo puso en una caja transparente, sin esfera y sólo con las manecillas de las horas y los minutos. El italiano Calabrese ganó la medalla de oro en el Salón de Invenciones de Ginebra, y Corum fue la marca que se atrevió a asumir la producción en serie del nuevo reloj, con mejoras al diseño y al mecanismo que sumaron un total de siete patentes. El Golden Bridge nació en 1980, con un calibre baguette hecho de oro y la caja hecha de cristal de zafiro.

Desde entonces, el Golden Bridge ha experimentado varias transformaciones, pero tal vez ninguna tan radical como la de 2016. Más arquitectónica que nunca, la versión de este año estrena una caja redonda de 43 milímetros de diámetro y una estructura decorativa que enmarca el movimiento y está inspirada en el Golden State de San Francisco.

Es una evolución interesante para un reloj que lleva 36 años en el mercado y al que se asocia con la forma tonneau (tonel). Tanto la amplitud de la caja como el hecho de que tiene cristal de zafiro en el frente, reverso y canto, permiten apreciar a fondo el mecanismo, que esta vez “es un puente tendido entre culturas y civilizaciones, un vínculo que une dos artes que se nutren de excelencia: la relojería y la arquitectura”, según la marca. ¿Estás oyendo, Donald?

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