Continuando con mi colaboración de hace dos semanas, las cifras pueden mostrar lo exagerado del temor de que la alta deuda pública estadounidense cause un salto repentino de la tasa de interés y ponga a ese país en crisis.

La deuda actual, de 21.5 billones de dólares o 105% del PIB (aunque sólo el 73% está colocada entre el público), tiene un costo de servicio de deuda por pago de intereses de 538 mil millones de dólares. Es una gran suma, pero sólo es el 2.5% de la deuda, ya que las tasas de interés a las que está colocada son muy bajas desde la Gran Recesión de 2008, cuando el Banco de la Reserva Federal (Fed) desplomó su tasa para paliar la crisis.

Este porcentaje sólo representa el 2.6% del PIB que, siendo significativo, es menor al de otros años, e incluso menor al de México, con una deuda menor a la mitad de la deuda estadounidense como porcentaje del PIB. La diferencia está en la tasa de interés.

Antes de la Gran Recesión, cuando el Fed aún no recurría a las medidas extremas a las que recurrió después de 2008, la tasa promedio de la deuda en 2000 era 6.3% de la deuda y representó 3.4% del PIB.

Así, en diez años la tasa efectiva de la deuda pública de ese país ha caído, a pesar de enorme inyección de dinero por el Fed y de déficits fiscales muy altos.

Esta evidencia pone una fuerte interrogante al razonamiento según el cual el alto déficit fiscal generaría costos muy altos de servicio de deuda y una crisis de credibilidad para el dólar. Sólo tenemos que recordar los augurios hace poco tiempo de que el dólar estaría próximamente desplomándose, por el peso de la deuda pública.

Con la reducción de impuestos de 2018, por supuesto el déficit ha aumentado. Sin embargo, el costo del servicio de la deuda no ha aumentado mucho. Hoy que hay una desaceleración, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, hay dudas sobre qué tan sostenible es esta estabilidad.

Si el Fed hoy deja de subir su tasa de interés durante los próximos dos años, la economía va a recibir un impulso que no se esperaba para prolongar su ya prolongado ciclo de recuperación. La duración de esta recuperación sorprende a muchos, pero no debería, pues el impacto de la menor tasa de interés siempre es muy poderoso. Y, por otra parte, la economía no ha crecido a tasas altas, sino sólo moderadas, de 2.2% anual entre 2010 y 2018.

Así, en los próximos dos años, el costo del servicio de la deuda seguiría bajando como porcentaje del PIB, con lo que se reduce mucho el riesgo fiscal y financiero de esta estrategia.

La gran diferencia de esta realidad con los augurios catastróficos debe mucho al Fed. Aunque Estados Unidos se estima que creció en 2018 a una tasa alta, de 3.5%, el Fed no aceleró su aumento de tasa de interés. La tasa actual, en 2.5% está apenas por encima de la inflación, lo que indica una tasa real muy baja.

El Fed tampoco reaccionó con alarma a la reforma fiscal del presidente Trump, ni al aumento ya visible en el déficit. Todo mundo sabe que, si las tasas de impuestos bajan, la recaudación baja; y si no se reduce el gasto, aumentará el déficit. En Estados Unidos los gastos siguieron en aumento.

El Fed seguramente se preocupa, pero tampoco ha reaccionado más de lo necesario a la tensión comercial entre Estados Unidos y China. Curiosamente, cuando había mucho nerviosismo por una supuesta “guerra comercial”, lo que ha pasado es que las acciones de Trump contra China ya obtuvieron el apoyo de los demócratas en el Congreso y no solo de los republicanos.

Como estos, muchos otros augurios sobre Estados Unidos y la economía mundial han estado equivocados.


Analista económico. rograo@gmail.com

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