El desmantelamiento del principal programa social de México ha sido consumado. El programa Prospera, antes Oportunidades y Progresa (“POP” en siglas), ahora se denomina “Becas Benito Juárez” y su propósito es otorgar becas de $800 para primaria y secundaria.

Este sería un objetivo loable, si no fuera porque su predecesor estaba mejor diseñado y era modelo internacional con resultados probados.

El POP era un programa destinado a romper el círculo vicioso de la pobreza, mediante acciones integradas a los mismos hogares: Nutrición en la primera infancia; salud materno infantil y otras medidas de salud preventiva; y lo más importante, becas para la permanencia y avance educativo de adolescentes y jóvenes hasta la educación media superior (12º grado). Cubría a 6.5 millones de hogares.

Aclaro que fui coordinador del POP entre 2001 y 2006. Subrayo que al mencionar sus aspectos positivos, me refiero sobre todo a su diseño original, en el que no participé y sobre el que no me atribuyo crédito alguno.

El POP es el único programa en México con evaluaciones rigurosas que muestran impactos muy positivos en nutrición, salud, educación, reducción de la intensidad y la severidad de la pobreza, empoderamiento femenino, en generación de ingreso propio.

¿Qué pasó? ¿Qué racionalidad se impuso para destruir un programa que podría ser totalmente afín a los objetivos del nuevo gobierno?

No se puede saber. Ciertamente el gobierno de Peña Nieto marcó todo con la corrupción y con los intentos de uso clientelista electoral.

En general los resultados positivos del POP son poco conocidos. Domina un ambiente de descalificación generalizada a “los programas sociales” sin distinciones o matices.

El POP también carga con el peso de ser parte del “pasado”. Surgió en 1997. Se le atribuye la paternidad a Santiago Levy. Con frecuencia se olvida la participación de un gran demógrafo: José Gómez de León.

Se desconocen sus fortalezas de diseño y más aún su funcionamiento interinstitucional. Se ignora que Brasil hizo lo contrario de lo que se acaba de decidir acá. Lula convirtió el programa de becas Bolsa Escola en un programa articulado con acciones en salud: Bolsa Familia. Lo hizo con clara influencia del modelo mexicano. Enfoques similares pero con mayor integralidad se aplicaron en Chile durante los gobiernos de Lagos y Bachelet y sobretodo en Uruguay en los gobiernos de Izquierda Unida. Actualmente el modelo del POP se aplica en más de 50 países.

Como programa de “becas”, el POP tenía un diseño bien sustentado, que se ha abandonado. Los montos de las becas eran crecientes desde 4º de primaria hasta 3º de educación media superior, con incrementos sustantivos para impulsar el paso a secundaria, y sobre todo de secundaria a media superior. Y además con enfoque de género: montos superiores para las mujeres a partir de secundaria, esto también desaparece. Al contrario, las becas de $800 para primaria del nuevo programa carecen de sustento en la evidencia.

Quizá lo más grave es desaparecer el componente de nutrición y salud infantil, porque los primeros mil días de vida son clave para el desarrollo de las capacidades cerebrales. En los hogares más pobres uno de cada tres niñas y niños menores de 5 años padecen desnutrición. Esto afecta sus capacidades motrices, intelectuales y emocionales para toda la vida.

Quienes viven en pobreza crónica requieren acciones integradas para romper la herencia de la pobreza. Mejorar el POP requería proveer un paquete más completo de desarrollo infantil temprano; actualizar y relanzar medidas preventivas en salud; garantizar mayor calidad y pertinencia en la educación media superior, incrementar y calibrar las transferencias de ingreso. Y por supuesto, erradicar el clientelismo y el lucro político con la pobreza.

En pocas palabras, se requería mejorar el programa, no destruirlo.

Consultor internacional en programas sociales.
@rghermosillo

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