Tabasco

Ese día decidió tomar la mano de su tío en una de las calles de la Rivera Hernández, en San Pedro Sula, Honduras, y salió a probar una bicicleta. Después de varias cuadras de recorrido y algunos minutos, a ambos les dio sed y decidieron pasar a una tienda por una bebida. Ahí, justo en ese recuerdo de un día normal en apariencia, se detiene la memoria de Jorge. Dos jóvenes miembros de una pandilla los estaban esperando. Cruzaron frente a la tienda en bicicletas, sacaron sus armas y dispararon hasta que vieron caer a su tío. Jorge se desmayó al instante y despertó con el peso encima del cuerpo inmóvil de su familiar.

Después de ese día, en el lapso de los siete años siguientes, asesinaron a su padre y un hermano mayor ingresó a una pandilla; envolvió y repartió droga y después le pidieron matar a otro integrante de su familia. Su vida cambió de nuevo ante tal petición. Algo sucedió: se negó.

“Bueno, en ese entonces no me negué, pero… me tuve que venir [a México] porque incumplí una regla y me podían ejecutar”, relata Jorge, actualmente de 16 años, a EL UNIVERSAL. Después de ese momento, sin pensarlo dos veces, le avisó a su tío sobre el plan de la pandilla, tomó un cambio de ropa y huyó a México. Solo y sin decir adiós.

“Toda mi vida anterior no la quisiera recordar… Pero son cosas que han pasado. No digo que lo pueda olvidar, pero sí lo puedo sacar de mi cabeza un momento”, explica Jorge, quien está en espera de una respuesta al proceso iniciado para ser refugiado en México.

Migrar o “caer en las garras de ellos”

En los últimos cuatro años, el número de solicitudes de refugio en México por parte de menores no acompañados provenientes del Triángulo del Norte —Honduras, El Salvador y Guatemala— se incrementó 350%: en 2013 fueron 65 menores originarios de esas naciones quienes pidieron asilo en nuestro país; en 2016 la cifra llegó a 229, según datos de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar).

Esta cifra es realmente baja si se compara con el movimiento migratorio de estos países registrado por el Instituto Nacional de Migración (INM): de 2010 a lo que va de este año se han presentado ante la autoridad 66 mil niños que viajan sin algún familiar responsable de ellos, a 99% los han regresado a sus países de origen. En 2013 fueron 5 mil 562; 2014, 10 mil 711; 2015, 20 mil 347, y en 2016 se redujo un poco, a 17 mil 530.

En 2006, la Red de Módulos de Tránsito para Niños Migrantes del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) registró 262 niños del Triángulo Norte, mientras que para 2016 cruzaron la frontera 18 mil 998. La cifra llegó a miles en 2010: 3 mil 28, y se fue incrementando de a poco hasta 2014, que alcanzó 13 mil 639.

Llegar a uno de estos lugares significa tener un conocimiento de la ruta, pero la mayoría de quienes huyen de su país, como Eduardo, salen sin rumbo y sin pensar en regresar: “Si volvía iba a caer en las garras de ellos”.

Eduardo se encuentra en el mismo proceso de refugio. En los tres meses que lleva en México ha hablado con su familia cada semana, pero no les ha dicho por qué huyó. Él trabajaba en la ciudad de San Pedro Sula arreglando fallas mecánicas y tenía que entrar y salir de barrios gobernados por pandillas. Lo quisieron forzar a trabajar con ellos, no aceptó y recibió amenazas de que si lo volvían a ver por ahí lo mataban a él y a su familia. Regresó a casa, lo pensó unos días, tomó una mochila y huyó con la idea de ir a Estados Unidos.

La cifra de menores no acompañados que han llegado a la Unión Americana cruzando por México, sólo de 2014 a 2016, es de 168 mil. Eso quiere decir que de 2014 a 2016, sumando los registros de ambos gobiernos —estadounidense y mexicano—, por lo menos 216 mil niños, sin ningún familiar ni apoyo, fueron mandados a la fuerza por sus padres o simplemente huyeron sin avisar, para lograr una mejor vida: 72 mil al año, 196 al día, 5 mil 901 al mes.

Fue 2016 el segundo año en que la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos detuvo a más migrantes no mexicanos. El otro año fue 2014, que fue marcado como “crisis humanitaria” por el entonces presidente estadounidense, Barack Obama, al ver la cantidad de niños centroamericanos que llegaban solos a su país. En 2014 la Patrulla Fronteriza detuvo a 68 mil menores; para 2015 la cifra bajó a 39 mil, pero en 2016 creció de nuevo a 60 mil.

Los niños migrantes de la guerra del sur
Los niños migrantes de la guerra del sur

En 2017 las cifras de menores no acompañados presentados ante el INM son bajas. En los primeros cinco meses del año se registraron 2 mil 595 menores, lo que representa 14% del año anterior y la primera vez que decrece el flujo migratorio de este grupo.

“Se observa que ha habido una disminución [del flujo migratorio]. Incluso visualmente es evidente. En los albergues también ha habido una disminución. Hay un dato interesante y es que si bien es cierto que el número de personas que han ingresado ha bajado, no hemos registrado este mismo descenso en el número de solicitudes de asilo. Más bien ha habido una disminución en la brecha de personas que entraban a México y no solicitaban asilo”, explica el coordinador de las oficinas de Terreno de ACNUR en México, Rafael Zavala.

A la mitad de 2017, la Comar registra más de 6 mil solicitudes, casi el total de todo el año pasado. ACNUR estima que a fin de año el número de solicitudes ronde las 16 mil, el doble que el año pasado.

Esta situación también se ve en los niños no acompañados: van 115 peticiones de refugio de parte de estos tres países, más de la mitad de las que hubo el año pasado. Expertos explican que en verano es cuando se da la mayor cantidad de movimiento migratorio, así que esperan que el número siga en aumento.

Jorge le avisó a su tío que lo querían matar, él le dio un poco de dinero y le dijo que se fuera. Analizando la situación, dice que no tenía opción: era ser pandillero o ser asesinado por una pandilla. Narra que él decidió meterse a esos grupos luego de que a su hermano lo mataran por habersese enamorado de una muchacha que estaba en la banda rival. “Un amor imposible”, lo define.

A los meses de haber huido de su país, Jorge llamó a casa y le dijeron que al tío al que alguna vez le encomendaron matar había sido asesinado. Explica con una sonrisa, cada vez que habla de un tema violento, que así tenía que ser. Para él, salir de su país de improviso y con violencia significa una nueva esperanza de vida.

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