Es policía pero su arma no es una pistola. Para perseguir a los malosos, este oficial sólo necesita una computadora con acceso a internet, una dosis de intuición y la experiencia de sus más de 22 años como miembro de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de la Ciudad de México. Su nombre es Javier García Benítez y forma parte de la Policía de Ciberdelincuencia Preventiva, a la que se unió dos semanas después de que fue creada en 2013.

La jornada de este primer oficial empieza todos los días a las 9:00 de la mañana. A esa hora ingresa a las oficinas de la Secretaría de Seguridad Pública de la CDMX, pasa lista y se presenta para la revisión de su uniforme, a pesar de trabajar desde la oficina, su presentación debe ser impecable. Sólo después de eso se sienta ante su escritorio y comienza su labor.

Un ciberpolicía tiene la misión de hacer todo lo posible por mantener la seguridad en internet y prevenir que se cometan delitos en la red. Para lograrlo dividen sus labores entre servicios de prevención, monitoreo y atención ciudadana. Bajo anonimato estos ciberguardianes rastrean páginas y monitorean perfiles en redes sociales. También buscan prevenir que estos delitos ocurran dando charlas en escuelas y atendiendo las denuncias de la población.

Con las denuncias se arma una base de datos que sirve para realizar un reporte, el cual se presenta al mando superior para que determine qué medidas deben tomarse al respecto.

“También me toca dar atención presencial cuando han sido víctimas de esos delitos, aquí los asesoramos y cuando es constitutivo de un delito qué perseguir, se les canaliza con la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, porque ellos son quienes están facultados para perseguir el delito, para investigar.

“Nosotros nada más nos ocupamos de la parte de orientación sobre qué hacer, a quién acudir. La ciudadanía muchas veces nos habla, nos cuenta sus problemas y los orientamos. Tratamos de darnos tiempo para atender todas las demandas que hay”, explica Javier.

En esta unidad todos son policías de carrera. Los canalizan dependiendo del perfil, pero todos tienen estudios en alguna ingeniería o bachillerato tecnológico en sistemas.

Los ciberpolicías reciben distintas capacitaciones al año e intercambian conocimiento con policías cibernéticas de otros países: “Hemos recibido capacitación de España, de Corea del Sur, de la embajada de Estados Unidos, entre otras. Ahí aprendemos que los ataques en la red ocurren igual sin importar en qué parte del mundo estés. Los modos de operar son los mismos, lo que varía es el tipo de delitos. En Corea, por ejemplo, se persigue más el juego de azar, mientras que aquí es el fraude”.

La computadora e internet son sus principales herramientas, pero no tienen un software especializado que los ayude a hacer más fácil su trabajo, todo se basa en la experiencia, el conocimiento y el instinto: “El análisis se hace mediante lo que llamamos ciclo de inteligencia, esto es juntar la información, corroborar que sea verídica y entonces empezar a hacer los vínculos para tratar de localizar a los posibles delincuentes u organizaciones delictivas”, detalla.

Además del monitoreo, Javier también tiene la misión de alertar a la población sobre posibles ataques por medio de ciberalertas: “Como resultado del rastreo y monitoreo localizamos los modos de operar de los delincuentes y una vez que se obtiene esta información, basada en las denuncias, nuestro trabajo es darlo a conocer a la ciudadanía para tratar de evitar que sean víctimas en ese tipo de delitos”.

Las ciberalertas se dan a conocer dentro de la página de la secretaría o se hacen públicas en los medios de comunicación. Se hacen conferencias de prensa para explicar el modo de operación delincuencial. Esta dependencia ha emitido 46 alertas desde su creación: “Tenemos de todo tipo, por venta de animales, por el fraude nigeriano —estafa que se realiza primordialmente por correo electrónico—, por bolsas de trabajo falsas, existen un sinfín de delitos, la mayoría tienen que ver con fraude porque es el ciberdelito que más se comete en México”.

Por ello, Javier advierte a la ciudadanía, tienen que estar muy pendientes, puesto que cuando los delincuentes se saben descubiertos suelen hacer variaciones en su modo de operar. Uno de los más claros ejemplos es el caso de la elaboración de actas de nacimiento: “Te decían que podías sacar tu acta de nacimiento en línea, pagabas una cantidad y nada. Luego lo cambiaron, te decían que hicieras un depósito, luego que dieras el número de tu tarjeta. Van variando su modo de operar y nosotros tenemos que identificar cómo se transforman”.

poli.jpg

Ciberguardianes al cuidado de los niños

Mientras algunos se quedan revisando perfiles, navegando en la red, otros realizan trabajo de campo en las escuelas para alertar a uno de los sectores más vulnerables cuando se trata de delitos cibernéticos: niños y adolescentes. Los ciberpolicías llegan hasta sus escuelas para aleccionarlos sobre lo que necesitan saber para evitar ser víctimas de quienes usan internet con esa intención. Estas medidas buscan evitarlo.

“Los compañeros que tienen asignada esa labor dan pláticas en las escuelas sobre los diversos delitos que se pueden dar en este contexto, se habla con los alumnos, los directores, los maestros y con los padres. Se dialoga sobre delitos como sexting —intercambio de imágenes sugerentes o de contenido sexual explícito entre adolescentes— y grooming —cuando un adulto busca entrar en contacto con un menor de edad abriendo la posibilidad de abuso sexual—, se les da la orientación de qué hacer en caso de que les ocurra y cómo prevenirlo”, platica Javier.

El trabajo en las escuelas es importante porque este tipo de delitos se dan en este contexto y muchas veces ni los maestros ni los jóvenes lo saben.

Por su parte, los padres también desconocen en gran medida lo que pasa dentro de las redes sociales y los riesgos que pueden darse.

Respecto a estos casos, el ciberpolicía alerta sobre el hecho de que una vez que algo está en internet se vuelve de dominio público y es casi imposible borrar su huella. En la mayoría de los casos ellos acceden sin presión a proporcionar el material con el que después los atacan.

“Es importante porque siempre será mejor prevenir que ocurra, puesto que una vez que están en internet es muy difícil hacerlas desaparecer. No importa si contactas al proveedor de servicio de ese sitio y le pides que dé de baja la foto o el video, el daño es difícil de reparar”.

Vigilancia de coyuntura

En el área de trabajo de la Policía Cibernética prevalece el silencio. Hay algunos lugares vacíos de quienes se encuentran realizando labor preventiva en las escuelas, pero quienes están ahí miran con atención sus pantallas. Algunos están realizando búsquedas en internet, otros elaboran reportes, otros atienden llamadas. Al fondo de la habitación hay una pantalla gigante donde se monitorean diferentes páginas web de interés nacional. O hashtags populares, como #gasolinazo.

Además del monitoreo por denuncias se realiza un rastreo de las diferentes redes sociales cuando ocurre algún suceso fuera de lo normal relacionado con temas de coyuntura, es decir, con los factores sociales que se estén dando en la ciudad: “Por ejemplo, ahora con el gasolinazo, con los movimientos que hubo, se generaron muchos tuits para crear pánico entre la sociedad. Cuando eso ocurre se da seguimiento de la situación y ante cualquier señal de riesgo se emite una alerta”.

También dieron seguimiento a los perfiles de la llamada legión holk, el grupo en Facebook que se atribuyó el ataque ocurrido en un colegio de Monterrey, donde un niño abrió fuego contra sus compañeros de escuela.

“Después de lo que pasó allá se dio seguimiento a estos perfiles por si había alertas de que se diera un ataque similar aquí en la Ciudad de México. Cuando se identifican grupos peligrosos se les vigila de cerca, se monitorean sus publicaciones minuto a minuto y si encontramos algo fuera de lo normal hacemos un informe, se da a conocer al mando superior y se toman las medidas pertinentes”, detalla Javier.

En una esquina un oficial atiende una llamada. Mientras escucha atento la queja, en la pantalla de su computadora realiza un registro: situación que se denuncia, delegación, datos personales de la víctima. Después comienza a dar asesoría sobre cómo puede proceder la persona al otro lado de la línea. En algún momento se acerca el superior: “Atento que tienes una llamada en espera, cuidado con eso”, le señala.

Minutos antes, el primer oficial Javier hablaba sobre algunos de los retos que enfrenta día a día al realizar su trabajo: “Lo más difícil es llegar a identificar a la persona que está cometiendo la conducta ilícita, se esconde detrás del anonimato y piensa que por eso nunca lo van a descubrir, pero nuestro trabajo es detectarlo, tratar de ubicarlo, una vez que se localiza se da a conocer a la Procuraduría General de Justicia de la CDMX y ellos son los que tienen que dar el seguimiento y su posible aprehensión. La gente cree que estando detrás de una pantalla no lo vamos a ubicar, pero para eso estamos aquí”.

Para lograr esto se utiliza toda la información que se recopila durante las jornadas, datos proporcionados por las víctimas como direcciones, números telefónicos, reportes de perfiles falsos, cuentas bancarias: “Con esos elementos tenemos que encontrar un hilo conductor, una ruta. Abres una cosa y esa te lleva a otra, se necesita cierta intuición para armar las piezas”.

A pesar de toda la labor que realizan, Javier reconoce que hay un punto donde se “topan con pared”. Una vez que identifican la existencia de un delito, y a los presuntos responsables, deben dar parte a las organizaciones encargadas de la aplicación de justicia, puesto que son las únicas facultadas para perseguirlos y aplicar sanciones. “La gente se puede confundir y querer que apliquemos justicia, pero sólo ayudamos en la orientación para recopilar pruebas, el Ministerio Público es quien castiga o decide qué institución debe revisar el caso y aunque nos puede facultar para investigar, no siempre pasa”.

“También es el MP el que se encarga de hacer coincidir un delito con los que existen en los códigos penales. No hay una legislación sobre lo que es un delito cibernético y ese es un problema al que también nos enfrentamos. Como no hay delitos como sexting, grooming o phishing —suplantación de identidad cibernética—, entonces todo lo que se denuncia tiene que encuadrar en los tipos penales tipificados. Sería bueno que se trabajara en una ley de los delitos cibernéticos”.

El oficial Javier expresa su preocupación por el hecho de que la gente tome verdadera conciencia sobre los peligros que también existen en internet si no se navega de forma segura: “Es importante que la ciudadanía conozca lo que puede enfrentar y que sean conscientes de que las cosas que ocurren en la red tienen consecuencias en el mundo real”.