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Los Ángeles, Cal.— A siete meses de haber asumido la titularidad del consulado de México en Los Ángeles, la circunscripción consular más grande del mundo, y ante la llegada de Donald Trump al poder, Carlos García de Alba elige un solo asunto, entre los muchos que hay por atender, como el más preocupante: el aumento de los crímenes de odio en contra de los mexicanos en Estados Unidos.

“Me dejó realmente muy preocupado una campaña electoral en la que el discurso de odio fue frecuente. Me preocupa que siga permeando un discurso de intolerancia y de odio racial”, dice el funcionario al recordar el tono que caracterizó a Trump como candidato y que, al parecer, no desaparecerá del todo durante su gestión como presidente de Estados Unidos. “Cuando una persona con poder económico, político y social discrimina e incita al odio lo que está promoviendo es agresión”.

El diplomático de carrera, quien obtuvo el rango de embajador en 2006 y se ha desempeñado como cónsul de México en Dallas, director del Instituto de los Mexicanos en el Exterior y embajador de México en Irlanda, entre otros cargos, justifica su preocupación con datos: en los 10 días posteriores a la elección de Trump se registraron al menos 867 incidentes de acoso e intimidación, de los cuales 505 tuvieron lugar durante los tres días posteriores al 8 de noviembre, según cifras de la organización Southern Poverty Law Center. El número ha descendido posteriormente, pero García de Alba no baja la guardia.

“Una parte preocupante de los crímenes de odio es que responden a un perfil racial. Puede haber muchos méxico-estadounidenses de segunda y tercera generación, nacidos en Estados Unidos, que por su apariencia física pueden ser agredidos”, comenta.

“Hemos seguido con mucha atención esto. Hemos estructurado un sistema de información, de monitoreo, de contacto frecuente con la comunidad mexicana; hemos hecho las alianzas necesarias con iglesias, con organizaciones no gubernamentales, para dar información, asesoría y, en su caso, la defensa legal que un migrante mexicano pueda necesitar. Estamos todos listos para lo que venga”, dice.

En el caso del consulado de México en Los Ángeles, el más grande de la red mexicana, “lo que venga” puede ser un reto importante. Esta sede diplomática es responsable de brindar servicios en 19 de los 58 condados del estado de California, una población cercana a los 1.7 millones de mexicanos nacidos en México —sin contar a los mexicanos de segunda generación, hijos de mexicanos nacidos en Estados Unidos, que también tienen derecho a la nacionalidad mexicana—. Una comunidad numéricamente similar, por ejemplo, a toda la población de Guadalajara, la segunda ciudad más grande de México.

Prepararse para lo peor

Es miércoles 18 de marzo y la ciudad de Los Ángeles, como muchas otras grandes urbes en el país, se encuentra en efervescencia al acercarse la toma de posesión de Trump. Grupos feministas, LGBTTTI, de derechos civiles, de estudiantes y, con particular fuerza, los proinmigrantes se organizan para protestar durante los días siguientes por las amenazas que ha lanzado Trump; en el caso del último grupo, la preocupación es por los inmigrantes que no cuentan con documentos. Desde hace 40 días, la sombra de las redadas y las deportaciones cubre a una gran parte de esta comunidad.

Durante su campaña, Trump aseguró que deportaría a los 11 millones de indocumentados en Estados Unidos —de los cuales cerca de la mitad son mexicanos—. Sin embargo, durante su primera entrevista como presidente electo el magnate matizó las cifras y fijó su meta de deportaciones entre 2 y 3 millones de personas.

Para García de Alba, esto tiene sentido. “Si se cumpliera esa promesa de deportar 11 millones de personas serían veintitantos mil deportados diarios. Imagínate la logística, el costo que esto tiene; esto es simplemente impensable e irrealizable, de ahí que se ha ido paulatinamente disminuyendo la cifra”, señala el funcionario.

Como sea, 3 millones es mucha gente, así que García de Alba explica cuáles son los mecanismos que la red consular tiene a disposición de sus connacionales para que estén preparados en caso de un incidente.

Las medidas, anunciadas hace unas semanas por la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) bajo un programa de 11 iniciativas, incluyen, entre otras cosas, una campaña de información sobre los derechos de los mexicanos y para incentivar el trámite de documentos de identificación, especialmente para hijos de mexicanos nacidos en Estados Unidos. Aunque estos son servicios que la red consular ofrece de forma permanente, García de Alba considera que este es el momento de promoverlas entre una comunidad que en muchas ocasiones no los conoce hasta que los necesita.

“Muchas de las medidas incluidas en las 11 iniciativas son labores cotidianas de los consulados, pero se empaquetaron para darlas a conocer porque son servicios que en la cotidianidad se diluyen y que son esenciales en caso de necesidad y más aún en caso de una emergencia”, explica.

“Mucha gente no sabe que si decide regresar voluntariamente a México o si es deportada necesita la boleta escolar para que sus hijos puedan ser inscritos en la escuela en México. No todo el mundo recuerda que si su hijo nació acá [EU], aunque sea de padres mexicanos, eso no le da en automático la ciudadanía mexicana, hay que registrarlos en los consulados. Esas cosas parecen obvias, pero mucha gente no las conoce; hoy sirve decirlas”. De manera adicional al sistema telefónico que ya existía, se ha creado un call center llamado Estamos Contigo, donde no sólo se da información general, “sino que también está dando terapia emocional; mucha gente vive en el estrés de la duda, de la angustia de que pueda ser deportada, esta parte emocional también se está atendiendo”, afirma el cónsul.

Deportados, asunto pendiente

Si la cifra de 2 o 3 millones de deportados que se ha puesto como meta Trump puede parecer alarmante, basta con dar una mirada a la administración de Barack Obama para comprobar que sí lo es: esa es la cantidad de deportaciones que el presidente saliente realizó en su gobierno, la mayor en la historia de EU. En el caso de los mexicanos, durante los primeros cinco años de su gestión se registró el retorno de mil personas a México cada día.

Estas cifras indican que, a pesar de que en los dos últimos meses la SRE ha encendido todas las alertas, la situación no será nueva para un gobierno mexicano que, en materia de acogida de la migración de retorno para reincorporarla a la sociedad, todavía tiene muchos pendientes.

En los últimos años, las gestiones binacionales lograron convenios para que el proceso de deportación —el tras-
lado a la frontera, el aviso a las autoridades mexicanas por parte de los agentes de inmigración— se realice en un marco de legalidad, pero una vez que los migrantes vuelven a estar en territorio mexicano, algunos tras años de haber vivido fuera del país —sin familia, sin recursos, los más jóvenes sin conocer el idioma—, las opciones con las que cuentan son pocas.

Numerosas organizaciones han denunciado la falta de acceso a empleos por no contar con un historial laboral o por la criminalización de quienes han sido deportados. A quien quiere seguir estudiando no le revalidan los estudios; asuntos tan simples como buscar un lugar para vivir o comprar un teléfono celular se complican por el tiempo que toma obtener una identificación oficial, como la credencial para votar.

García de Alba escucha este recuento de detalles en actitud reflexiva y asiente con la cabeza. Reconoce que el gobierno mexicano tiene pendientes, pero asegura que hay sensibilidad “para ir alineando políticas”.

“No perdamos de vista la perspectiva histórica”, explica. “No fue sino hasta hace pocos años, en la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, cuando se estructuró un programa de atención a los migrantes en el exterior; antes de eso no había políticas públicas. México ha ido enfrentando nuevos ejes de la migración: una comunidad inmigrante en México —la mayor comunidad extranjera es la estadounidense, que hoy alcanza poco más de un millón de personas—; los transmigrantes que cruzan el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos, un fenómeno relativamente nuevo, y ahora tenemos un cuarto eje, que son los migrantes de retorno.

“En poco tiempo hemos estado expuestos a experiencias masivas para las que no estábamos necesariamente preparados. Hay que estar conscientes de que en ocasiones las circunstancias nos alcanzan, nos rebasan y no tenemos el equipo de políticas públicas necesario para enfrentar todas esas contingencias”, dice el funcionario.

El cónsul, sin embargo, se muestra optimista sobre lo que se puede lograr en los próximos años para atender estos retos crecientes. La coordinación entre secretarías, por ejemplo —Gobernación, Desarrollo Social, Economía—, para optimizar recursos y buscar soluciones integrales, estrategia que, afirma, ya está en marcha.

“Sí ha habido sensibilidad para preparar. Tal vez los recursos han sido insuficientes, sí; tal vez la cantidad de empleos que estamos generando son insuficientes, sí; falta experiencia histórica, tal vez; faltan recursos, seguramente, pero la voluntad ahí está, es manifiesta”.

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