A simple vista parecen envases de perfume. Las nuevas aguas gourmet, embotelladas en vidrio, con tenues líneas de diseño y precios que van desde los 30 hasta los 140 pesos el litro y medio, han ganado presencia en el mercado mexicano.

Aunque la mayoría de líquidos en este segmento anuncian venir de parajes extraños: las islas Fiji, el agua Fiji; los alpes franceses, Evian; o Noruega, el agua Voss, México ha empezado a cotizar sus manantiales.

La marca mexicana B’ui, por ejemplo, resalta su origen en el nevado de Toluca, Estado de México, y se anuncia como el acompañante idóneo de la alta cocina o los destilados exquisitos, “es ideal para acompañar alta gastronomía o hasta un buen vino, esto debido a que tiene baja mineralidad y pH neutro, lo que hace que su sabor no sea intrusivo”.

Por la exclusividad de su agua, Premium B’ui sólo se distribuye en tiendas gourmet y restaurantes de alto estándar en los que la botella de 290 mililitros se consigue a 50 pesos.

Del nevado de Toluca también sale el agua Vís, y a estos dos casos se le suma Santé Organique, que proviene de las faldas del volcán de Tequila, Jalisco (el litro y medio se vende a 30 pesos) y Hethe, de la Sierra hidalguense; incluso han aparecido marcas como Casa del Agua, que vende agua gourmet proveniente de la lluvia de la ciudad de México.

Al fenómeno del agua gourmet, que ya equipara en costos a las bebidas alcohólicas, se suma el alto precio del agua comercial en los restaurantes. Por ejemplo, una botella de 600 mililitros de la marca Bonafont, que en el supermercado cuesta cinco pesos, en un restaurante Sanborns sube a 23, y a 27 pesos en una taquería. Una botella Ciel de 355 mililitros, que cuesta en una tienda de conveniencia cinco pesos, en un restaurante orgánico su costo alcanza 28 pesos.

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