En septiembre de 2016, Érika González, de 22 años y estudiante del octavo semestre de medicina, se enfrentó a su primer reto médico: Lupita, su hermana de 13 años, necesitaba un riñón.

Ante esta situación, hace tres meses Érika realizó lo que ella describe como “la máxima expresión de amor”. Le donó a su hermana su riñón izquierdo.

Lupita cursaba el penúltimo año de secundaria cuando los médicos le dijeron que era urgente un trasplante. Los síntomas tenían meses presentes, pero nadie de la familia los había identificado. Todos pensaron que a su edad el cansancio y la irritabilidad eran simples efectos de la adolescencia, hasta que comenzaron a notar que ya no hacía actividades cotidianas a las que estaba acostumbrada. “A ella le gusta mucho bailar y de repente ya no bailaba, ya no quería comer. Siempre se levantaba temprano y ya no lo hacía. Tontamente lo atribuimos a la edad”, relata Érika.

El calvario de la familia González comenzó cuando llegaron con un médico privado que les dijo que el riñón de Lupita sólo funcionaba al 20%. Sus papás, que viven en Acambay, Estado de México, se trasladaron a Toluca en la búsqueda de una segunda opinión.

La niña ingresó a una clínica privada con la esperanza de mejoría, pero la situación empeoró. Las toxinas en su organismo no bajaban y el nefrólogo decidió que era necesario iniciar la hemodiálisis.

De ahí llegaron hasta el Instituto Mexicano de Trasplantes, ubicado en Cuernavaca. Después de más estudios y una biopsia, el diagnóstico de Lupita fue nefropatía por depósitos de IGA. Los anticuerpos que tenían que defender el riñón de esta niña de 13 años lo estaban atacando.

Este padecimiento no es tan común en México, se da más en lugares de Europa y está atribuido a factores ambientales y a características de la alimentación como el consumo del gluten, explica el nefrólogo Pedro Trinidad Trinidad.

La familia de Érika cambió totalmente su rutina. Desde que recibieron el diagnóstico su semana se dividía en tres puntos. “Los lunes tocaba hemodiálisis en Toluca. Martes en Cuernavaca para que le hicieran estudios.

“Miércoles de nuevo la hemodiálisis. Jueves en casa en Acambay. Viernes de nuevo a hemodiálisis. Fue muy pesado porque mis papás y mi hermana viajaban casi diario”, cuenta Érika.

El mayor temor de la familia de Érika era ese. No encontrar un donador a tiempo y que la vida de Lupita se pusiera en riesgo. Papás, hermanas, tíos, primos, todos se hicieron los exámenes buscando una compatibilidad. “Mi mamá, mi tía y mi papá fueron descartados por cuestiones de salud".

Al final sólo quedábamos mi hermana y yo, pero para ella era más complicado por cuestiones laborales, así que yo me ofrecí. Sabía que después de la cirugía podía seguir estudiando y no tendría ninguna repercusión a futuro”, recuerda Erika.

Los doctores también plantearon la opción de recibir el trasplante de un donante cadavérico, pero el tiempo era un factor en su contra. “Consideramos un donador fallecido, pero no queríamos entrar en una lista de espera en donde podíamos pasar años. Siempre fue nuestra última opción”, asegura la joven de 22 años.

Los padres de Lupita tuvieron que tomar una serie de decisiones en tan sólo unas semanas, una de ellas era si la niña se quedaría en la clínica privada o la llevarían a un hospital público. Los gastos se elevaban día tras día y todos sabían que apenas era el inicio.

“Consideramos ingresarla al Hospital del Niño en el Estado de México, pero me dijeron que no había camas en nefrología, que la tendrían en urgencias y que no podríamos estar con ella. Fue muy complicado porque mis papás tuvieron que buscar diferentes fuentes de ingresos”, relata Érika.

La familia González se decidió por el Instituto Mexicano del Trasplante. Tres meses después del fatídico diagnóstico, Lupita y Érika entraron a quirófano.

Ya pasaron tres meses desde que Érika vive sólo con un riñón. Su vida es normal. Su dieta es más balanceada que antes y su visión sobre la donación de órganos cambio radicalmente. Lupita baila de nuevo. Regresó a la secundaria y sueña con convertirse en zoóloga porque le gusta ver cómo fotografían y estudian a los animales en Animal Planet.

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