La ingobernabilidad por la que atraviesa la Ciudad de México es evidente, basta revisar las cifras oficiales de inseguridad y corrupción. No queda duda que la percepción ciudadana de miedo e incertidumbre es real, tiene sustento en lo que sucede todos los días en las calles, en el transporte público, en las escuelas, en los centros laborales, en los comercios, en los espacios públicos y en los propios hogares.

La CDMX se ha convertido en una ciudad insegura y violenta, en un territorio sin ley, sin autoridad ni control, donde las mujeres somos blanco permanente de todo tipo de delitos y violencias, debido a la ausencia de autoridad y a una cultura discriminatoria alentada desde la “institucionalidad”.

La violencia de género en sus diferentes y más atroces manifestaciones, se perpetua y encuentra asidero en un conjunto de valores, creencias, estereotipos y normas sociales en donde la dominación masculina y la asimetría institucionalizada del poder entre hombres y mujeres es la constante.

En este escenario, resulta relevante la presencia de Claudia Sheinbaum como candidata al gobierno de la ciudad, no sólo por el hecho de ser mujer, porque como lo he expresado en diversos espacios, un rostro femenino no hace la diferencia, sino las ideas, valores, acciones, convicciones y causas que identifican a quien lo porta.

Este proceso electoral será inédito, no sólo por sus resultados, sino porque abre la posibilidad a una nueva manera de entender y ejercer la política, y también a una nueva manera de representar, empoderar y mostrar de lo que somos capaces las mujeres.

Claudia Sheinbaum es una mujer sencilla y por lo tanto elegante, con una personalidad propia, libre de construcciones artificiales, con carácter, con capacidad de acción y decisión, autónoma, culta, sensible, solidaria y, sobre todo, una profesional del servicio público que ha sabido escuchar, entender y conectar con l@s capitalin@s.

Las características anteriores, amenazan al statu quo, pero renuevan el ánimo y la esperanza de las ciudadanas y ciudadanos de la CDMX, que han resistido los embates de la partidocracia, de la demagogia y de la corrupción sin claudicar en la exigencia de sus derechos.

La Sheinbaum alejada de la histeria y la banalidad camina con paso firme, en su andar abre camino a muchas mujeres que están dispuestas a conquistar sus metas siendo ellas mismas, y abre también la posibilidad de reconstruir nuestra ciudad desde una lógica diferente para convertirla en un espacio amable, incluyente, seguro y de oportunidades para las mujeres, para los hombres, para l@s niñ@s, para las personas adultas mayores y para quienes padecen alguna discapacidad.

Sin fobias y con objetividad, es importante reconocer que en este proceso electoral no sólo compiten las propuestas, las personalidades y las estrategias, también compiten y, por lo tanto, se diferencian las formas, los símbolos, los rituales y constructos sobre los que descansa el imaginario de lo femenino y masculino.

Parece que la época de los vestidos de diseñador, del pasito cruzado de pasarela, de la sonrisa estudiada y del clásico saludito de mano que marcaba con precisión un movimiento corto y dos largos está agonizando. Beatriz Gutiérrez Müller fue clara en su propuesta: “…pongamos fin a la idea de la primera dama. En México no queremos que haya mujeres de primera ni de segunda, (…)decir Primera Dama es algo clasista”.

Como mujeres de primera, es urgente que recuperemos la Ciudad de México, que reconstruyamos el tejido social y democraticemos las instituciones. Recuperar la CDMX para el cincuenta por ciento de la población significa equilibrar la balanza y emparejar las oportunidades para hacer junt@s una nueva historia.

Diputada federal con licencia. Candidata a la
Alcaldía de Cuajimalpa y activista.
@LaraPaola1

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