En la Gaceta Parlamentaria del 30 de abril pasado se comunicó que la Secretaría de Gobernación remitió el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2019-2024. El sello de recibido comprueba que se entregó a las 22:37 horas a punto de concluir el plazo que establece la Ley de Planeación, que en sus transitorios señala que el documento debería enviarse a “la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión para su aprobación, a más tardar el último día hábil de abril” y que “la Comisión Permanente del Congreso de la Unión convocará, en caso de ser necesario, a un periodo extraordinario de sesiones de la Cámara de Diputados para que ésta apruebe dicho plan, en un plazo máximo de dos meses”.

Las prisas para cumplir con los tiempos ayudan a entender por qué se entregaron dos documentos, cada uno con su propia numeración y formato. Incluso, en el segundo PND hay contenidos que no fueron escaneados correctamente, me refiero a las páginas 4 y 7. Pero más allá de estos problemas de forma, lo que más preocupa es que no hubo coordinación entre los dos equipos y eso sí que es una mala señal.

El primero se sabe que estuvo redactado por personal cercano al Presidente y fue el que recibió la mayor atención mediática; mientras que el segundo tiene toda la hechura y diseño de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP), y aunque es el que resultaría de mayor utilidad porque cuenta con objetivos, estrategias, indicadores, líneas base y metas a 2024, que se ajustan a los requerimientos de la Ley de Planeación, no provocó el mismo interés.

El PND elaborado desde la Presidencia es un documento mucho más ideologizado y resulta una continuación del Proyecto de Nación 2018-2024 hecho público en noviembre de 2017 y que fue registrado como Plataforma Electoral de la coalición “Juntos Haremos Historia” poco después.

La simplicidad de algunos argumentos es preocupante. Se machaca con la premisa de que la corrupción es la causa de todos los males nacionales y que se originó con el neoliberalismo.

Se busca recuperar un proyecto de país, que se abandonó en 1982 con el fin del desarrollo estabilizador, ese pasado dorado al que se reconoce no es posible regresar, pero que paradójicamente se busca usar como guía para el futuro.

Para nada se menciona la enorme corrupción que predominó entre 1970 y 1976 y que se agudizó escandalosamente durante la “administración de la abundancia” del siguiente sexenio.

Fue tal la crisis de confianza que dejó el gobierno de López Portillo, que su lema de campaña “la solución somos todos” era satirizado por la gente como “la corrupción somos todos”, por lo que la siguiente administración se vio obligada a promover una campaña por la “Renovación moral”.

Destaca la añoranza del proteccionismo que hubo durante el periodo del desarrollo estabilizador y el papel rector del Estado, así como algunos lapsus que descubren posturas de fondo como buscar el predominio del interés público por encima del privado, cuando parece que se alude más al del gobierno que al de la sociedad.

Ambos aspectos son esclarecedores, porque nos permite comprender por qué el equipo negociador de AMLO se entendió mejor con el de Trump, puesto que comparten una visión semejante del comercio exterior; así como su obsesión por imponer proyectos como el Tren Maya, a pesar de que se contraviene lo señalado en el propio PND, de que el gobierno federal someterá a consulta de la comunidades las acciones gubernamentales que las afecten o involucren acatando lo dispuesto en la Constitución y en los tratados internacionales de los que México es signatario, como el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo.

Lo que atrapó la atención fue la Visión 2024, al señalarse que el PIB crecería 6% ese año y 4% en todo el sexenio en promedio.

Cabe aclarar primero que la visión de acuerdo a los criterios de planeación estratégica es una imagen objetivo a largo plazo, por lo que no tiene mucho sentido plantearla a seis años. En cambio, la SHCP considera más acertadamente un horizonte a 20 años.

Por otra parte, los ideólogos del Presidente confunden los deseos con las posibilidades reales. La tendencia que tiene la economía mexicana es hacia una fuerte desaceleración, por lo que tendría que haber un enorme crecimiento en los años posteriores para que se logre ese promedio.

Hay factores internos y externos que están fuera del control de un gobierno. El PND de la SHCP no elimina la globalización, sino que la considera como un aspecto que no podemos soslayar.

La SHCP no promete ese 6% y es más cauteloso en sus metas. Su objetivo general: Transformar la vida pública del país para lograr un desarrollo incluyente, es claro e implica romper con un modelo de desarrollo excluyente que viene desde antes de 1982.

La versión de la SHCP sí incorpora un enfoque de derechos humanos, no sólo de manera retórica y rompiendo con el esquema de PND de sexenios anteriores, se mencionan primero los ejes transversales porque son tres temas comunes a los problemas públicos que fueron identificados, esto es, no se presentan como anexos. Posteriormente se describen los ejes generales.

Sin embargo, en ambos documentos queda la impresión de que los ambiciosos proyectos de infraestructura y sociales que se ha propuesto esta administración no son viables sin una reforma fiscal. Esperaríamos que el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide) 2019-2024 responda ésta y otras inquietudes.

Adendum. La Gaceta Parlamentaria decidió dividir el Anexo XVIII en dos. En el XVIII puso el documento elaborado por Presidencia como Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 y en el XVIII-Bis, el redactado por la SHCP como Anexos al Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024. ¿Cómo ven?

Catedrático de la EST-IPN
Email: pabloail@yahoo.com.mx

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