En el momento en el que Edmundo Montes de Oca reveló a sus padres que era homosexual, le pidieron que fuera a ver a un sicólogo. Si no aceptaba, le dejarían de pagar la universidad. Durante todo un año asistió a una sesión semanal. La terapia se combinaba con preceptos religiosos.

Edmundo aún no sabe cuánto costaron esas pláticas, pero calcula que el precio era de 600 pesos por sesión, por lo que en un año completo sus padres gastaron aproximadamente 30 mil pesos.

“Fue un tema complicado con mis papás, acababa de salir del clóset y era de: ‘Vas al sicólogo o no te pagamos la universidad’, entonces tomé una decisión y fue mi último año [en la escuela]. Terminé de ir porque al final, casi al graduarme, hablé con mis papás y les dije: ‘Muchas gracias por el título, pero la verdad es que las terapias con este sicólogo religioso cura-gay ni funcionan’”, dice en entrevista con EL UNIVERSAL.

Este joven, de 26 años, siempre estuvo seguro de que los diálogos eran un fraude. “Al sicólogo tuve el tiempo de externarle: ‘Me parece que hace una estafa y no es ético, si tiene un título de sicólogo o tiene un
grado y una cédula, no debería ejercer de esta manera’.

“Me sacaba versículos de la Biblia en una terapia de sicología, entonces cuestionaba si estaba con un científico o con un religioso”, recuerda.

El experto “me mencionó Sodoma y Gomorra”. Le dijo que debía juntarse más con su papá, su hermano y estar cerca de figuras masculinas. Además, le pidió hacer deportes rudos y de contacto, como futbol americano o rugby. El joven se convenció de que esos consejos no tendrían ningún resultado.

Edmundo asegura no tenerle ningún tipo de rencor a sus padres por este motivo. Considera que la razón por la que muchos papás obligan a sus hijos a ir a estas terapias es porque la homosexualidad rompe con los roles sociales tradicionales, lo que provoca dolor e inseguridad. “Los papás asumen que como varón o mujer tienes ciertos roles que cumplir”, declara. “Lo central es no querer cambiar a las personas, sino amarlas”, dice. “No tienes que transformar a las personas, debes aprender a quererlas. Ahí es donde puedes utilizar otros tipos de medios, puedes ir con un sicólogo que diga: ‘Mamá, papá y niño tienen que generar nuevos lazos de confianza para que entiendan que su hijo no los traicionó”.

Sin traumas. Lo que Edmundo lamenta es que exista gente que realmente cree en estas terapias, que haya quienes lucran con el dolor de las familias y “de personas que no se aceptan, porque son molestadas o también porque realmente se sienten muy confundidas”.

El joven no cuestiona a la gente que cree en la religión; sin embargo, únicamente le pide que al referirse a la homosexualidad hable del amor de Dios, en lugar de difundir mensajes de destierro y de desprecio.

“Hay homosexuales que son aceptados por sus familias siendo muy ortodoxas o conservadoras, porque les gana el amor”, expresa Edmundo.

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